Año tras año, la línea verde de Nantes va creciendo al mismo ritmo que se transforma la ciudad. Bien señalizada en el suelo durante 23 kilómetros, permite disfrutar de la etapa sin límites, mostrándole a la persona que camina por ella cómo la cultura se ha apoderado de una de las ciudades más bellas de Francia.
La mayoría de elementos que discurren por el camino están integrados en la urbe. Por eso, mientras se camina por ella, se puede admirar la arquitectura local, obras de arte al aire libre, elementos clave del patrimonio nantés y tesoros poco conocidos, entre los que se esconden plazas, placitas, jardines, callejones históricos y pequeñas boulangeries tan atractivas como sabrosas.
El arte está en la calle
En Nantes, la naturaleza tiene tanto protagonismo como la arquitectura. Los árboles centenarios que pueblan sus barrios están integrados en exposiciones anuales incorporando elementos modernos a la estética, ya de por sí bella, del medioambiente. Siguiendo la línea verde, la viajera podrá disfrutar de aquello que últimamente se ha dejado de mirar y, deteniéndose en su belleza, descubrirá el arte urbano unido a las criaturas naturales.
Situado en Miror d’eau, junto al Castillo de los Duques de Bretaña, un pino insigne de 80 años ha sido fuente de inspiración para Séverine Hubard. Sin dañar el entorno ni tampoco su tronco, el artista se ha inspirado en el campanario torcido de la Maison des Compagnons para imitar su forma con una estructura invertida de siete metros de altura.
Cuatro linternas apuntan al suelo y refuerzan la visión arquitectónica de la obra, titulada Chef-d’oeuvre torse. Los elementos de madera que se han utilizado para tal fin juegan un papel fundamental, resaltando la personalidad del artista y jugando con la perspectiva, los planos y las imágenes que ocupan el espacio.
Las esculturas de Max Coulon son brutales y, al mismo tiempo, también pretenden ser lúdicas. En este caso, un árbol tumbado que desafía la gravedad creciendo en horizontal ha sido el objeto de su inspiración y, a él le ha añadido una mano gigantesca tallada en un tronco de sequoia que lo sostiene, ¿o tal vez lo aprieta? ¿lo está ayudando o lo está estrangulando?
La definición de la obra pretende ser tan detallista que lo consigue y, si la viajera la observa con detenimiento, llegará a varias conclusiones, todas ellas diferentes. El título de la obra es Luffy and the tree y se encuentra en Duchesse Anne-Château.
Las máquinas de la isla
Nantes consiguió que la actividad portuaria llevada a cabo durante cinco siglos fuera el principal sustento local y la mejor carta de presentación de su ciudad. Sin embargo, a finales de los años ochenta, la industria naval se trasladó a la vecina Saint-Nazaire desmantelando los muelles y arruinando los astilleros. Con su indiferencia, la decadencia hizo amago de incorporarse al día a día, pero no lo consiguió.
Cuando empezó la búsqueda de una nueva identidad, la ciudad se reinventó con uno de los proyectos más famosos de Francia, Les Machines de l'île. Ubicada en la isla con el mismo nombre, la construcción de un parque temático estuvo inspirada en tres aspectos fundamentales que representan y articulan la ciudad: los mundos fantásticos de Julio Verne, el universo mecánico de Leonardo da Vinci y la explosión industrial que vivió Nantes en el siglo XIX.
Si la viajera sigue caminando por la línea verde y abandona los barrios céntricos, traspasará el Memorial a la abolición de la esclavitud por el puente de Ana de Bretaña y se sumergirá en un apasionante mundo mágico e interactivo donde la imaginación le hará volver a la infancia, a la literatura y al divertimento. Volverá a ser la niña que fue y, también, la que sigue siendo porque, solo cuando nos recuerdan la belleza vital, nos damos cuenta de que lo mejor y lo primero siempre nos sucedió en estos originales años de vida.
Otras zonas verdes
El rio Loira es otro elemento fundamental de Nantes. El agua fluye por sus canales y cuida el verdor tan característico que puebla sus calles. En frente de la Isla de las Máquinas, y a tan solo unos metros de la casa Museo de Julio Verne, El jardín Extraordinario proporciona al visitante un paréntesis de frescor después de la intensa actividad llevada a cabo en el parque. La cascada de 35 metros, una escalera que desciende junto a un rompiente espectacular y los siete miradores que cortan el aliento son sus principales atracciones junto con las plantas acuáticas gigantes, los plataneros y los helechos arborescentes.
Aunque, para paréntesis, la Isla de Versalles que, ubicada en el norte del casco antiguo, ofrece una calma tan intensa como oriental. Creada artificialmente en el año 1831 y ocupada en sus inicios por curtidores y astilleros, se transformó en el año 1983 en un precioso jardín japonés.
La composición del lugar hace que los desniveles se articulen alrededor de tres edificios inspirados en el hábitat tradicional nipón, entre los que destaca la casa del Erdre, la principal sede de exposiciones dedicadas al rio y su entorno acuático.
De vuelta al centro
A pie, en bicicleta o autobús. Después del paseo relajante, la viajera puede acudir al Château des ducs de Bretagne, o Castillo de los duques de Bretaña, para descubrir el Museo de la historia de Nantes o, sencillamente, pasear por sus instalaciones, una actividad completamente gratuita y al alcance de todos los públicos. El castillo, con más de ocho siglos de historia, es una magnífica fortificación que presume de muralla exterior y de refinamiento interior.
Construido a finales del siglo XV por Francisco II, el último duque de Bretaña, se convirtió en la residencia de su hija, Ana de Bretaña, coronada dos veces reina de Francia por sus distintos matrimonios y cuya estatua le rinde homenaje en el exterior del recinto, frente al puente levadizo.
Las exposiciones que tiene lugar en el interior son de sumo interés, de la misma manera que pasear por el patio de armas o los jardines del foso son una visita prácticamente obligatoria para conocer la historia de este pedacito de tierra francesa.
Sus monumentos eclesiásticos
No se puede acabar de completar esta visita a la ciudad de Nantes sin recalar en sus monumentos eclesiásticos. El más representativo es la Catedral de San Pedro y Pablo que en la actualidad permanece cerrada porque en el año 2020 una persona le prendió fuego causando daños irreparables en el órgano, la sillería y el techo de cristal datado del siglo XV.
Una estrofa grabada en la parte superior de las puertas recuerda que la primera piedra se colocó en el año 1434, dando lugar a un proyecto de construcción tremendamente extenso que culminó en 1893. Este edifico, uno de los más emblemáticos de Nantes, es famoso por tener las bóvedas más altas que las de la famosa Notre Dame de París y, pese a que permanece cerrado temporalmente, se espera su reapertura en diciembre de 2024.
El barrio de Graslin
Por último, con la línea verde de Nantes se puede conocer la belleza del barrio Graslin y sus principales atractivos. Elegante, comercial y cultural, este barrio sigue siendo un ejemplo de urbanismo de los siglos XVIII y XIX. La plaza de la Ópera y el restaurante Le Cigale son tan emblemáticos como el Passage Pommeraye. Pocas ciudades en Europa pueden presumir de una galería comercial como esta.
El pasaje es una obra arquitectónica del siglo XIX y anexa dos barrios por sus diferentes entradas, el barrio cultural Graslin con el barrio popular Commerce. Tras un largo periodo cerrado por obras de restauración, en la actualidad se puede disfrutar con los mismos elementos originales que vivieron su apertura.
El arte de Nantes se encuentra en las calles como también se encuentra entre sus bares y restaurantes que, entre una copa de champán y otra de Muscadet ofrecen delicias culinarias como el foie envuelto en higos o la langosta con patatas fritas. Dejarse seducir por la ciudad es fácil, salir de sus embrujos sin recordarla apasionadamente, no tanto.