La revolución feminista se escribe con los nombres de personas valientes, en su mayoría mujeres pero también algunos hombres, que se atrevieron a desafiar las normas y a la sociedad de su época para conseguir los derechos de los que hoy nosotras disfrutamos.
[Así ha cambiado el traje de baño femenino: de los vestidos de lana del siglo XIX a los mini bikinis]
Cómo se debe (o no) vestir una mujer ha sido un tema recurrente en esta lucha por la igualdad de derechos y, en concreto, la exposición del cuerpo femenino en público y el uso libre del bikini fue parte de esta revolución en el s. XX.
El origen del bikini
Aunque hay diferentes teorías, la oficial dice que la primera vez que se lució un bikini fue un 5 de julio de 1946, en la Piscine Molitor de París. Louis Reard, ingeniero automovilístico francés e invertor del bikini, pidió a modelos profesionales que posasen con su diseño: dos triángulos en el pecho y y dos más en la parte inferior, pero ninguna quiso hacerlo.
En esa situación, sólo la bailarina y striper del Casino de París Michelle Bernardini se atrevió a lucir ese invento, advirtiendo a Reard de que esa imagen iba a tener un impacto más grande que la bomba nuclear que había lanzado unos días antes EEUU en el atolón Bikini.
Y fue precisamente la bomba la que dio nombre el invento que ha cambiado la forma femenina de lucir cuerpo y libertad.
El bikini una revolución feminista
La verdad es que en su década el bikini no triunfó. La actriz Esther Williams, famosa por sus musicales con espectáculos acuáticos, se negó a llevarlo y muchas compañeras en Hollywood la secundaron porque, decían, se sentían demasiado desnudas.
En las playas, la realidad eran mujeres con bañadores de lino o de algodón, que cubrían el busto completo y que cuando se mojaban eran pesados y difíciles de manejar. Así que la moda del bikini no sólo liberó a la mujer de prejuicios sociales sino también de la incomodidad y el peligro que suponían las antiguas prendas.
Y ahí apareció una joven llamada Brigitte Bardot que se atrevió a ser La chica del bikini, una película francesa de 1953 que no sólo destacaba esta prenda sino que la convertía en atributo de la mujer.
Esa imagen de libertad, impregnada de sensualidad y estilo, supuso un impulso feminista para quienes reclamaban la libertad de la mujer para usar y enseñar lo que quisiera de su cuerpo. Y no fue fácil. En la mayoría de los carteles que se hicieron de esa película, la protagonista no aparecía con el famoso bikini.
A Bardot, le siguieron otras actrices como Ava Gardner, Rachel Welch y su famosa portada, Mariylin Monroe o Rita Hayworth, entre otras, que empezaron a popularizar su uso ligándolo a la imagen de una mujer atrevida y sin prejuicios.
Prohibición del bikini en España
Pero los 60 en Francia, en Europa o en EEUU no eran los 60 en España. Y, de hecho, aquí el Ministerio de Gobernación, en una circular de 1951, quiso unificar la complicada normativa sobre los baños, dejando claro la prohibición del bikini en las costas del país.
"Queda prohibido el uso de prendas de baño indecorosas, exigiendo que cubran el pecho y espalda debidamente, además de que lleven faldas para las mujeres y pantalón de deportes para los hombres". Por supuesto quedaba prohibido el nudismo y hasta sentarse en cualquier restaurante o chiringuito, fuera de la playa en bañador. (Ahora entiendo la frase de madre de "en bikini no se come" ni siquiera en una piscina privada).
La norma era para todos. Sin embargo, tres ciudades pelean por convertirse en la primera que rompió la norma y permitió que la mujer española se enfundara su bikini: Santander, Benidorm y Marbella.
Santander
Una fotografía del Centro de Documentación de la Imagen de Santander parece ser la prueba de que una playa de esta ciudad fue la primera en contemplar a una mujer en bikini en España. La imagen está fechada en 1948 y corresponde a una de las alumnas francesas que solían acudir a los cursos de verano que la Universidad Menéndez Pelayo organizaba en el Palacio de la Magdalena.
Lo que también está documentado es un conflicto que hubo en 1950 tras el escándalo provocado por unas jóvenes 'sinvergüenzas' que llevaban trajes de dos piezas. Las quejas habían llevado a intervenir a los guardias que vigilaban la decencia de las playas que, en cualquier otro caso, hubieran puesto una multa a estas mujeres pero, ¿quién iba a sancionar a estudiantes francesas?
Así que se decidió acotar un espacio en la playa de la Magdalena para uso exclusivo de los y las estudiantes que iban a la Menéndez Pelayo para que pudieran bañarse como quisieran, dentro de los límites de la España de 1950.
Benidorm
Todo lo que ha llevado a Benidorm a convertirse en la meca mundial del turismo de sol y playa se lo debe al bikini. En los años 50, su alcalde, Pedro Zaragoza, tuvo claro que no podían seguir viviendo de la pesca y que las playas, la arena y el tiempo de esa zona eran el mejor reclamo internacional para alemanas, suecas, danesas y francesas que venían... en bikini. La prohibición de esta prenda no iba a ser impedimento para sus planes y en 1952 dictó una ordenanza que hacía de las playas de Benidorm, una zona libre para el bikini.
La osadía le costó el inicio de un expediente de excomunión por parte del arzobispo de Valencia que fue apoyado por dos ministros franquistas, Luis Jiménez y Arias Salgado. Pero Pedro Zaragoza no era de los que se rendían fácilmente y se fue en vespa a Madrid (casi 500 kilómetros) para convencer a Franco de que era bikini o pobreza. No hace falta decir qué ganó.
Marbella
La ciudad malagueña es otro de los puntos de España que se dio cuenta de los beneficios económicos que suponía permitir el bikini. Lo curioso en este caso es que fue un cura, Rodrigo Bocanegra Pérez, muy bien relacionado con el régimen pero muy avanzado y aperturista para algunas cosas, el que vio claro el negocio.
Así que las playas de Marbella empezaron a acoger a turistas extranjeros en bañador y en bikini y esta prenda, de hecho, se convirtió en casi un reclamo en los años 60 y 70 del glamour y la libertad que se podía vivir en este punto de la costa malagueña.