Hasta el último momento en la gala de los Goya del 2020, Pepa Flores mantuvo el suspense. Si aparecería o no para recibir su premio honorífico fue la gran pregunta durante varios meses hasta aquella noche. Al final fueron sus hijas María, Celia y Tamara las encargadas de recoger la estatuilla.
Pepa, que se dio a conocer bajo el alias de Marisol, se quedó en casa aquella noche viendo la transmisión en su tele – según diría Celia en su intervención -, tal vez la actriz y cantante se emocionaría al ver a sus hijas en el escenario dando un discurso entre tres, después de una ovación memorable.
Así Pepa Flores, una de las figuras más icónicas y legendarias de España, cumplía a rajatabla su reclamado derecho al silencio y al anonimato, que además implicó su retirada definitiva de la vida pública a los 35 años.
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Precisamente en esa noche de los Goya se inicia Marisol, llámame Pepa, el documental escrito y dirigido por Blanca Torres sobre la construcción del personaje Marisol. Un recorrido íntimo hacia la búsqueda de la recuperación de la identidad y autonomía como mujer y artista de quien fuera la niña prodigio del cine durante la época franquista, en la adultez convertida en militante comunista con el puño en alto, y luego en la mujer de inmenso talento que optó por darle la espalda a la fama.
"Marisol-Pepa Flores sigue tan vigente como hace 50 años", afirmaba la cineasta Blanca Torres durante el Festival de Málaga donde el documental tuvo estreno mundial, refiriéndose al mito en el que se convirtió la niña que empezó a montarse en los escenarios desde los ocho años.
"Una de las cosas que la convierten en mito es precisamente que ella nos explica mucho a las mujeres de este país", argumentaba la directora, "porque su viaje de alguna manera ejemplifica el que hicieron todas, del referente femenino de la época franquista, representado en Marisol, y cómo esas marisoles tuvieron que desprenderse de esa identidad para conquistar una nueva. En el caso de Pepa es ese ‘quiero ser Pepa Flores’, pero va mucho más allá. En ese sentido su viaje ha sido icónico".
Un mito procesado
‘Proceso a un mito’ se deja leer bajo el título del documental, lo cual remite a la emblemática Proceso a Mariana Pineda (1984), una figura histórica que encarnó Flores en la pantalla chica, la cual es además todo un símbolo de la libertad.
Pero ese subtítulo también está vinculado a uno de los propósitos de la película, el cual es ofrecer "una relectura crítica a la parte positiva de la construcción del mito y a la carga que conlleva", explica Blanca Torres.
Para ello Marisol, llámame Pepa, se nutre de impresionantes imágenes. "Hay poca gente en este país que tenga tanto archivo detrás y que todavía no se había tocado", describe la también guionista, que durante dos años junto a su equipo se dedicó a rastrear material audiovisual y fotográfico de la artista en diferentes países.
"De repente aparecían en filmotecas imágenes de ella con aeropuertos llenos de gente esperándola. Entonces te preguntas ¡¿cómo es posible que en Japón saben que existe Marisol?!", exclama aún maravillada la cineasta.
Allende frontera, Marisol ostentaba pues estatus de superestrella, toda una Taylor Swift de los 60. Nadie lloraba como Marisol, nadie cantaba ni bailaba como ella, nadie era más pizpireta, más angelical, más dulce ni luminosa… ¡Nadie!
A través de las etapas de su vida se escucha a Marisol-Pepa contar su historia. Esa voz en primera persona que va mutando de niña a adolescente y luego a adulta está construida con el testimonio escrito, en particular declaraciones dadas a periodistas, "y que conforman la leyenda que generación tras generación se va contando", aclara Torres.
Cuenta que su nombre era Pepa ‘Pepi’ Flores González (Málaga, 1948) hasta que a los diez años viajó a Madrid para actuar frente al caudillo. La niña rubia, de ojos claros, angelical, graciosa, risueña y de origen muy humilde, al cantar y bailar se adueñó del escenario en aquella primera actuación. Corría 1959, entonces fue cuando el productor Manuel Goyanes literalmente se la adueñó y le cambió el nombre.
"En el franquismo me robaron mi identidad"
Dividido en tres capítulos, en el documental también participan varias personalidades como Elvira Lindo, Amaia, la bailaora Cristina Hoyos, el biógrafo Luis García Gil, la historiadora Aintzane Rincón, la periodista Nativel Preciado así como Victoria ‘Vicky’ Flores, hermana de la artista.
"El testimonio de Vicky quizás es el que la humaniza más porque ella la conoce bien y además da una visión muy interesante de su hermana", afirma la cineasta y añade que las otras personas están vinculadas a la artista por la admiración y la impronta que dejaron en sus vidas.
Marisol fue especialmente importante para quienes crecieron con ella, viéndola en las películas o en la televisión, la talentosa niña era una fantasía infantil, una fábrica de sueños, la alegría, la luz en mitad de la pesadilla del franquismo, tal como afirman en el documental las escritoras María Sanz y Elvira Lindo.
Tan arrolladora e influyente era su imagen que logró trascender generaciones. De hecho, Amaia cuenta en la película que empezó a cantar por Marisol, que le copiaba incluso los gestos, asegurando además que marcó su personalidad.
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Sin embargo, detrás de la estrella hubo explotación, apropiación y maltrato por parte de su productor, como también instrumentalización por parte del franquismo; no es de extrañar que el régimen viera en Marisol un medio para transmitir ‘sus valores’ y para así perpetuar el modelo de mujer de la época: sin autonomía ni libre albedrío, y que por ley estaba destinada a someterse a los hombres y a obedecer.
"En el franquismo me robaron mi identidad. Querían hacer de mí el modelo de niña inocente, conformista y buena, para que fuera la referencia de todas las niñas de esa generación. Una generación tan despersonalizada que debía convertirse en la continuadora del modelo de mujer franquista", se escuchan las palabras de la artista cuando ya había recuperado su nombre para finalmente declarar: "Mi vida es mía".
Al reflexionar honestamente sobre su pasado, Pepa rompió el silencio, "como está haciendo el feminismo de nuestra época", destaca en el documental la historiadora Aintzane Rincón.
Referente de libertad
Marisol, llámame Pepa expone la trayectoria artística (con su filmografía y discografía) entretejida con la vida personal de Marisol-Pepa (incluyendo sus matrimonios, la maternidad), haciendo especial énfasis en el proceso de la recuperación de su identidad, del adueñarse de su independencia como artista y persona, así como de su despertar político.
"El no tener miedo a decir lo que piensas también en cuestiones políticas era muy valiente en los años 70, aunque era muy penalizado", subraya la directora haciendo referencia a la lapidación pública que sufrió Flores cuando osó hablar de política.
"Sin embargo, la penalización no fue tanto por sus ideas políticas sino por el hecho de que fuera una mujer, porque era una época en la que no se les tomaban en serio", explica Torres, "cuando hablamos de que Marisol-Pepa siguió siendo infantilizada, se puede decir que la mujer en España fue durante mucho tiempo infantilizada", acota.
En el imaginario colectivo la artista es la luminosidad para unos, la modernidad para otros. Hay quienes la ven como la representación de la lucha de clases, mientras que muchas personas la toman como referente de la libertad y de los cambios sociales sobre todo en lo concerniente a la mujer.
"La Transición siempre se ha leído desde una perspectiva política muy masculina, y en ella hubo una muy importante que es la transición de las mujeres en una sociedad en cuyo Código Civil no éramos ciudadanas con pleno derecho", explica la cineasta, "en el 78 por fin lo conseguimos, pero después cuesta que eso cale en la sociedad".
Blanca Torres hace notar que la Transición nunca ha sido leída desde la perspectiva de género. "No ha habido un personaje que nos lo contara, entonces era fundamental hacerlo y leerla con la crítica actual. Por eso creo que Pepa Flores es más de este tiempo".