Hay muchos factores en la vida que pueden condicionar nuestra vida presente, aunque ni siquiera seamos conscientes. Ya no solo experiencias traumáticas que marquen un antes y un después, sino también nosotros mismos con los pensamientos negativos, falta de confianza o incluso, matices a los que les damos una importancia desmesurada.
Cada vez nos preocupamos más, y, por tanto, estamos más tristes. Según un informe elaborado entre mayo y agosto de 2022 por la Confederación Salud Mental España y Fundación Mutua Madrileña, el 60% de los españoles se siente triste, mientras que este 2024 han aumentado los casos de depresión.
"¿Cómo se explica que, en una sociedad que se autodenomina de bienestar, el consumo de antidepresivos no pare de crecer año tras año?", es lo primero que se pregunta la experta y coach Anna Fargas, quien tras no saber la respuesta, simplemente propuso una visión renovadora: el minimalismo emocional, una filosofía que propone reducir lo innecesario y enfocarse en lo esencial.
Qué es el minimalismo emocional
Crecemos bajo la premisa de que la plenitud llega con la adquisición, o lo que se traduce como cuanto más tengamos, más felices seremos. Más dinero, más relaciones, más planes de vida, más amistades… de hecho, siempre buscamos el éxito: un empleo estable, un príncipe azul y una familia feliz, una vez lo consigamos seremos plenamente felices.
"En esa frenética búsqueda de más, ¿no estaremos, sin darnos cuenta, incrementando nuestro propio sufrimiento?", se pregunta la autora del libro Minimalismo emocional, Anna Fargas. Un concepto que consiste en eliminar cosas superfluas: hábitos, comportamientos, tipos de pensamientos… que nos restan energía.
Todos hemos oído hablar del minimalismo alguna vez, en especial, en los últimos años, cuando se volvió tendencia en los hogares que buscaban reducir lo esencial y despojar elementos sobrantes o lo que también se conoce como "menos es más".
El minimalismo emocional es justamente lo mismo, pero en el ámbito más personal. Consiste en simplificar nuestras emociones y relaciones. En lugar de aferrarnos a emociones negativas o relaciones tóxicas, esta tendencia busca que aprendamos a dejar ir y a enfocarnos en lo positivo.
Mientras que en el hogar es evidente cuando una habitación se encuentra desordenada y sobrecargada de objetos, nuestra falta de orden emocional es mucho más difícil de percibir. Acumulamos emociones, nos aferramos a ideas oscuras y olvidamos que podemos tener pensamientos positivos.
La gran mayoría de nosotros luchamos con cargas emocionales innecesarias, que impiden nuestro objetivo de ser felices. En ocasiones porque no queremos liberarnos de ellas, y en muchas otras porque directamente no sabemos cómo hacerlo.
Por este motivo, la autora ofrece, a través del minimalismo emocional, estrategias para identificar y liberar las piedras emocionales que cargamos a lo largo de nuestra vida con una regla fundamental: elegir qué queremos que forme parte de nuestra vida —y, sobre todo, mente— y lo que no.
Cómo aplicar el minimalismo emocional
Lo cierto es que aplicar el minimalismo emocional puede resultar muy complejo, y de hecho lo es, ya que tenemos que hacer una evaluación honesta y clara de nuestros sentimientos, pensamientos y hábitos emocionales para ordenarlos y priorizarlos con base en lo que necesitamos y lo que no.
Para poder eliminar aquello que nos hace sufrir es crucial identificarlo. Entre los principales motivos del sufrimiento que destaca Fargas al medio WeLife están nuestras expectativas no cumplidas, como aferrarnos a lo que no podemos controlar, la resistencia al cambio, la tendencia a vivir en el pasado o preocuparnos excesivamente por el futuro.
De todas ellas, hay algunas que no podemos cambiar, como el paso del tiempo, por lo que simplemente tenemos que aprender a vivir con ellas, pero emplear estrategias que nos hagan "disfrutar" en vez de "sufrir" por ellas, como disfrutar el presente.
Para simplificar nuestras emociones, también tenemos que ser conscientes acerca de ellas: qué nos hacen sentir y cuáles debemos trabajar o reducir en determinados momentos. Una vez reconocidas, podemos separarlas para reconocer cuáles nos hacen sentir bien y cuáles nos hacen sufrir.
Una vez sepamos las emociones malas, podemos trabajar en los motivos por los que aparecen. Quizás nos enfadamos cuando no nos escuchan, cuando no somos el centro de atención, cuando aparece una persona determinada o cuando algo se escapa de nuestro control.
Es muy posible que muchas de esas veces sea lógico que aparezca esa emoción; sin embargo, otras muchas son innecesarias, pero nos aferramos a ellas como la rabia, el rencor o el miedo. Debemos centrarnos en las positivas, identificar qué nos hace felices y saber cómo podemos hacer que aparezcan.