¿Te incomoda no llevar las riendas de un plan? ¿Sientes bloqueo cuando algo no sale como esperabas? ¿Corriges la manera en que otros hacen las cosas irremediablemente? Si tus respuestas han sido "sí", "por supuesto" o "¿y quién no lo hace?", eres sin duda una amante del control. Y esto ya lo sabías, porque nada se te escapa.
Antes de que sigas leyendo, conviene aclarar que cuando se habla de 'control', hay que diferenciar respecto a las conductas compulsivas que viven 1.750.000 personas en España y que han sido diagnosticadas de TOC, con la consiguiente inhabilitación en el quehacer cotidiano. Nos referimos en este caso a un deseo de control que nace del miedo a la incertidumbre y que puede ser una respuesta sana siempre y cuando seamos realistas en cuanto a lo que está en nuestras manos modificar.
El control es necesario para desarrollar una vida con normalidad, dota de la capacidad de decisión y prevención sobre qué pasará en nuestro futuro y el rumbo que queremos tomar. Y, en definitiva, desempeña un papel funcional.
Pero entonces, ¿por qué tiene tan mala fama este rasgo? "La tiene porque se asocia a un abuso de poder, no permite a los demás tener iniciativa, libertad, creatividad, ni les permite proponer diferentes maneras de realizar las cosas. A veces, incluso, impide que la gente que nos rodea crezca", explica la psicóloga clínica Sonia Práxedes, experta en ansiedad y autoestima. Gabriela Paoli, especializada en desarrollo personal, está de acuerdo en esta mala fama porque "llevado al extremo, puede asfixiar".
Tomar el control nos hace asumir que seremos las absolutas responsables de los actos y las decisiones posteriores, y en esta posición no es posible dejar que la vida fluya. Un exceso de control podría convertirnos en personas rígidas e incapaces de surfear los cambios inevitables que se presentan en la convivencia y el trabajo, pero nos definiría como seres consecuentes que demuestran valentía y convicción en aquello que creen si ejercemos este en su justa medida. "La clave está en encontrar un equilibrio: un nivel saludable de control que brinde seguridad, tranquilidad y que ofrezca ciertas 'coordenadas'" confirma Paoli.
No en vano, la 'responsabilidad' es la primera cualidad más valorada en puestos de liderazgo por la empresa LHH, especializada en gestión de talento, y esta no podría llegar sin una dosis comedida de control. Famosas han llegado a confesar ser unas maníacas o 'freaks' del control, como la irreverente Kristen Stewart: "¿Por qué tengo que contenerme en decirle a los demás cómo hacer las cosas?", se preguntaba a sí misma en un episodio de Smartless. Psicólogas especializadas tienen la respuesta.
Apreciada 'soft skill'
"La idea es ser capaces de establecer un equilibrio entre el control y la falta de él" explica Práxedes, quien establece la importancia de determinar el grado de control que genera "autodisciplina, liderazgo de equipos, eficiencia y la consecución de objetivos".
Tener todo bajo control se convierte en sinónimo de eficiencia y consecución de objetivos, lo cual nos brinda esa sensación de seguridad. Pero nada más lejos de la realidad si caemos en el exceso. "Las personas controladoras suelen ser organizadas, meticulosas y atentas a los detalles. Esto puede hacerlas muy eficientes en su trabajo o en sus proyectos personales, ya que planifican bien y evitan así los contratiempos" señala la psicóloga Gabriela Paoli.
Las personas controladoras también buscan información al detalle y esto las puede llevar a "tomar decisiones bien fundamentadas gracias al minucioso análisis", continúa explicando Paoli quien ve a las poseedoras de este rasgo a observadoras natas capaces de analizar y asociar ideas de manera reflexiva y no como un comportamiento restrictivo.
El control aporta estructura, seguridad y una planificación sólida que puede ser muy beneficiosa en muchas situaciones.
"Mejor hecho que perfecto"
El exceso de control, por el contrario, "supone asfixia, lentitud en cualquier proceso y relaciones tóxicas" explica la psicóloga clínica.
Dani G Schulz reflexionaba en su pódcast Viene y va al respecto del equilibrio sobre la planificación y el perfeccionismo frente a la acción, algo ligado de manera muy estrecha a ese control en exceso.
"Mejor hecho que perfecto", sentenciaba ante los oyentes, dando así el salvoconducto a aquellas 'control maniac' que sufren la necesidad de tener todo en sus manos. Y es que, como corrobora Práxedes, "delegar y permitir que los demás trabajen con nosotros en equipo puede hacernos lograr objetivos mucho más amplios".
Tranquilidad 'bajo control'
Tener el control sobre determinadas situaciones proporciona una estabilidad en un entorno que a veces puede ser incierto y hostil, ahí reside la razón por la que muchas mujeres se sienten más tranquilas al tener "la sartén por el mando". Gabriela Paoli explica los factores de esta conexión:
- Proporciona mayor autonomía y seguridad
- Merma la incertidumbre sobre la vida cotidiana
- Evita sorpresas o situaciones inesperadas que generan ansiedad o estrés
- Mayor cuidado y protección de sus familias donde asumen roles de liderazgo
- Empoderamiento, mayor autoestima y confianza al saberse capaces de enfrentar desafíos y tomar decisiones informadas por sí mismas
- Paz mental, al mantener un equilibrio entre roles y responsabilidades gracias a la planificación.
Esta tranquilidad que experimentan muchas mujeres al sentir que tienen el control es el resultado de un conjunto de factores: autonomía, seguridad, protección de su entorno, empoderamiento y equilibrio. "Este control les da la confianza para manejar los desafíos diarios y asegurar el bienestar propio y de los suyos" concluye Gabriela Paoli.
Punto de inflexión
"El sentir que tenemos el control elimina ciertas amenazas de nuestro día a día, nos sentimos mucho más en calma y seguras si pensamos que tenemos todo controlado, que no pasará nada que no hayamos previsto ya, y controlando todo no ocurrirán situaciones temidas, eso nos da paz" confirma la psicóloga clínica Sonia Práxedes. Sin embargo, aunque pueda funcionar de primeras, esta sensación de tranquilidad se puede volver en nuestra contra.
"El control también es una causa de angustia constante, puesto que es imposible tener todas las variables controladas en cualquier situación, siempre hay algo que se escapa o que no puede ser controlado". Esto se torna en un problema cuando prevalece la necesidad de control por encima de la confianza en otros y "no somos capaces de delegar".
Otro punto de inflexión a destacar es sentir que "no nos permitimos disfrutar, ni tampoco a los demás". A esto se le suma la posibilidad de que aparezca un control patológico expresado en "ansiedad, insomnio, rumiaciones y exceso de autoexigencia".
"A nivel interpersonal, el control excesivo puede crear conflictos y fuertes tensiones porque las personas a su alrededor pueden sentirse restringidas, no respetadas o poco valoradas. Esto suele llevar a discusiones y a problemas de comunicación, afectando la calidad de las relaciones" puntualiza Paoli, quien no evita el foco del bienestar, señalando lo "agotador" de medir cada detalle.
Es en ese momento cuando se torna imprescindible la intervención de un profesional de la salud mental que acompañe nuestro camino hacia el equilibrio entre la autodisciplina y planificación necesaria en una vida ordenada y un comportamiento obsesivo que genere más problemas de los que resuelve.