Según los datos referentes al curso 2021-2022 publicados por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, en los colegios e institutos españoles hay 46.238 alumnos de altas capacidades intelectuales. Es decir, estudiantes que destacan de forma sobresaliente sobre la media de la población.
Presentan un nivel de inteligencia y habilidades cognitivas superiores en comparación con otros niños de su misma edad y no solo destacan por su agudeza intelectual, sino que también pueden resaltar en áreas creativas y artísticas. Aunque parezca un tipo de milagro, en muchas ocasiones esta habilidad se convierte en una maldición.
Las estadísticas muestran que, tarde o temprano, gran alumnado de altas capacidades termina en fracaso escolar. Aunque puedan presumir de tener una inteligencia muy superior a la media, la realidad es que existen una serie de causas que originan el rechazo al colegio, malas notas, actitud desafiante y una falta de organización.
El bajo rendimiento escolar en niños con altas capacidades
Aunque comúnmente se asume que las altas capacidades están inevitablemente ligadas al éxito escolar, la realidad muestra que entre el 35-50% de los alumnos fracasa en el sistema escolar y en torno al 70% tiene bajo rendimiento académico.
Estos alumnos, aunque poseen un potencial intelectual por encima del promedio, no siempre encuentran un entorno escolar que les permita desarrollarse plenamente. El bajo rendimiento en estudiantes con altas capacidades suele surgir cuando sus necesidades educativas, emocionales y sociales no son reconocidas ni atendidas de manera adecuada.
Cuando los estudiantes con altas capacidades perciben que el contenido académico no supone un desafío para ellos, o sienten que la repetición de tareas simples no les aporta valor, su interés puede decaer de manera significativa.
La falta de estímulos apropiados, la monotonía y la ausencia de estrategias pedagógicas diferenciadas pueden llevarlos a desmotivarse, desconectarse del proceso de aprendizaje e, incluso, a experimentar frustración o a tener comportamientos disruptivos dentro del aula.
Sin embargo, el problema no radica en la capacidad del alumno, sino que muchas veces se encuentra en la falta de reconocimiento de sus necesidades específicas. La ausencia de programas o de un acompañamiento adecuado en su proceso educativo puede derivar en una falta de desarrollo pleno de sus habilidades.
Al mismo tiempo, la presión por cumplir con las altas expectativas que recaen sobre ellos —tanto por parte de sus familias como de los docentes— puede generar ansiedad, perfeccionismo extremo o incluso miedo al fracaso. En algunos casos, esta presión los lleva a evitar enfrentarse a desafíos reales, optando por situaciones donde su éxito esté garantizado, lo cual puede acentuar aún más el bajo rendimiento.
Otro factor relevante es el sentido de pertenencia dentro del grupo social. Muchos estudiantes con altas capacidades experimentan una sensación de aislamiento debido a sus intereses particulares, su nivel de pensamiento avanzado o su tendencia a cuestionar y analizar todo con profundidad.
Esta dificultad para conectar con sus compañeros puede llevarlos a sentirse diferentes o incomprendidos, afectando su autoestima y, como consecuencia, su motivación académica. Por tanto, pueden llegar a obligarse a pertenecer a ese grupo social, y dejar de comportarse como verdaderamente son.