Tener hijos es una de las mayores ilusiones de miles de personas. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) de los 18 millones de hogares que hay en España, 2,76 millones por matrimonios con dos hijos y 2,98 millones, por parejas con un solo hijo. Sin embargo, a pesar de que los datos parecen esperanzadores, cada vez más personas se divorcian en nuestro país. Y tiene que ver con esa gran ilusión de tener descendencia.
Según el Servicio de Estadística del CGPJ, en el primer trimestre de 2024 se registraron un total de 26.106 demandas de divorcio. Parejas que dejan de quererse, que toman caminos diferentes, que creen que no están hechos el uno para el otro, que viven una infidelidad o, incluso, que experimentan sentimientos de tristeza y pérdida cuando el último hijo se va de casa, y no pueden recuperarse.
Este último caso es más común de lo que nos creemos y su popularidad ha conseguido que expertos se refieran a él como el síndrome del nido vacío. Una tendencia que consiste en una sensación general de soledad que los padres pueden sentir cuando sus hijos abandonan el hogar, y que además de traer sentimientos negativos, es uno de los grandes causantes de divorcios imprevistos en matrimonios estables.
En qué consiste el divorcio del nido vacío
El divorcio del nido vacío se refiere a un fenómeno que ocurre en algunas parejas cuando sus hijos adultos dejan el hogar, ya sea para ir a la universidad, comenzar una carrera o formar sus propias familias. Este momento de cambio puede desestabilizar la dinámica familiar y provocar tensiones escondidas entre los miembros del matrimonio o relación.
Según la clínica Mayo, el síndrome del nido vacío no es un diagnóstico clínico. No obstante, advierte que es un fenómeno que provoca que los padres experimenten sentimientos de tristeza y pérdida cuando el último hijo sale de casa, por lo que en una gran parte de las ocasiones, terminan separándose.
Es posible que ocurran dos situaciones en la pareja, o bien nunca se han sentido infelices antes, pero se sienten miserables en el momento en el que los hijos abandonan el hogar. O tal vez permanecieron juntos por el bien de los niños y ahora quieren separarse y comenzar una nueva vida.
En cualquiera de los casos, en una gran parte de los hogares españoles los hijos sirven de pegamento. Son ellos quienes tratan de evitar las peleas, quienes acompañan a sus padres y quienes procuran que no sientan esa soledad cuando el otro miembro de la pareja no está.
Con la partida de los hijos, los padres experimentan un cambio significativo en su rutina diaria y en su identidad, que previamente estaba muy centrada en el rol de 'cuidadores'. Esto deja a la pareja enfrentando una nueva realidad donde tienen que redescubrirse el uno al otro sin la distracción de las responsabilidades parentales, así como momentos más íntimos sin la presencia de otras personas.
En este proceso, algunas parejas se dan cuenta de que han crecido distantes con el tiempo o que su relación se había sostenido principalmente sobre la base de sus responsabilidades compartidas hacia los hijos.
Sin estas responsabilidades, las diferencias en valores, intereses o aspiraciones personales pueden volverse más evidentes. Además, pueden aparecer sentimientos de insatisfacción que antes se pasaban por alto o se evitaban. Este periodo de cambio es también una etapa en la que las personas reflexionan sobre su vida y pueden reevaluar su futuro en pareja.
Es cierto que para algunas personas, el nido vacío puede ser una oportunidad para reconectar, redescubrir intereses comunes y fortalecer su relación. Sin embargo, para otras, puede poner de relieve problemas que se habían estado ignorando, lo que lleva a considerar el divorcio como una opción viable para buscar una nueva etapa en sus vidas.