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Durante el último trimestre del 2023 se contabilizaron en España 14 millones de solteros, una cifra que se ha disparado considerablemente en los últimos años. En el otro lado, los datos del reciente estudio Matrimonios en España, realizado por la escuela de negocios TBS Education-Barcelona, indican que nuestro país tiene uno de los ratios de casamientos más bajo de toda Europa.

A pesar de que los matrimonios han aumentado desde la pandemia, no alcanzan los niveles previos al 2020. Los motivos de este descenso son muchos, entre ellos, la búsqueda de autonomía personal, la dificultad para conciliar la vida laboral y las diferentes tendencias que existen en la actualidad, en las que se prioriza otro tipo de relaciones.

Sin embargo, a pesar de todas las nuevas formas que existen para relacionarse, muchas de ellas son una imitación de lo que hemos vivido toda la vida, pero con otro nombre. Una de ellas son las parejas transaccionales, una vinculación afectiva en la que uno o los dos miembros de la relación esperan obtener unas ganancias de ese vínculo.

Qué son las parejas transaccionales

Las parejas transaccionales son un concepto utilizado en disciplinas como la psicología, la sociología y, en algunos casos, el análisis de relaciones interpersonales dentro de contextos organizacionales o sociales. Este término describe relaciones humanas en las que las interacciones entre los individuos están basadas principalmente en intercambios, ya sean emocionales, materiales, de poder o de cualquier otro tipo.

La base de estas relaciones no es necesariamente el afecto profundo o el compromiso incondicional, sino el intercambio mutuo de recursos o beneficios. El enfoque no se basa únicamente en el dinero y en el estatus, sino que también se puede buscar reforzar la autoestima y el ego, hasta satisfacer sus vacíos y necesidades emocionales.

En este tipo de vínculo, cada persona evalúa lo que aporta y lo que recibe a cambio, estableciendo una suerte de "transacción" interpersonal. Estas transacciones pueden implicar necesidades emocionales, como apoyo, validación o compañía, pero también pueden involucrar aspectos más tangibles, como dinero, favores, bienes materiales o estatus social.

Para simplificar las cosas, una personalidad transaccional es alguien que nunca actúa (positiva o negativamente) si no hay nada que ganar. Una persona con este tipo de conducta solo dará si puede recibir, aplicando esto a todas sus relaciones, incluida su pareja romántica.

A diferencia de otros tipos de relaciones en las que las personas hacen cosas buenas por los demás por cariño, preocupación o empatía, la motivación principal de una relación transaccional es recibir una recompensa.

En algunos casos, estas relaciones se establecen de manera consciente, donde ambas partes entienden y aceptan los términos del intercambio. En otros casos, las transacciones pueden ser implícitas o inconscientes, lo que no significa que no estén presentes, sino que no se discuten abiertamente.

Pareja dándose regalos.

Un ejemplo típico de pareja transaccional puede observarse en las parejas románticas, cuando ambas partes se relacionan a partir de expectativas claras sobre lo que cada uno ofrece y lo que espera recibir. Esto podría incluir cuestiones financieras, estabilidad emocional, atención física, u otros factores que ambas personas valoran y consideran esenciales para mantener la relación.

Las relaciones transaccionales, al centrarse en el intercambio explícito de beneficios, pueden perjudicar a los solteros al limitar la profundidad de sus vínculos personales. Este enfoque, basado en lo que cada parte puede ofrecer material o funcionalmente, puede conducir a interacciones superficiales que dificultan la construcción de conexiones emocionales auténticas.

En este contexto, las personas pueden desarrollar una visión instrumental de las relaciones, percibiéndolas más como transacciones que como oportunidades de encontrar el amor verdadero. Esto no solo puede generar una sensación de vacío o insatisfacción emocional, sino que también puede fomentar una dependencia de factores externos, como el estatus o los recursos, en lugar de valorar otras cualidades.

Las consecuencias de las relaciones transaccionales

Si bien las relaciones transaccionales no están necesariamente exentas de afecto o conexión emocional, el énfasis principal recae en el equilibrio percibido entre lo que se da y lo que se recibe. Este tipo de dinámica puede ser saludable siempre que ambas partes estén de acuerdo ello y sientan que sus necesidades están siendo satisfechas.

Sin embargo, también puede generar problemas si una de las partes percibe un desequilibrio en la transacción, siente que está siendo explotada o que sus aportes no son valorados de manera equitativa.

Desde una perspectiva psicológica, las relaciones transaccionales son especialmente relevantes en contextos donde las personas buscan satisfacer necesidades específicas. Sin embargo, en el ámbito emocional, estas relaciones pueden carecer de profundidad, lo que a largo plazo puede llevar a sentimientos de insatisfacción, desconexión o superficialidad.

La realidad es que este tipo de relaciones han existido siempre, incluso en los matrimonios. Cuando una pareja decide casarse, hay documentos legalmente vinculantes que firmar, y el oficiante de la unión presenta a la posible pareja un quid pro quo.