Lleva desde los años ochenta entre telas y patrones, y además de diseñador, Javier de la Fuente, tiene mucho de psicólogo. No en vano, Psicología fue la carrera en la que tuvo que matricularse, en una época en la que no se entendía bien aquello de dedicarse al mundo de la moda.
“Me vine en tren, de Málaga a Madrid, para ver mi primer desfile de Victorio & Lucchino, y terminé llorando de pura emoción. Sin embargo, a mi padre, no le gustaba la idea de que empezara en este mundo, sin tener otros estudios, así que me matriculé en Psicología para tener un título. Pero luego, la Universidad Politécnica abrió el Centro Superior de Diseño y Moda de Madrid, me presenté al examen de ingreso, y me vine a Madrid”, asegura Javier de la Fuente.
Pregunta: ¿Te estrenaste con la gran industria en España?
Respuesta: Sí. Induyco (El Corte Inglés) en aquella época, era como hoy Zara. Nos contrataron a dos compañeros de la escuela y a mí, y estuvimos haciendo training por todos los departamentos, pero enseguida, me fui con Roberto Verino. Tuve mucha suerte, porque allí nos dieron muchos premios, y pensé que esto no podía ser tan fácil… En poco tiempo, había trabajado con dos grandes de la industria española, era muy joven y no sabía bien lo que quería...
Te consideras un gran admirador de Balenciaga, ¿cómo te influyó el arquitecto de la moda?
Cursé la Cátedra de Balenciaga donde me enseñaron, no sólo las técnicas de costura, sino a educar el ojo. Mi filosofía es que “el ojo tiene que ver, para que la mano lo pueda hacer”.
Balenciaga es el maestro de los volúmenes, y a mí me entusiasman. El maestro trataba de ocultar lo evidente, las costuras, hacía cosas maravillosas.
De él, he aprendido el tesón, la búsqueda de la perfección. Me gusta mucho la cultura japonesa por esto, porque todo es un proceso de búsqueda. Adoro el virtuosismo de dedicar toda una vida, para intentar hacer una caligrafía maravillosa. De Balenciaga me llevé la idea de estar en continúo aprendizaje y la búsqueda de la excelencia.
¿Tu amor por los zapatos también viene de esa época?
En el Patronato del Centro donde estudié estaba Induyco, los arquitectos de la Politécnica, Jesús del Pozo y también Loewe. Enrique Loewe nos propuso especializarnos en piel. A mí, que me entusiasma el calzado, me despertó un montón de cosas, que luego he podido desarrollar y aplicar. De esa primera promoción de diseño, salimos hiperpreparados, pero luego no había huecos en el mercado donde encajar...
De Balenciaga me llevé la idea de estar en continúo aprendizaje y la búsqueda de la excelencia
Hasta que en el año 2000 abriste tu tienda-taller...
Sí. Cuando llegué a este barrio, el barrio de Justicia, era considerado un poco alternativo, y ese concepto se fraguó con pequeñas tiendas de autor que fueron apareciendo. Nos convertimos en un referente entre Fuencarral, zona comercial de grandes marcas low cost, y el barrio de Salamanca, conocido por las marcas de lujo. Este barrio era alternativo y complementario a estos. Hemos pasado muchas cosas en este pequeño espacio, y aquí seguimos: una gran crisis, la pandemia, y poco a poco, la gente que me conoce sigue viniendo, es nuestro buque insignia.
Nosotros decimos que es como El Corte Inglés, ya que tiene tres plantas, con un concepto muy parisino. Abajo el taller, a pie de calle, la zona comercial, con los expositores, y arriba mi despacho.
Te defines como artesano diseñador
Sí, esto significa que tengo la suerte de participar en el diseño desde el principio hasta el final. Por mis manos pasa todo, en la búsqueda de la excelencia en la técnica.
Desde el patrón, que corto, pruebo y rectifico hasta el final. Lo único que diferencia al arte de la artesanía, creo que podría ser la funcionalidad del diseño, ya que el arte no tiene porque ser funcional, sino deleite, el placer por sí mismo.
El concepto slow fashion que aplicas en tu trabajo desde el inicio, es lo que hoy conocemos como sostenibilidad…
Hoy está muy de moda este concepto, pero yo lo he aplicado siempre. Es pura elección desde el principio del proceso, tanto de los tejidos naturales y certificados como de los proveedores que nos acompañan, y que "cumplen a rajatabla" nuestras necesidades. Además, mimamos cada pieza realizada a mano. No hacemos piezas de usar y tirar. En este caso, lo que llevas o adquieres, es un producto que te va a durar en el tiempo, es una nueva manera de consumir, con cabeza.
Otra cosa es que nos gusta mucho son las piezas de entretiempo, es decir, no hacemos colecciones primavera-verano y otoño-invierno, que cambiamos de un día para otro, sino que las piezas perduran, y siempre hay una nueva en la tienda.
Yo no vacío la tienda de verano para otoño, o de invierno para verano, sino que poco a poco, van apareciendo prendas y piezas nuevas… Todo fluye, es creatividad continua.
Tus zapatos son conocidos como los javieres…
Así es. Se diferencian en que nos adaptamos al pie de cada clienta, los hacemos a su medida. Son piezas exclusivas y artesanas. Cada par son casi únicos, ya que eliges horma, color y tacón. Están realizados con materiales nobles, muy cómodos e intentamos que sean elegantes, atrevidos, diferentes y muy versátiles.
¿Qué líneas encontramos en tu tienda?
Tres líneas diferentes. DLF que es pret-à-porter, Bespoke que es la línea a medida, y Bridal, que es de novias también a la medida.
¿Cómo definirías tu estilo?
Destacaría la versatilidad con la que me enfrento a cada proyecto. Yo no soy una máquina expendedora de diseños. Necesito hablar con quién entra por la puerta. Me caracteriza la cercanía con mis clientes. Voy por la vida respirando moda y diseñando. Me vuelve loco asistir a un desfile en directo, busco el hueco donde sea, y viajo mucho. Traigo un bagaje, que luego concreto en los diseños. Sé que nuestros vestidos, son mucho más que eso, son historias...