Cuando la falta de tiempo limita los viajes largos y el viajero siente la prioridad de anteponer su descanso a la rutina diaria, una solución mágica se encuentra al alcance de todos los públicos: El pueblo.

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En estos oasis de tranquilidad la vida se ralentiza y los sonidos más simples, como el chorro de agua que brota de una fuente o el trinar matutino de una familia de pájaros, se vuelven sistemáticamente en alud de vitalidad para todas las personas.

Da igual que haya lazos que los unan sentimentalmente o que las personas busquen desandar en el tiempo, mientras pasean por sus calles adoquinadas: el pueblo es la mejor solución para plantarle cara a las prisas y llenar el cuerpo de energía, aire puro y vida saludable.

Agulo, un mirador en la isla de la Gomera

A un par de horas en avión de la Península, a Agulo se le conoce como el bombón de la Gomera, de ahí que sea imposible renunciar a visitarlo con este sobrenombre. Agulo es una de las poblaciones más pequeñas y antiguas de la isla y, con su famoso mirador, ofrece unas vistas privilegiadas al volcán del Teide, en Tenerife.

Como todo el archipiélago canario, cuenta con una gastronomía envidiable basada en papa, ñame o berro, aunque la especialidad en esta zona sea el Almogrote, una crema para untar elaborada con queso de cabra curado y aderezado.

Albarracín, Teruel en todo su esplendor

¿Eres de los viajeros que disfrutan en invierno paseando por pueblos empedrados que huelen a leña recién cortada? Ubicado en la provincia de Teruel, el espectacular casco histórico de Albarracín se sostiene a 1182 metros de altitud y presume de estrechas calles repletas de historias donde la época medieval está tan presente como las tradiciones actuales.

Arremolinarse en una casa rural, visitar sus tiendas y degustar la gastronomía local, fusionaran las ganas que tiene el viajero de conocerlo junto con las que tiene el autóctono de que lo conozca.

Ansó, el encanto del pirineo aragonés

Sus fronteras con Francia y Navarra lo convierten en un pueblo hipnotizador que disfrutó de su situación estratégica durante siglos, lo que forjó el carácter y la forma de vivir de su gente.

Ansó le ofrece al visitante toneladas de naturaleza donde se puede practicar senderismo y actividades relacionadas con la alta montaña, así como las visitas al Parque Natural de los Valles Occidentales o al Paisaje Protegido de las Foces de Fago y Biniés.

Frigiliana, la perla de Málaga

El sur le regala a sus pueblos el blanco inmaculado que lucen sus fachadas. El sinfín de escaleras que recorren todo el Barribarto son la herencia morisca que el paso del tiempo ha dejado en su casco antiguo, uno de los mejores conservados de la provincia de Málaga.

El pueblo de Frigiliana es famoso por la cantidad que tradiciones artesanales que todavía mantiene, como el uso de materiales en los que el esparto, la arcilla o la lana adquieren un particular protagonismo y que el viajero podrá adquirir en cualquiera de los locales del centro histórico.

Liérganes, leyendas de Cantabria

El pueblo de Liérganes está ligado a la fábula del Hombre-Pez que, como todas las leyendas, guarda algo realidad, pues su protagonista existió y se llamó Francisco de la Vega, y algo de ficción: el final de la historia varía según la persona que la cuente. Francisco de la Vega nació en 1660 y, tras arrojarse al rio desapareció en el mar Cantábrico, dando pie a la creación de múltiples historias, entre ellas la más famosa: tras varios años de búsqueda y después de perder la razón y el habla, un marinero del mismo pueblo lo encontró vagando por la bahía de Cádiz, a la que se supone llegó nadando.

Morella, historia, patrimonio en el norte de Castellón

Ubicada en medio de las “tres tierras” (Aragón, Valencia y Cataluña) la característica principal de este pueblo de interior se encuentra en la postal que ofrece al viajero cuando la divisa por primera vez. Dos kilómetros de muralla, de la cual varios tramos se pueden transitar, rodean la fortaleza del castillo, encaramado en lo alto de la montaña.

Pasear por el conjunto de calles escalonadas admirando los soportales de Blasco de Alagón, hacer el recorrido circular por el paseo de la Alameda y contemplar a través de las Torres de San Miguel el acueducto medieval de San Lucia son actividades que se pueden compaginar con la visita a la Iglesia arciprestal de Santa María la Mayor y el convento de San Francisco, ubicado a los pies del castillo. La gastronomía tiene su puntal fuerte con el uso de la trufa negra y su lema, grabado en el escudo de armas de la ciudad, la define “Fiel, Fuerte y Prudente”. Sin duda, Morella es uno de los pueblos más bonitos de España.

Olivenza, Badajoz

De origen templario, Olivenza se sitúa al suroeste de la ciudad de Badajoz, junto al rio Guadiana. La historia de este pueblo, ubicado muy cerca de la frontera portuguesa, se palpa a través de la estructura de su municipio, pues el serpenteo de las casas bajas y blancas destacan bajo la magnificencia de su Plaza, una descomunal obra de arte donde se esconden los diferentes estilos arquitectónicos que luce. Este pueblo perteneció a la soberanía de Portugal hasta 1801 y, tras la Guerra de las Naranjas (prólogo de la ocupación napoleónica en la Península Ibérica), pasó a pertenecer a España mediante los escritos del Tratado de Badajoz, que así lo acreditaron.

Las características de su patrimonio monumental varían entre el gótico manuelino, el estilo renacentista y el barroco, y alguno de sus monumentos que son de visita obligatoria serían las iglesias de Santa María Magdalena y Santa María del Castillo y la Capilla de la Casa de la Misericordia con sus preciosos recintos amurallados que dan paso a la puerta del palacio municipal.

Peñalva de Santiago, el valle virgen de Castilla y León

El recorrido en coche hasta el pueblo de Peñalba de Santiago es uno de los paisajes más bellos de cuantos existen en la comarca. El valle virgen que lo rodea está dominado por frondosos bosques de roble, ríos y cascadas naturales, y adornado con alguna aldea que se mimetiza con el paisaje cuyos habitantes reciben al viajero como si fuera un peregrino cansado. Peñalba de Santiago debe su nombre al peñón que lo sostiene sobre el que reposa la iglesia de Santiago, de puro estilo mozárabe.

Para acceder a él, hay que abrirse paso por en medio de la naturaleza y recorrer una senda que en la antigüedad también se conocía como el Camino de los monjes. Desde esta zona se divisa la magnificencia de la vegetación abrazada por los altos farallones, las cumbres de la Silla de la Yegua, el Pico Tuerto y la Agujana. Todo un espectáculo de naturaleza y vida.

Urueña, la villa del libro en Valladolid

La existencia de un conjunto amurallado del s. XIII unido a su perfecto estado de conservación hicieron que Urueña fuera declarado Conjunto Histórico-Artístico en el año 1975. Estas circunstancias junto con el hecho de estar en posesión de un castillo con características plenamente medievales lo convierten en lugar que parece formar parte de un lienzo.

Sin embargo, si por algo se conoce al pueblo de Urueña es por ser el pueblo con más librerías por metro cuadrado, doce, ni más ni menos. Todas decoradas con sumo encanto y ubicadas de forma tan delicada que conducen al viajero entre sus calles y restaurantes. Un auténtico placer para la vista y los sentidos.

Zueros, la tradición de Córdoba

El pueblecito de Zueros es uno de esos territorios que han sabido mantener el encanto de otra época a través del tiempo. Sus placitas y rincones rebosan un sabor andaluz típico del lugar y el abanico de actividades que ofrece para disfrutar de su patrimonio cultural, natural y etnográfico lo convierte en un entorno único que muchos de sus visitantes han tildado como un “paraíso vivo”.

A destacar tiene la Cueva de los Murciélagos, un yacimiento arqueológico de gran belleza, y el Museo de las Costumbres y Artes Populares donde se hallan un gran número de objetos que supusieron un “modus vivendi” para los habitantes del pueblo. En 2003 fue declarado Bien de Interés Cultural en la modalidad de Conjunto Histórico-Artístico.