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La felicidad ha evolucionado a lo largo de los años. Es posible que hoy en día nos hagan felices cosas más materiales, como un móvil nuevo o una sorpresa, incluso podemos ir un paso más allá y decir adelgazar. Si retrocedemos en el tiempo, es posible que adelgazar fuese lo último que hiciese felices a las personas y, de hecho, lo que se buscaba era completamente lo contrario —y así lo manifiestan todos los cuadros de la época—.

El sentimiento es unánime: todos, de una manera o de otra, pretendemos, aspiramos, deseamos ser felices. Desde que el ser humano desarrolla el sentido común, hace ya 400.000 años, ha tratado de algún modo u otro llegar a ese estado en el que parece que nada va a salir mal. Sin embargo, igual la clave está en el momento previo o, como lo llamaban los estoicos, la ataraxia.

La ataraxia es un concepto filosófico que ha capturado la atención de pensadores a lo largo de los siglos debido a su promesa de una vida libre de emociones negativas y preocupaciones. Los estoicos, epicúreos e, incluso, escépticos, se referían a ello como la búsqueda del equilibrio entre el cuerpo y la mente.

Qué es la ataraxia

La palabra ataraxia proviene del griego antiguo ἀταραξία, que se traduce como "imperturbabilidad" o "tranquilidad de ánimo". El término fue utilizado por primera vez por el filósofo Demócrito, quien lo definió como un estado de felicidad caracterizado por la armonía y el bienestar. Sin embargo, fueron los epicúreos, los estoicos y los escépticos quienes colocaron la noción de ataraxia en el centro de su pensamiento filosófico.

Se contempla como un estado previo a la felicidad. Un momento de serenidad interior que ha sido fundamental en varias escuelas filosóficas de la antigüedad y que se convirtió en un objetivo imprescindible para aquellos que buscan la tranquilidad mental y, por ende, el bienestar.

Demócrito, conocido como el "filósofo risueño", fue uno de los primeros en utilizar este concepto, aplicándolo a la idea de una mente en equilibrio, libre de inquietudes y temores. Su enfoque se centraba en la búsqueda de una vida equilibrada, donde el placer y la ausencia de dolor físico y emocional eran esenciales.

Para él, la ataraxia representaba un estado ideal de bienestar y armonía, de hecho, era imprescindible para alcanzar la felicidad. El paso del tiempo y la popularidad del término consiguió que más corrientes filosóficas desarrollaran una propia interpretación y métodos para alcanzarla, como el epicureismo, estoicismo y escepticismo.

Mujer en estado de paz. Istock.

Epicuro y sus seguidores consideraban la ataraxia como la meta última de la vida humana. Para ellos, la felicidad se alcanzaba mediante la eliminación del dolor y la búsqueda de placeres moderados, enfocándose en el bienestar físico y mental. De hecho, la única forma de alcanzarla era eliminando los miedos que pudiesen alejar al individuo de un estado de paz en el alma.

Los estoicos, en cambio, liderados por Zenón de Citio, veían la ataraxia como una consecuencia natural de vivir de acuerdo con la naturaleza y la razón. Con su interpretación, no buscaban eliminar los sentimientos ni las pasiones, sino que siempre estén bajo nuestro control para que no nos afecten.

Por último, los escépticos, como Pirrón de Elis, sostenían que la suspensión del juicio (epojé) era esencial para lograr la ataraxia. Al no emitir opiniones ni razonamientos definitivos, podían liberarse de las perturbaciones emocionales y alcanzar una mente tranquila.

La ataraxia en la actualidad

A pesar de que todas estas corrientes fueran importantes en la época, fueron las enseñanzas de Epicuro las que, en cierta forma, llegaron hasta la actualidad. La búsqueda de la tranquilidad mental y la liberación de las emociones perturbadoras son objetivos muy presentes en muchas técnicas modernas de salud mental.

Es algo que también vemos en disciplinas como la meditación y el mindfulness, que están estrechamente relacionados con la búsqueda de la ataraxia. Estas prácticas se centran en vivir en el presente y disfrutar de los placeres simples, alineándose con la filosofía epicúrea de minimizar el sufrimiento y maximizar la paz interior.

La práctica regular de este tipo de técnicas, que incitan a la relajación, meditación y reflexión interna, puede reducir el estrés, mejorar el bienestar general y promover una mayor claridad y equilibrio. Sin embargo, si adoptamos la perspectiva epicúrea, podemos aprender a manejar mejor nuestras emociones y a vivir una vida más plena y feliz.