Marita Alonso
Publicada

Lo sé, lo sé: comenzar cualquier texto aludiendo a la pandemia genera escalofríos e incluso bostezos, pero cuando Nielsen, líder mundial en análisis de audiencias y datos, desveló que la serie más vista en Estados Unidos en 2021 había sido The Office, que finalizó en 2013, quedó claro que el confinamiento tenía algo que ver en los resultados.

Las series New Girl y Crónicas Vampíricas, que terminaron hace tiempo, se encontraban igualmente en lo más alto del listado, dejando así claro que la pandemia había empujado a la gente a refugiarse en el confort de lo conocido.

Una encuesta puesta en marcha por Radio Times señaló además que el 64 % de los encuestados confesó haber encontrado apoyo en alguna serie televisiva de su pasado durante el confinamiento.

Volver a ver series cuyos giros de guion hace tiempo que dejaron de ser precisamente giros, libera dopamina, por lo que la nostalgia funciona como una suerte de triptófano que se basa en experiencias codificadas en la memoria. Los programas de televisión que elegimos volver a ver reflejan nuestros valores, nuestros gustos y los momentos vitales por los que hemos pasado.

Fotograma de 'New Girl'

Pero este comportamiento no es exclusivo de momentos de aislamiento. La investigadora Cristel Russell llevaba tiempo advirtiendo este fenómeno, y por ello puso en marcha un estudio que fue publicado ya en 2011 en el que se dictaminó que no es solo la nostalgia la que nos empuja a refugiarnos en el contenido que conocemos de antemano.

"La definición de nostalgia es un anhelo por el pasado. Es un deseo de volver a un tiempo anterior. Lo que descubrí es que no solo anhelamos el pasado, sino que la experiencia de volver a ver una serie nos permite apreciar cuánto hemos crecido y evolucionado. No era un anhelo por el pasado; sino una apreciación del presente. La conexión profunda que estableces con la serie proporciona este momento de autorreflexión en el que piensas: 'Guau, cuando vi esto por primera vez, tenía 20 años. Y ahora tengo 40. Y tengo hijos'. Lo ves de manera diferente y eso te permite decir que eres una persona diferente a la que eras entonces", explica al medio norteamericano Vox.

Ese regreso al pasado no siempre es tan amable, pues ante el clima cultural actual y las nuevas sensibilidades adquiridas, descubrimos que comentarios o comportamientos que antes encontrábamos divertidos en las series, ahora son ofensivos.

Lo mismo ocurre cuando nos planteamos qué opinarán las nuevas generaciones cuando (¿re?) descubran esas series que han formado parte de las vivencias de las generaciones previas, como ocurrió cuando Sexo en Nueva York llegó a Netflix.

"Parece que los millennials estamos deseando que los espectadores más jóvenes se encuentren con el episodio del bisexual, el del novio negro de Samantha o el de las prostitutas trans. Estamos deseando ver sus reacciones y hasta tenemos genuina curiosidad por ver cómo reaccionan", explica Raquel Piñeiro, periodista y responsable de Sexo en Nueva York Pódcast.

"La serie, incluso en su momento, tendía en ocasiones a ser muy conservadora y retrógrada, sobre todo para lo moderna y desprejuiciada que era en la mayor parte de sus situaciones. No es algo de lo que nos demos cuenta ahora, veinte años después. Ya entonces muchos enarcaron la ceja, por ejemplo, en el capítulo en el que Samantha inicia una relación con Sonia Braga y sus amigas la critican con frases como 'lo hace por llamar la atención'", añade. 

"Creo que una nueva generación que no la disfrutó en su momento la devorará y se desquiciará ante unas dinámicas de género que han envejecido mal, pero siguen todavía muy vigentes en el grueso de la sociedad. Y que pese a que se irritarán, se indignarán y desmontarán a Carrie como icono aspiracional, algo que lleva mucho tiempo haciéndose por parte de los propios fans de la serie, no podrán evitar seguir viéndola porque la serie es muy buena, rápida, con diálogos muy ingeniosos, adictiva y, en sus buenos momentos, inspiradora. Su alma, la amistad femenina, sigue estando ahí, y Samantha, el corazón de la serie, sigue funcionando como un tiro", explica Piñeiro. 

"Cuando las nuevas generaciones ven series que no les corresponden, como Friends o incluso Hospital Central o Los Serrano, tiene que ver nada más y nada menos que con la validación cultural de las mismas. Este fenómeno, cuando ha ocurrido con libros y con películas, indican que una película es hija de su tiempo, del mismo modo que un libro es hijo de su tiempo, pero luego, cuando llegan tiempos nuevos y generaciones nuevas, resignifican ese libro, esa película y esa serie, que la gente volverá a ver porque ahora están validados culturalmente", dice Alberto Rey, autor de Peliculero (Ediciones Península, 2024).

"Por el contrario, antes la gente pensaba o asumía que una serie era un producto de consumo único, de entretenimiento del que disfrutar cuando se emitía por primera vez, o sea, pensaba que era fruto de su tiempo puro y duro, sin ser ni siquiera un producto cultural", añade.

Fotograma de 'FRIENDS'

"Ahora que las series han pasado al siguiente nivel y están justo junto a los libros y las películas, viven exactamente el mismo fenómeno; el de la resignificación cultural a través de las generaciones, que además es superfértil, porque a mí, por cada estupidez que escucho sobre una serie de los 80 alegando que es machista o racista, escucho ocho o diez opiniones muy interesantes que me sirven para reflexionar sobre esa serie, pero sobre todo, sobre el mundo actual", recalca el experto.

"Me parece muy positivo. Es exactamente lo mismo que hacemos nosotros con Pío Baroja. ¡Pues claro que Pío Baroja es machista o claro que en el mundo de las escritoras del romanticismo hay una mezcla de liberación y masoquismo femenino extrañísima! Pero eso es lo interesante", explica.

La nostalgia, ese fenómeno tan común en nuestras vidas, se alimenta de experiencias codificadas en la memoria. Los programas de televisión que elegimos revisionar son tanto una forma de entretenimiento como un reflejo de nuestros valores, preferencias y las distintas etapas que hemos atravesado a lo largo del tiempo.

Rey señala que volver a las series que ya vimos con anterioridad "es la definición pura de lugar feliz". Asegura que supone regresar a los lugares en los que fuimos felices, aquellos en los que vivimos nuestra juventud y nuestra niñez, porque todo el mundo, cuando es joven y niño, incluso a la primera edad adulta, es feliz o se recuerda como tal.

"Y aparte, al ser indelebles de alguna manera, están exactamente igual que cuando las vivimos por primera vez; tienen este punto de ser el parque de atracciones, tal como lo recordamos, y a la vez el parque de atracciones, oxidado y antiguo y vintage, con ese encanto de lo decadente. Funciona de las dos maneras", asegura. 

En un mundo en el que los plot twist son habituales y en muchas ocasiones, poco agradables, el confort de poder revisionar una serie cuya trama conocemos y en la que no hay sobresaltos funciona como esa denominada comfort food que, lejos de consistir en tartares y esferificaciones, encuentra el placer en el 'chup chup' más tradicional.

Porque quien quiere sorpresas puede ver el telediario o incluso Mask Singer, pero la tranquilidad y el placer se encuentran en lo conocido. Si Netflix pregunta su "¿Sigues ahí?", la respuesta no es "sí", sino "sí: he vuelto".