Pensar en el amor significa dividir a nuestra mente y corazón en dos. La parte que piensa que las relaciones son luz y color, a partir de las cuales solo podemos obtener cosas bonitas y crecer como personas. Sin embargo, aunque no nos guste, también existe esa parte que nos hace recordar que estar enamorado no es todo cuento de hadas, sino que el dolor y las discusiones pueden convertirse en una rutina si no sabemos controlarlas.
Todas las parejas discuten, pero la diferencia entre el grupo de personas que en ese punto sigue pensando que el amor es bonito y el grupo que no, es que los primeros saben repararse después del conflicto. Las parejas felices y conectadas pelean, dicen cosas malas, críticas, se equivocan y tienen momentos que rompen su vínculo; sin embargo, saben reparar estas interacciones de forma eficaz.
Esta forma de reparación de los conflictos en Japón se llama kintsugi: el arte de volver a unir piezas de cerámica rotas con oro, basado en la idea de que, al aceptar los defectos y las imperfecciones, se puede crear una obra de arte aún más fuerte y bonita.
Qué significa el 'kintsugi'
Kintsugi es una antigua forma de arte japonesa que ofrece una profunda metáfora para comprender las relaciones humanas. En español, el término se traduce como "reparación dorada", e implica reparar cerámica rota con laca mezclada con oro, plata o platino.
En lugar de ocultar las grietas, kintsugi las visibiliza y celebra, transformando los defectos en toques de belleza y otra forma de ver el concepto. Más allá de su atractivo estético, es un concepto que habla de resiliencia, aceptación y el poder transformador de aceptar la imperfección.
La historia del kintsugi se remonta hace 400 años, cuando el shogun Ashikaga Yoshimasa, el gobernante samurái de Japón, rompió su cuenco favorito. Cuando lo envió a China para su reparación, lo volvieron a construir con grapas metálicas, convirtiendo la belleza en algo completamente opuesto.
Entonces, un artesano local le prometió encontrarle una mejor manera de repararlo: ordenó las piezas rotas y rellenó las grietas con una mezcla de laca y oro, resaltándolas como parte de la historia del cuenco roto.
A diferencia de la mayoría de las tradiciones de reparación que intentan ocultar cicatrices, grietas e imperfecciones, el kintsugi las ilumina mediante diseño. Trata los pedazos rotos con reverencia y desafía nuestras visiones de totalidad y belleza, demostrando que se puede reconstruir algo que parecía roto.
Las parejas felices y conectadas parecen haber aprendido este arte de la reparación dorada. Los miembros de la relación se vuelven expertos en fortalecerse después de un conflicto: aprenden de él, evitan que llegue a más y se reconectan, intentando que no vuelva a repetirse.
El kintsugi busca que las parejas se comprometan a arreglar las cosas cuando se estropean —en este caso, que discuten—. Y es que, aunque hayamos aprendido con el paso de los años que las relaciones tienen que ser idílicas, lejos de las discusiones y malentendidos, cuando lo vivimos entendemos que lo bonito es saber afrontar lo malo de forma conjunta.
El perfeccionismo en las relaciones a menudo conduce a la decepción y la frustración. Los estudios muestran que las personas con perfeccionismo tienden a experimentar un mayor miedo a la intimidad. Además, el perfeccionismo puede afectar directamente a la pareja, ya que nos sentimos presionados a cumplir con unas expectativas.
Cómo aplicar el 'kintsugi'
En lugar de esperar perfección, es importante reconocer que ninguna relación es perfecta. Al ver los defectos no como obstáculos, sino como partes integrales de la identidad de nuestra pareja y de nuestro viaje compartido, podemos transformar estas imperfecciones en oportunidades de crecimiento y una conexión más profunda.
Tiene que ser algo mutuo, que salga de las dos personas que forman parte de la relación y que ambos estén comprometidos en intentar crear una luz al final del túnel que sea beneficiosa para la relación, en la que aunque nos enfademos, sepamos que podemos solucionarlo.