En la confluencia de la calle María de Molina y la calle Francisco Silvela, en pleno distrito de Salamanca de Madrid, se levanta imponente el Palacio de la Trinidad.
Un edificio de 3.600 metros cuadrados en el centro de la capital formado por un palacete, un pabellón de invitados y jardines exteriores que rodean la propiedad. En este increíble edificio tendrá lugar la exposición Casa Decor de este año que se abre al público a partir del 11 de abril.
Más de 53 espacios distribuidos alrededor de la finca que propiciarán un recorrido muy singular.
Una de las cosas más llamativas de esta edificación es su aire y estilo sevillano, lo que debe a su propietaria, una mujer soltera envuelta en no pocos misterios.
La propietaria
El 7 de abril de 1928, María de los Ángeles Gutiérrez Suárez solicitó al Ayuntamiento de Madrid la concesión de licencia para la construcción de un lujoso palacete u hotel, con el fin de utilizarlo como residencia particular. El edificio en cuestión se levantaría en un terreno de su propiedad de 3.300 metros cuadrados de superficie en la actual calle de Francisco Silvela.
Se trataba de construir una residencia más, alimentando la fiebre inmobiliaria que se había adueñado del Madrid de la Restauración, inapropiada en cualquier caso, según datos de la época, para una mujer soltera de la alta burguesía, que pretendía hacer de la edificación su domicilio habitual.
Era la época en la que una moderna vanguardia se abría paso en la capital, momento en el que la dictadura de Primo de Rivera y con ella, la Monarquía de Alfonso XIII comenzaban a apuntar a un triste y próximo final.
Muy poco se sabe de la promotora y propietaria. Seguramente, un personaje relevante desde el final del reinado alfonsino hasta el comienzo del régimen franquista.
Su personalidad puede extraerse del palacio que edificó, en el que se reflejó su desinterés por la vida social, con un reducido espacio adecuado para ello en el edificio, y su religiosidad reflejada en su oratorio privado al Jesús del Gran Poder y a las santas Justa y Rufina, que hacen suponer su ascendencia sevillana.
Sevilla en cada rincón del palacete
En cualquier caso, la capital hispalense está presente en las pocas noticias que se tienen de Ángeles Gutiérrez, con residencias temporales en esta ciudad y en distintas ocasiones y con dos hermanas vinculadas con la congregación de Esclavas Concepcionistas del Sagrado Corazón.
En 1930, y en la ciudad de Roma, Ángeles Gutiérrez contrajo matrimonio, en edad madura, con el no menos opulento, José Aurelio Larios y Larios, III marqués de Larios, viudo y con un único hijo. José Aurelio falleció en 1937, en Burgos, durante la Guerra Civil.
Segundas nupcias
Ángeles se volvió a casar con el laureado general Don Eduardo González-Gallarza e Iragorri. Un militar, también viudo y con tres hijos de corta edad, pionero en la aviación española, como piloto del celebradísimo vuelo Madrid-Manila en 1926, héroe de la guerra de Marruecos y ministro del Aire en los primeros años del régimen franquista.
A todos estos hechos personales, se adaptó el hotel de María de los Ángeles y fue su casa mortuoria a su fallecimiento, el 6 de noviembre de 1946. Un sepelio importantísimo y primer acto social del Madrid de la posguerra.
El arquitecto Luis Alemany Soler
Se desconoce la relación entre la propietaria y el arquitecto, Luis Alemany Soler, un joven titulado en la Escuela de Madrid en julio de 1922, que adquiriría un notable renombre después de la contienda, como arquitecto jefe de proyectos y también por sus colaboraciones con su compañero Manuel Muñoz Monasterio, entre las que destaca el estadio Santiago Bernabeu, realizado entre 1944 y 1947.
El interior del Palacio de la Trinidad
Al palacio, se accede a través de un soportal aterrazado, que da paso a un doble vestíbulo con escaleras de mármol, techo de bovedillas de madera tallada y una hermosa cancela de rejería de estilo sevillano.
Una escalera señorial sube a la primera planta. La barandilla de la escalera y los arcos, de piedra artificial y escayola llevan un exuberante trabajo escultórico, realizado por maestros artesanos de primer nivel.
En el tramo frontal de la escalera, destaca una vidriera policromada, con el escudo familiar, realizada por la célebre casa Maumejean, encargada también de ejecutar el espléndido lucernario de hierro y cristal que cubre el hall de entrada.
El juego de alturas de esta amplia zona permitió realizar una bóveda octogonal sobre la escalera, de inspiración neoárabe, de madera tallada y pintada al estilo de los grandes palacios sevillanos.
El comedor. En el ala este, se sitúa el antiguo comedor, que cuenta con un mirador con salida a los jardines de la fachada este. En esta estancia, llama la atención la decoración de las vigas y el artesonado del techo, con un rico trabajo de talla y policromía.
La alcoba principal. Sin lugar a dudas, se trata de la estancia más espléndida y regia del Palacio, situada en la fachada noreste, con terraza volada y una primorosa decoración: paredes enteladas en damasco, techo de cuarterones de escayola bordeados por un friso con diferentes figuras alegóricas, detalles en pan de oro, apliques de bronce y cristal, y marcos de mármol en los vanos de las puertas.
El gran salón. En la primera planta, frente a la fachada principal, se halla un gran salón, posiblemente utilizado para los actos institucionales durante la ocupación del Palacio como oficinas gubernamentales. No obstante, en origen, se trataba de tres habitaciones con diferentes usos y accesos, como se infiere por las tres entradas, con unas exquisitas puertas de cuarterones decoradas en pan de oro.
El oratorio. Poco tiempo después, la propietaria del palacio, Ángeles Gutiérrez Suárez, decidió sacrificar el porche posterior para realizar un oratorio, consagrado al divino Jesús del Gran Poder, que se aprecia en el retablo cerámico de la izquierda, y a las santas Justa y Rufina, cuyas esculturas en mampostería flanquean la impresionante cancela.
Es probable que éste sea el espacio que mejor representa la influencia sevillana de la construcción.