Viajar cura el alma. Visitar todos los rincones posibles forma parte de los objetivos de prácticamente toda la población. Nos conformamos con poco y cuando viajamos a tan solo unas horas de nuestro hogar somos felices; sin embargo, el momento de coger un avión es una experiencia que, sin duda, libera la serotonina más que muchas otras. Cuando nos enfrentamos a un trayecto lejano, es muy posible que estemos cumpliendo uno de nuestros sueños.
Sin embargo, si hay algo de lo que se han quejado las personas de cara a viajar a lugares lejanos es el famoso jet lag, porque suelen ser los que más diferencia horaria tienen. Cuando este es muy grande, nuestro cuerpo puede pasarse días confundido, con los nuevos horarios de comida, ocio y descanso, que son totalmente contrarios a lo que estamos habituados.
Lo cierto es que el jet lag ha dejado de ser exclusivo de los vuelos transoceánicos. Desde hace unos años, le da nombre a un fenómeno que preocupa a la población adulta de nuestra sociedad, donde el trabajo, las prisas o la falta de tiempo están dando lugar a síntomas claros de estrés crónico. Estamos hablando del jet lag social, o lo que es lo mismo, un atraso horario entre nuestras actividades diarias y ese reloj biológico, que pide a gritos un poco de sincronía.
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En la actualidad, resulta bastante difícil seguir un ritmo que compatibilice la vida laboral y de ocio. Salimos tarde de trabajar y no nos apetece ir al gimnasio, pero tampoco ir a tomar una caña con nuestros amigos. En el caso de que nos despertemos con energía y nos obliguemos a nosotros mismos a relacionarnos, es muy posible que cuando llegue una hora determinada estemos pensando que ya estaríamos en la cama.
Por ese motivo, todo lo posponemos. ¿Las comidas familiares? Los findes aprovecharemos más, ¿las cañas con amigos? Los findes podremos quedarnos hasta más tarde, ¿hacer deporte? Los findes tendremos más energía. Pero todo se convierte en un bucle, en el que en dos días de la semana queremos hacer toda la vida social que hemos acarreado y, obviamente, descansar, que para eso están.
Sin embargo, por algún motivo, ese descanso nos sabe a poco. Estamos más cansados que nunca, confundidos, sin ganas de nada, nos duele todo el cuerpo y estamos de mal humor. Y eso que no hemos pasado por ningún aeropuerto. Pues todo tiene que ver con nuestro jet lag social y cómo acostumbramos a nuestro cuerpo a unas horas determinadas.
Qué es el jet lag social
El jet lag social se produce cuando hay grandes diferencias entre el horario de sueño del fin de semana (o de los días libres) y el horario de los días laborales. O lo que es lo mismo, cómo los lunes nos dormimos a las 23:00 h y nos despertamos a las 7:00 h, mientras que los sábados estamos despiertos hasta la madrugada y no abrimos los ojos hasta las 11:00 h.
Sabemos que nuestro cuerpo se rige por los ritmos circadianos que, generalmente, tienen un ciclo de 24 horas y nos llevan a dormir de noche (cuando disminuye la luz solar). El problema consiste en que, para seguir el ritmo de vida que queremos, nos vemos obligados a alterarlos, por lo que nuestro cuerpo está constantemente adaptándose a los nuevos horarios.
Al final, resulta bastante habitual pensar que si los días que no trabajamos, recuperamos las horas de sueño que nos han faltado entre semana va a ser beneficioso para nosotros; sin embargo, resulta en todo lo contrario. De hecho, cientos de investigaciones han demostrado cómo cambiar frecuentemente nuestro horario de descanso puede desembocar en sentimientos confusos e incluso, enfermedades.
El término jet lag social es una realidad que lleva circulando más de una década en diversas conversaciones científicas, pero no obedece ni a una patología ni una enfermedad, no obstante, sí que puede ser perjudicial e incluso se relaciona con una serie de complicaciones. Tal y como pasa con el insomnio y otras enfermedades del sueño, la alteración de los ritmos circadianos resulta más usual de lo que pensamos y solo en los países industrializados, dos tercios de la población que estudia o trabaja sufre desfase horario social, a menudo durante varios años.
Varios estudios científicos han encontrado una relación no causal entre un gran jet lag social e indicadores metabólicos de una mala salud. Tal y como explica la BBC, un estudio de 2015 con más de 800 trabajadores que hacían horarios de trabajo regulares encontró que quienes tenían un mayor jet lag social tenían más probabilidades de tener obesidad y otros marcadores no saludables que los trabajadores cuyo patrón de sueño apenas cambiaba durante toda la semana.
Además, en un estudio publicado en la National Library of Medicine, explican cómo impacta el jet lag social en el bienestar y la salud de las personas. No solo está asociado con un menor rendimiento académico y laboral, sino que quienes alteran sus ritmos circadianos podrían tener un mayor riesgo de desarrollar un perfil metabólico adverso que implique, entre otros, cambios en la regulación del cortisol o trastornos relacionados con el metabolismo.
Cómo puedo afrontar el jet lag social
En este punto, es muy posible que hayamos descubierto que nuestro humor y estado de los findes de semana tienen un motivo: los cambios horarios. El descanso resulta fundamental, por lo que existen formas de minimizar los efectos de esta nueva tendencia. Por lo general, la mejor opción es acercar los horarios de sueño para que ambos coincidan lo máximo posible. Es decir, que no haya mucha diferencia entre findes y entre semana.
Todos sabemos que este remedio es complicado o más bien imposible, así que otra de las posibles soluciones para saldar las deudas de sueño son las preciadas siestas. Dormir entre 15 y 90 minutos puede aliviar las diferencias horarias, especialmente a quienes tienen un jet lag social muy grande.
Por otro lado, la luz natural ayuda a nuestro cuerpo a segregar y a regular sustancias que nos mantendrán despiertos, así como nos inducirán un estado de cansancio cuando se acerque la hora de sueño. Si vemos luz durante al menos 15 minutos justo al despertarnos, ayudaremos al cuerpo a equilibrarse.