Marta Rota (Barcelona, 1953) tuvo la suerte de conectar muy pronto con su vocación. “Llegaba del colegio y mi madre, Margarita Jovani, tenía ya su taller de costura en el primer piso y la tienda debajo en la calle Balmes. Estaría estudiando yo segundo de bachillerato y recuerdo que le decía ‘mamá esta tienda es para mí’. Con 14 años, me puse a trabajar allí porque mi madre no sabía qué hacer conmigo: yo lo tenía clarísimo, que lo mío era esto y lo demás no me importaba nada: en mi cabeza sólo estaban los trajes, las mujeres más elegantes, dedicarme a la moda… Lo demás me daba igual”.
El primer vestido que realizó no podría saberlo, pero sí recuerda con detalle la presentación de su primera colección a finales de los años sesenta y su descripción tiene sonidos de relato de época. “Había un periodista de Barcelona, Toni Guerrero, que llevaba además una sala de música cerca de nuestra tienda y surgió la idea de hacer la presentación ahí. Cómo he sido siempre muy incauta, pero muy echada para delante, lo hicimos justo cuando cumplía 15 años. Hice una colección enorme, recuerdo un traje de terciopelo negro con unos lazos de raso, que fue el boom… y como no había maniquís porque no teníamos presupuesto, los vestidos los llevaban las amigas de mi hermana, las más monas… Había una que era muy guapa, pero muy tímida y se tomó una copa de champagne para salir [sonríe]”.
Marta Rota ha conocido en su carrera a mujeres de todo tipo, algunas de ellas de gran impacto mediático, a las que ha tenido que entender o más bien “saber leer” para poder vestir. No debió de ser nada fácil idear algo a medias con mujeres como Preysler, Koplowitz o Planas durante años.
“He vestido a muchas mujeres increíbles y he aprendido mucho de ellas. Ten en cuenta que cuando yo tenía 14 o 15 años estas mujeres tenían 30 o 40, con lo cual estaban en su plenitud y yo también aprendí de ellas: recuerdo, por ejemplo, a la Señora Molina de Barcelona, una señora guapísima que entró un día en la tienda porque había visto un traje blanco en el escaparate, un traje de noche de piqué y entró y dijo ‘este traje lo quiero para mí’. Era una mujer de rompe y rasga. Recuerdo que la encontré espectacular. Tanto, que llamé a mi madre que estaba en el piso de arriba y le dije ‘mamá estoy feliz porque ha venido una señora tan estupenda, ¡tienes que verla!’. Esta señora y yo nos hicimos íntimas y fue una de mis mejores clientas y una de mis mejores profesoras, como la Señora Salisachs de Samarranch y muchas otras…”.
Adolescencia y alta costura
¿Cuál es el recuerdo de moda más antiguo que tiene?
Una colección que vi de Nina Ricci en París de la que salí llorando. Yo tendría 16 o 17 años y me impactó muchísimo porque había visto ya unas cuantas colecciones… Pero ésta no sé por qué me emocionó y salí diciendo ¡qué bonito!
¿Recuerda cómo era aquella colección?
Claro. Muy colorida y recuerdo que con muchos tules. Fue una sensación muy impactante y salí convencida de que eso era lo mío. Dije: ‘este es mi mundo y ¡de aquí no me mueven!’.
Es una suerte inmensa que con dieciséis años ya estuviera viendo desfiles en París.
Claro, toda mi vida, porque mi madre iba París y a Milán todas las temporadas y yo me enganchaba con ella a todos los desfiles que podía, así conocí Saint Laurent, Dior, Ungaro… de primera mano.
¿Cuánto hay de verdad y cuánto de realidad en los vestidos que le piden?
Yo, como profesional y con los años que llevo, siempre que veo a una mujer que entra, sé lo que le va a sentar bien. [Ríe] Te lo digo de verdad, también hay mujeres que ‘suben’ la ropa cuando les pones un traje.
La dificultad de la elección
Marta Rota recuerda una inauguración hace años “de St. Regis en Barcelona en la que enviaron las invitaciones con muy poco tiempo” y su salón se puso “hecho un hervidero”.
Describe con mucha gracia la escena: “Todas esas mujeres dando vueltas, y yo con una chica en el probador mirando un traje maravilloso, pero tenía dudas. En la puerta esperaba otra chica, que se acercó y le dijo: ‘Si no te lo quedas tú, me lo quedo yo’. Pues debe de ser que se vio coaccionada y se lo llevó. Yo estuve luego en esa fiesta del Regis y tengo que reconocer que a aquella niña ni se la vio, y era el mejor traje de la fiesta, pero no lo lució porque estuvo sentada toda la noche. Un traje requiere saber llevarlo también, y a veces tenemos que pensar en eso”.
Aunque ahora es más bien la labor de sus hijas, Rota colabora con la confección de trajes de novia. “No es algo difícil. Hay niñas muy fáciles y luego están las que he tenido que hacerles dos trajes para que eligieran al final. Pero es divertido y es muy agradecido, siempre luego están encantadas y se hacen muchas fotos”. Lo que más le gusta es “la noche”, pero también disfruta con “el sport y las americanas. Lo que menos me gusta quizás sea el cóctel, esa cosa intermedia que nunca se sabe lo que es”.
El último vestido que ha confeccionado antes de esta entrevista fue “para una señora mayor muy preocupada que casaba un hijo. Estaba muy emocionada por esta boda y vino con su marido desde Tarragona porque no se veía con nada. La verdad es que la tranquilicé y ayer mismo cuando se marchó me querían besar ella, el hijo, el marido…[sonríe] porque se iban contentísimos todos con un dos piezas color crudo beige. Era un traje de línea, muy elegante, también a juego con un abrigo, y pensé ‘sigo haciendo feliz a la gente porque este encargo no era nada fácil’ [sonríe]”.
¿Es verdad o es un mito que a las señoras de la prensa todo les queda bien?
[Ríe] En algunos casos es totalmente verdad. A Nieves Álvarez todo le queda bien, a Isabel Preysler, a Mar Flores también… Pero la inmensa mayoría de señoras tenemos pecualiaridades, si no tenemos cadera, tenemos pecho y si no, pues otra cuestión [ríe con carcajada].
Nueva colección
¿Está preparando su nueva colección ahora?
Sí, estoy haciendo la de verano, que es una que disfruto mucho, cogiendo un género de aquí o de allí, subiéndome a la escalera… Trajes, en una hora puedo pensar tres o cuatro. Me gusta mucho dibujar por la noche. Por la mañana voy al taller y lo que he dibujado lo superpongo sobre maniquí, cojo la tela con sus alfileres y luego después pregunto a todo el séquito ¿os gusta? ¡Mirad qué he hecho! La verdad es que hice unos trajes ayer muy bonitos…
¿Cómo eran?
Uno con dos volantes de color fucsia… [gesticula con las manos, rodeando un vestido en el aire]. Otro de línea simple, que me encantó también porque me gusta tanto la línea como lo elaborado e incluso barroco. La noche, pero también el sport, me encanta mezclar.
¿Cuándo presentará la colección?
Seguramente la primera semana de marzo si Dios quiere. Se presentará como se pueda.
¿Cuáles son sus temporadas altas de trabajo en el año?
La temporada de más ocupación empieza en marzo y acaba en julio, eso es siempre muchísimo, claro ahora con la pandemia bajó un poco, pero no creas que mucho. Y luego tienes octubre qué es más fuerte… Septiembre normalmente me encanta porque es la presentación de la colección. Enero y febrero es más tranquilo, pero en la tienda, no en la colección. En resumen, que estoy liada todo el año porque es como si tuviera dos negocios.
¿Y eso le gusta?
Me encanta. Cuando estoy mucho en el taller, necesito ir a la tienda y viceversa. Es que si no te aturdes [ríe].
Como mujer de creatividad, a Marta Rota le gustan otras actividades artísticas. “Lo que más me gusta el mundo son las plantas y las flores. ¡Me encantan! Tengo un jardincito y todo el día estoy dándole ahí, es mi locura. También me gustan mucho la decoración y el interiorismo, yo puedo vivir en una casa modesta, pero poniendo un botecito con las flores más bonitas del mundo”. Explica cómo la pandemia ha hecho que cambie nuestra relación con los objetos, intensificando las sensaciones de apego a algunos y de rechazo a otros, y que algo fundamental para ella “es estar agusto con los objetos que me rodean, aunque sean pocos. Tengo una casa en la playa y lo feliz que soy allí es indescriptible”.
Preysler, Montecarlo... y Pedroche
La primera mujer con mucha repercusión que atendió fue “Isabel Preysler y sus confines”. De ella explica que “cuando la conocí, me encantó su manera de expresarse a través de lo que se ponía. Isabel es un ejemplo de esas mujeres que se ponen ponen un traje y te lo suben. Recuerdo que me volví loca el día que le puse un traje rojo, la encontré espectacular y ella se encontró igual de bien, y fui muy feliz”.
Llega Isabel Preysler y ¿cómo es la relación con ella?
La primera vez que nos hablamos fue para proponerle probarse algo, se lo probó y no se lo quitó. Isabel y yo nos hemos entendido mucho siempre desde el principio, sabe muchísimo. Ella me llama por teléfono y siempre consigo interpretarla o lo he intentado. Si conoces a la persona es fácil, tengo otra clienta en Montecarlo a la que le digo siempre ‘tú y yo por teléfono podemos hacer ya el encargo’, porque conozco su vestidor, su cuerpo, sus medidas y lo que le sienta bien, así que es muy fácil.
Rota aclara que se considera muy fiel a su equipo: patronaje, bordado, costura… sus colaboradores son habituales desde hace años. Hace poco, una de sus bordadoras se jubiló, pero “se ocupó de buscar a una sustituta y formarla antes de irse”.
¿Cuántos vestidos habrá hecho en tu vida, en un cálculo genérico, unos 40.000?
O más. Y no sé porque siempre he hecho unas colecciones larguísimas, a veces en noche presentaba hasta cien vestidos. Y en temporada entre todas las chicas y yo sacábamos más de 500 vestidos. Y luego todos los seres especiales que aparecen y piden cosas particulares.
¿Qué es lo más excéntrico que le han pedido?
Los encargos de Josie [José Fernández-Pacheco, un gran estilista], que adoramos. Es un chico ilustradísimo que sabe mucho de moda y nos pidió, por ejemplo, una capa hace poco.
¿Y qué me dice del momento Cristina Pedroche?
Pues que a mí me divierte mucho crear y que creo que a veces hay que atreverse a hacerlo.
¿Ha tenido algún momento malo en su carrera?
Pues te puedo decir que no: los ha habido muy buenos, ahora con la Covid pues habría bajado un poco, pero a pesar de todo a mí la gente siempre me ha respondido. Mis clientas siempre han seguido viniendo por lo que les divertía a venir a verme.
¿Algún ejemplo de tres generaciones?
Sí, he vestido a tres generaciones de Barraquer, de Suquet, de Malumbres…
¿Alguna influencer que sea fan?
Patricia Sañes, yo vestía a su abuela, era una de mis mejores clientas, que además me divertía muchísimo y Patricia lleva ahora cosas de su abuela, me adora y me cuenta que cada vez que se pone algo de la abuela en Instagram alguien le dice que le encanta.
¿La reconocen más las nietas que las hijas?
[se ríe] Pues puede ser a veces. En serio, hay que darle un valor a todo lo que es espectacular o está muy bien hecho, y eso no cambiará nunca, el cambio generacional está siendo muy curioso.
¿Qué diferencia encuentra entre Madrid y Barcelona?
Barcelona a mí me encanta porque es mi gente y me responden de maravilla. Pero es que en Madrid me quieren mucho y cuando vengo aquí estoy en la gloria...
No se moja…
Mira, mi padre era un tío muy divertido que vendía coches de la marca Alfa Romeo que traía de Italia y tenía muchos clientes en Madrid y muchos en Barcelona. Y siempre decía: “Hoy voy al Barça, mañana voy al Madrid”. Y Madrid está que se sale, tiene un momento fantástico ahora.
¿Dónde tiene más clientas?
En Valencia tengo muchísimas clientas, fíjate que hubo un momento con las colecciones que venían en un autocar que alquilaban y llegaban juntas. La Rioja, Andalucía… Pero en Madrid tengo muchas clientas de otras provincias, y de otros países, mexicanas tengo varias clientas espectaculares ahora, por ejemplo.
¿Algún error típico de Madrid y de Barcelona?
Barcelona es mucho de beige, negro y gris. En Madrid hay más colores. Y luego está el ir más apretada [en la capital] y el oversize -y el más sport, en Cataluña entera-.
¿Algo que le quede por hacer?
Muchísimo, estoy en la primera volada todavía, lo que no sé es si me va a dar tiempo a todo. El vestuario de una obra de teatro me encantaría, por ejemplo… ¡Hay tantas cosas que hacer!
Pero sí que ha vestido a divas de la Ópera
Sí, a mí todos los sueños se me han ido cumpliendo. Yo no pensé hacerle nunca un traje a la Caballé y vino. Su último traje de cuándo murió yo lo guardo como oro. Hice trajes para Ainhoa Arteta o para Ana Belén para su última gira o para los Goya, con ella también aprendo muchísimo.
Un homenaje a una clienta que ya no podrá hacer un encargo…
María del Mar Álvarez Zurriarain. Esta señora era piscis como yo y entre las dos hacíamos locuras. Me encargaba batas de cola para estar en casa y se las ponía para sacar paellas en periódicos. Toda la sociedad de Barcelona iba a sus fiestas, ya falleció por desgracia, pero su casa, que era un cuarto piso siempre escondía alguna fiesta muy importante. Un día recuerdo que su piso lo convirtió totalmente por habitaciones: una era un tablao, otra un espacio tropical con los escalones cubiertos de flores… era siempre una escenografía espectacular. Era una mujer con una personalidad increíble, y de ella aprendí mucho, es una de las mujeres que me han hecho disfrutar más por atreverse a probar. La cosa de mayor creatividad es siempre fruto de la diversión y de ponerse el mundo por montera…