La vida es muy imprevisible y puede cambiar de un segundo a otro. Podemos sentirnos en el mayor clímax de felicidad, y de repente apagarnos por pensar en cosas en las que no deberíamos. Y viceversa, estar completamente hundidos y pensar, ¿por qué estoy así si no tengo ninguna razón?

Las situaciones —la gran mayoría de las veces— tienen la importancia que nosotros queremos darle. Como dice la sabiduría popular, el ser humano tiene la gran capacidad de hacer montañas de granos de arena. Y a pesar de que somos nosotros quienes las formamos, pocas veces sabemos salir de ahí.

Hay muchas situaciones que pueden hacernos daño; sin embargo, no nos enseñan a enfrentarnos a ellas. Los expertos sugieren que, una forma de no hacernos daño es "deshabituar" al cerebro. 

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Sin embargo, hablar de "deshabituar" tiene que ver con pensar por ejemplo, en cuando entramos a una tienda de café y nada más pasar por la puerta, el olor nos cautiva. Sin embargo, a medida que pasan los minutos, va desapareciendo hasta que no olemos nada. Pero el aroma sigue estando ahí.

Esta tendencia de nuestro cerebro a dejar de prestar atención a las cosas que están presentes todo el tiempo o que cambian gradualmente es lo que se conoce como habituación. En cambio, si lo dejamos descansar, y después retomamos, podremos vivir con menos estrés.

Qué es la habituación

Tali Sharot, profesora de neurociencia cognitiva del University College de Londres, ha hablado de este fenómeno con la BBC. Nuestro cerebro se acostumbra a todo lo que tenemos alrededor, el sonido, el olor, las luces o incluso, la temperatura. 

"Hay una razón adaptativa evolutiva para ello y es que necesitamos conservar nuestros recursos", explica la neurocientífica; sin embargo, para evitar el estrés y principalmente, situaciones que nos hacen daño, la experta sugiere hacer lo contrario: distanciar a nuestro cerebro.

Mujer trabajando feliz.

"Responder a algo nuevo que vemos, olemos o sentimos por primera vez tiene sentido, pero cuando después de un rato notas que sigues vivo y todo está bien, ya no necesitas responder a ello tanto como antes. Es mejor ahorrar esos recursos y prepararnos para la próxima situación que debamos enfrentar", explica.

La deshabituación nos ayuda a avanzar motivados. Sharot pone el ejemplo del trabajo: el primer día estamos entusiasmados, nerviosos y felices por ver qué nos vamos a encontrar; sin embargo, a medida que pasa el tiempo, estos sentimientos se pierden. Si esta emoción se conservase con el paso de los años, no estaríamos motivados en el caso de que nos ofreciesen un ascenso. 

Lo cierto es que esta circunstancia mental es, realmente, positiva. Es la que nos permite superar situaciones difíciles como perder a un ser querido, porque aprendemos a vivir con el dolor, pero así como nos ayuda a seguir adelante, puede volverse en nuestra contra.

Cómo deshabituar al cerebro

A pesar de todas las ventajas que tiene la habituación, cuando nos acostumbramos demasiado a un sentimiento —incluso si es negativo— dejamos de considerarlo tóxico, porque se ha vuelto una costumbre y carecemos de perspectiva.

Si pensamos, esto pasa de forma muy habitual con las situaciones placenteras. Nos ponemos objetivos y metas en el camino y cuando las conseguimos pensamos, ¿y ahora qué?, ¿por qué no me siento tan feliz como debería? Nosotros mismos reducimos la intensidad de nuestras emociones.

Sin embargo, la experta indica que "es posible engañar a nuestro cerebro" con el fin de superar esta tendencia común de habituarse a las cosas y, por tanto, pasarlas por alto: el truco está en tomar distancia. 

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Cuando nos distanciamos y hacemos una pausa de una situación, en el momento en el que volvamos a enfrentarnos a ella, podremos verla con una mirada más fresca. Salir de una cafetería supondría que al volver a entrar volveríamos a oler el aroma de café. 

Para ello tenemos dos opciones relacionadas entre sí. La primera es hacer descansos, es decir, si nos alejamos de la situación, aunque sea por un corto periodo de tiempo —como un fin de semana—, conseguiremos deshabituarnos hasta cierto punto y al volver, veremos las cosas con otros ojos.

De hecho, esta situación es algo que muchas personas hacen inconscientemente. Discuten con su pareja, familiar o amigo y en vez de soltar todo lo que tienen en la mente, prefieren irse a dar un paseo. Solo para no empeorar la situación. 

Distanciarnos de las situaciones potencia la felicidad. Durante una de las investigaciones de la neurocientífica descubrió que el momento más feliz de unas vacaciones podía llegar hasta las 43 horas. 

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Con el paso de los días, el disfrute iba disminuyendo y al terminar el estudio, cuando se preguntó a los participantes, la respuesta más repetida fue la primera vez que hicieron algo: la primera vez que vieron la playa, el primer cóctel o el primer castillo de arenal. 

Incluso descubrió que el día previo a las vacaciones fue el más feliz, cuando imaginamos cómo serán esas vacaciones. Por eso, en ocasiones, lo bueno, cuando es breve, es aún mejor. Disfrutamos más y no tenemos tiempo de acostumbrarnos.