Querer ser feliz es un sentimiento universal, pero significa cosas distintas para cada persona. Puede ser tocar un instrumento o practicar un deporte, pero todos estamos de acuerdo en que es la sensación de disfrutar plenamente de nuestras vidas y querer sacar lo mejor de ellas. 

Lo cierto es que por mucho que la felicidad sea una emoción ansiada por todos, muchos todavía seguimos en el camino de acercarnos a ella. En este contexto, psiquiatras como Marian Rojas-Estapé, creen que es más sencillo de lo que creemos, pero que puede tener 'truco'.

Llevamos toda la vida escuchando que la felicidad depende de nuestras circunstancias, de las situaciones por las que pasamos, de tener más dinero, hijos, un buen trabajo o una pareja estable. Sin embargo, son las actividades voluntarias, las que dependen de nosotros mismos, las que marcan la diferencia.

Según reconocidos investigadores de la psicología y la neurociencia, la felicidad depende de tres factores: la predisposición genética, en un 40%; las condiciones de vida, en un 10%, y las actividades voluntarias, las que dependen de nosotros mismos, en un 50%.

En realidad, la felicidad no tiene tanto que ver con aquello que tenemos o no, sino con nuestra actitud. Eso que hemos escuchado durante toda la vida, de ver el vaso medio lleno o medio vacío, está directamente relacionado con el optimismo y, según Marian Rojas-Estapé, con la sensación de bienestar.

Cómo trabajar el optimismo

"La felicidad no es lo que nos pasa, sino cómo interpretamos lo que nos pasa", sugiere Rojas. Nuestra actitud es la que determina nuestro modo de vida, así como aquello que sentimos o dejamos de sentir. En el caso del optimismo, "es una manera de conectar con la realidad", explica la experta.

El optimismo es un rasgo de la personalidad que se hereda en un 25% de los casos. Sin embargo, también depende en gran medida de nuestro entorno. Si creces en un ambiente tranquilo y lleno de afecto, tendrás más probabilidades de ser optimista. En cambio, si en tu casa predomina la tensión y los conflictos, el optimismo será de lo primero que se verá afectado. Además de otros factores externos.

Aunque parezca que no depende de nosotros —y en muchas ocasiones no lo haga— el optimismo "puede verse en clave de problema o en clave de oportunidad", explica la experta, "tiene mucho que ver con nuestra voz interior, que tiene una influencia muy importante en nuestra vida".

Ser optimista es una actitud, una forma de ver la vida. Ser feliz es un estado, cómo te encuentras; sin embargo, ambas están indirectamente relacionados: "Está científicamente demostrado que la actitud previa a muchas circunstancias de la vida influye poderosamente en el resultado", explica Marian Rojas.

La evidencia sugiere que el optimismo es importante para hacer frente a eventos difíciles de la vida. Según los expertos, parece desempeñar un papel protector, ayudando a las personas a hacer frente a incidentes extraordinariamente complejos. 

Para acercarnos un poco más a esa felicidad debemos trabajar este papel protector y, por tanto, el optimismo. La psiquiatra cita una frase de Ramón y Cajal que decía "todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro".

"¿Por qué el 'si se lo propone' es tan importante?", pregunta la experta, "Esa es la parte de actitud de yo arranco y lo intento. Y para eso, lo primero es identificar como me trato, identificar cómo hablo de mis decisiones, de mi pasado, de mi presente, de mi futuro… Empezar a visualizar las cosas buenas de la vida".

En ocasiones, cuando buscamos la felicidad, nos centramos en la versión hedónica. Esas cosas que hacemos por un placer momentáneo, como comprar un nuevo par de zapatos, comer chocolate, mudarnos a la casa de nuestros sueños o darnos el gusto de comprar el último móvil. Sin embargo, esa sensación es efímera.

Cuando trabajamos en el optimismo, podemos conseguir más situaciones que nos hacen felices, pero de momentos cotidianos en nuestra vida. Mirar la vida con otros ojos, a las personas de nuestro alrededor y todo lo que hacemos.