La habitación de mi sobrina adolescente está invadida de pósters de actores y cantantes coreanos, lo que es apenas una manifestación de lo enganchada que está a las series coreanas.
Como ella, quien también baila las coreografías de los innumerables de grupos de K-Pop, ahora mismo hay millones de personas alrededor del mundo. A este fenómeno cultural le llaman ola coreana (Hallyu) que se empezó a forjar y fortalecer justo cuando el gobierno coreano decidió invertir dinero – ¡mucho dinero! - en la cultura, la idea era tomarla como una industria más de ese país, que había tenido una importante transición política a finales de los 80 y que apenas empezaba a asomar la nariz después de atravesar una fuerte crisis económica.
A principios de los 90, en Corea del Sur surgió una mezcla de música occidental cantada también en coreano, muy en contra del en aquel momento reinante conservadurismo y tradicionalismo. Con los años el K-Pop no tardó en convertirse en una identidad nacional que influiría notablemente en todas las otras expresiones culturales y hasta en la política y la economía.
Entre esos millones y millones de seguidores del K-Pop alrededor del mundo, también se encuentra una buena parte de los y las fanáticas de los llamados K-Dramas, a los que también se les denomina Doramas, un nombre que encuentra su origen más bien en la cultura japonesa, pero que se le ha adaptado a los dramas, dramones, melodramas y comedias románticas, de época o actuales, producidas en Corea del Sur.
Con la pandemia y la entrada de las plataformas de streaming en la ecuación, después de cocinarse las estrategias de las producciones coreanas a puertas cerradas, la irrupción de los K-Dramas, además aupado por el algoritmo y su consabido ‘quizás también te pueda interesar...’, se convirtió en un tsunami de grandes magnitudes.
A través de Netflix, la primera plataforma en haber reconocido el inmenso potencial de las producciones provenientes de Corea del Sur además de no haberle fallado el olfato al concentrarse en el mercado asiático, empezaron a aparecer en mi pantalla diferentes recomendaciones como La gloria (2022), la historia de una venganza de una mujer que sufrió bullying en su infancia, El amor es como el chachachá (2021) sobre un amor improbable entre una dentista y un repartidor de un restaurante chino, Tribunal de menores (2022) centrada en una jueza y los casos que debe juzgar, la dramedy Woo, abogada extraordinaria (2022) sobre una jurista autista, o el drama policiaco Mi nombre (2021) que sigue a una mujer que busca vengar el asesinato de su padre.
Es difícil ignorar la oferta. El algoritmo hizo de las suyas por haberle dado el play a la distópica El juego del calamar (2021), a la historia de zombies de época, Kingdom (2020), o a la extraordinaria película Okja (2017), de Bong Joon-ho, el mismo director coreano que arrasó en los Óscar de 2020 con Parásitos.
De más está agregar, aunque es oportuno recordarlo, que las series nombradas hace unas líneas, han sido algunos de los títulos más vistos de esa plataforma alrededor del mundo, acumulando millones y millones de visionados.
¿Por qué nos enganchamos?
A pesar de las evidentes diferencias culturales existentes entre España, Hispanoamérica y Corea del Sur, sin dudas hay conexiones que atrapan a la audiencia en un rango que abarca desde el público juvenil al adulto de diferentes edades.
No es raro que una madre cuarentona y su hija adolescente de 14, que se traduce a mi cuñada y mi sobrina, después de superar la discusión del día, se reúnan en el sofá de casa para darse un banquete de Nos vemos en mi 19ª vida (2023) con sus dos personajes principales transitando y recordando vidas pasadas, Tu tiempo llama (2023) también sobre viajes en el tiempo, Navillera (2021) centrada en un hombre de 70 años que empieza a aprender ballet y el bailarín profesional veinteañero que ha perdido su rumbo, o la divertida comedia romántica Amor en la puerta de al lado (2024), que hasta a mí me tiene entre sus dulzonas garras.
Si bien existen diferentes teorías del éxito de los K-Dramas en todo el mundo, Jung Duk-hyun, crítico de cultura pop y autor de libros sobre dramas de TV coreanos, sostenía en un reportaje publicado en The Korea Times, que el arrase masivo se debe a que apelan a una gama de sentimientos y emociones que deja una impronta en los espectadores.
"Estos dramas conectan a un nivel mucho más profundo con la audiencia", afirmaba el crítico, "montan a los espectadores en una montaña rusa emocional que les hace reír, llorar, sentir ira y otras emociones, además de vivir la historia que te cuentan junto con los personajes".
Los K-Dramas han depurado la fórmula de la unión del drama con el romance, y constituyen un producto más refinado que las telenovelas latinoamericanas conocidas también como ‘culebrones’, y con las que se les suele comparar.
Poco sexo, más romance, diferencias de clase, temas sociales, amor, segundas oportunidades, nexos familiares, amistad, poca violencia. Estos son algunos de los ‘ingredientes’ que han estado presentes en los K-Dramas, aunque con el afán de hacerlos más globales y más apetecibles a audiencias diversas, se nota una tendencia a cambiar las cantidades de estos ingredientes, sobre todo en lo relacionado a la violencia, lo que hace preguntarnos hasta qué punto en un futuro los K-Dramas mantendrán su esencia.
Luego está la pregunta sobre cómo las transformaciones sociales en Corea del Sur han incidido en las historias que narran los nuevos K-Dramas, sobre todo en lo que se refiere a la percepción hacia las féminas, así como la posición de las mismas en la sociedad del coloso asiático.
Las mujeres en los K-Dramas
En diferentes medios de comunicación, varias actrices coreanas han reconocido que cada vez más las mujeres son el centro de las historias, cosa que no ocurría hace dos décadas, lo cual a su vez es un reflejo de los cambios del rol de las mujeres en Corea del Sur.
Ejemplos abundan como Treinta y nueve (2022) sobre tres amigas que están a punto de cumplir 40 años, o las comedias dramáticas Doctor Cha (2023) centrada en una médico que después de ser ama de casa decide ejercer su profesión, El naufragio de una diva (2023) sobre una aspirante a cantante que tras estar recluida en una isla durante 15 años regresa a la civilización para cumplir su sueño, o la magnética Anna (2022) que gira en torno a una mujer que pierde su identidad al vivir la vida de otra persona.
Que las protagonistas femeninas ya no esperan ser salvadas de variopintas miserias por un hombre rico y guapete, constituye un hecho que mucho tiene que ver con que actualmente "las coreanas poseen un alto nivel educativo y buscan el éxito social y profesional, más que el matrimonio y la maternidad, con todos los problemas que esto también acarrea", comentaba en un programa de la BBC Hong Eun-mi, vicepresidenta de la Asociación de Guionistas de Corea.
"Ahora los personajes femeninos son mujeres independientes, profesionales, y que realmente no están nada preocupadas por casarse", apuntaba la guionista Hong haciendo notar que estas características de las figuras de ficción coreanas son compartidas con muchas mujeres reales alrededor del mundo, lo cual "hace aún más atractiva sus historias".
Aunque para los y las críticos de series de televisión existen diferencias evidentes entre el grosor de las producciones, todas ellas suelen ser identificadas bajo la categoría K-Drama. De allí a que una serie excepcional y multipremiada en EE.UU como Pachinko (2022-2024), que a lo largo de dos temporadas narra la saga de una familia coreana en Japón a través de décadas, también sea considerada como tal.
Al pionero Netflix le han seguido otras plataformas de streaming, no solamente ampliando la oferta de los K-Dramas, sino también el tipo de producciones. Allí está los catálogos de Apple TV (con Pachinko, Dr. Brain o My Sweet Mobster, entre otras), Disney+ (con Link: come, ama, mata, Tío Samsik, La venganza de los otros, Una tienda para asesinos, además de otros títulos) o de Amazon Prime Video (Flor de caballero, Cásate con mi esposo, Mi chico es Cupido, El juego de la muerte, entre muchas otras)
Pero más allá de estas plataformas, para eso está el insondable mundo de Internet con varias y tentadoras ofertas de K-Dramas o Doramas. Todo parece apuntar que la fiebre de las series coreanas tendrá una larga vida, sobre todo tomando en cuenta a un importante y determinante factor que se suele obviar como lo son las comunidades de seguidoras y seguidores que, tal como en el caso del K-Pop, se extienden a lo largo y ancho del planeta conectados a través de las redes sociales. Y esta constituye otra arista que mantiene y mantendrá muy vivo el auge de los K-Dramas.