La última película de Álex de la Iglesia, El cuarto pasajero (2022), ha puesto bajo el foco lo que te puede suceder en un coche compartido.
En clave de humor, el filme cuenta la historia de Julián (Alberto San Juan), un divorciado de cincuenta años con problemas económicos, que decide recurrir a una aplicación para compartir su coche y se enamora de Lorena (Blanca Suárez), que viaja a menudo a Madrid.
Julián pretende sincerarse en uno de los viajes, pero un error a la hora de elegir al resto de pasajeros (Ernesto Alterio y Rubén Cortada) cambiará el rumbo de los acontecimientos.
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La película de Álex de la Iglesia nos lleva a pensar que esta manera de viajar puede venir acompañada de curiosas anécdotas, a veces surrealistas, pero ¿es así en la vida real? ¿Podrías convertirte en la protagonista de una historia de amor como Lorena (Blanca Suárez)? ¿Y de una comedia?
Está claro que en este tipo de viajes se viven todo tipo de situaciones. Algunas resultan cómicas, como la que nos cuenta Yaiza, quien recuerda llevar junto a su marido a dos mujeres de mediana y avanzada edad en el coche, ambas se durmieron y no dejaron de roncar en todo el camino, algo que les hizo mucha gracia.
Otras, no tanto. Ya que cuando Yaiza fue de pasajera, recuerda el susto cuando hizo un viaje Madrid-Valencia que suele realizarse en tres o cuatro horas, en tan solo dos y media.
Los coches compartidos también han sido testigos de arduos debates. Miguel recuerda uno en particular entre una "chica hippie" y un "chico pijo" sobre la tauromaquia.
Además, son espacios que se convierten en lugares para una terapia y si no que se lo digan a Pedro. Recogió a Marta (nombre ficticio) en Madrid en un viaje hacia Valdepeñas (Ciudad Real). A la altura de Valdemoro, ella comenzó a llorar y le contó a Pedro que su novio le había dicho que fuera a verle para romper con ella. Durante más de dos horas Pedro se convirtió en psicólogo para Marta.
Un viaje accidentado
Viajar en un coche compartido, a veces, supone arriesgarse a vivir todo tipo de historias. Alba (nombre ficticio) se subió en el coche de Miguel, esperando un viaje normal Madrid-Almería. Junto a ellos había dos pasajeros más, un hombre argentino de copiloto y una chica peruana a su derecha. Esta chica comenzó el viaje regular, ya que no acudió al punto de encuentro y Miguel tuvo que ir a por ella.
A la altura de Getafe, la peruana preguntó si podría parar el coche porque se encontraba indispuesta. Al instante vomitó dentro del vehículo y dio al pasajero. Miguel consiguió parar en un área de servicio y Alba la ayudó a lavarse.
El copiloto, enfadado, le dijo que la dejara allí. Pero Miguel no lo hizo. Continuaron el viaje y el argentino comenzó a contar que él se había mudado a Galicia para trabajar en un astillero. Allí le propusieron trabajar en un barco por la noche, que le pagarían bien.
El hombre continuó contando que se trataba de una fiesta privada de narcos por las rías y "a escondidas de la policía" en la que había prostitutas y drogas, incluso que a veces tiraban a estas mujeres a las rías. La cara de Alba hablaba sola.
Finalmente, tras el incómodo viaje, Miguel decidió dejar a Alba en la puerta de su casa, en lugar de en el sitio pactado como compensación por lo vivido en aquel trayecto.
Quedarse en una gasolinera
Una historia también accidentada fue la de Lorena (nombre ficticio). Ella decidió poner su coche a disposición de otros pasajeros que quisieran acudir desde Madrid al festival A Summer Story que se celebra en junio en Arganda del Rey, a unos treinta kilómetros de Madrid.
No contaba con la gasolina suficiente para el trayecto de vuelta, así que a mitad de la ida avisó al resto de viajeros que haría una breve parada para repostar. Los conciertos estaban empezando y los amigos de todos los pasajeros les esperaban en Arganda.
Cuando iban a retomar el trayecto, Lorena se dio cuenta de que algo no iba bien. Había cometido un grave error, repostó con diésel y su coche era de gasolina.
En medio del camino, rodeados de campo, estuvieron los cinco desconocidos a los que sus amigos esperaban cantando y disfrutando de la fiesta, esperando a que un profesional pudiera vaciar el depósito para repostar de nuevo.
Encontrar el amor
Pero, aunque después de estas anécdotas cueste algo creerlo, también se viven bonitas historias de amor, como la de Elena y Álex.
Ambos iban a hacer un Erasmus a Coimbra, Elena preguntó quién iba a ir en coche la primera semana de septiembre para compartir el viaje y así conoció a Álex. Se dio cuenta de que también estaba dentro del grupo de WhatsApp de los quince que compartirían casa.
El día que la recogió, Elena recuerda ver a un chico bastante guapo. Después recogieron a otra chica que tardó media hora en quedarse dormida. Las siguientes cinco horas estuvieron hablando solo ellos dos y se dieron cuenta de que habían llevado vidas muy parecidas.
Cuando llegaron a la casa les dieron una habitación a cada uno en el mismo piso. Dos años y medio después siguen enamorados.