La historia de la moda, igual que la de otras artes, está ligada a la diferencia de género.
La costura es uno de los oficios más antiguos del mundo. Tradicionalmente, lo han desempeñado mujeres y les ha servido para tener cierta independencia económica y luchar por sus derechos. Sin embargo, no les fue fácil hacerse visibles y ganarse su merecido reconocimiento.
Como cuenta La moda es revolución de Laura Opazo (Zenith, 2023), los sastres monopolizaron del oficio siendo los protagonistas, recibiendo el prestigio y manteniendo bajo su batuta el control de la producción.
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Las costureras, poco a poco con su trabajo, se fueron haciendo hueco. La Revolución francesa impulsó su presencia cuando surgieron movimientos a favor de la mujer.
Durante el siglo XIX, de acuerdo con Opazo, los burgueses empezaron a interesarse por la moda, lo que permitió a las costureras desarrollar su oficio por cuenta propia. A mitad de siglo, la máquina de coser hizo posible la estandarización y la producción en masa.
En aquel momento, mujeres y niños eran la mano de obra más barata y, en consecuencia, la más utilizada en el sector textil, “uno de los más pujantes y explotadores de la época”.
A finales del siglo XIX y comienzo del siglo XX, hubo una serie de huelgas en Europa y Estados Unidos en las que las mujeres exigieron condiciones dignas de trabajo y unos salarios igualitarios: la revolución de la aguja.
Morado, pan y rosas
Durante el siglo XIX, llegaron a Nueva York miles de personas migrantes, provenientes de conflictos bélicos y hambrunas, y se instalaron el parte del sureste de Manhattan. Las personas con mejor posición se habían trasladado al norte y reubicaron sus fábricas en el oeste.
Aspirar a trabajar en una de estas fábricas era la única opción de la población migrante. Mujeres, hombres y niños trabajaron allí en malas condiciones con salarios muy bajos. Como consecuencia, la primera gran protesta no tardó en llegar.
El 8 de marzo de 1857, apunta Paseos por la ciudad, cientos de mujeres de las fábricas textiles salieron a la calle a reivindicar, al menos, el mismo salario que el que percibían los hombres, ya que a ellas se les pagaba la mitad por la misma tarea.
La jornada acabó con 120 muertas a consecuencia de la brutalidad policial. Se fundó el primer sindicato femenino y comenzó la lucha de las costureras por condiciones y derechos laborales.
EN 1909, se inició la 'huelga de las camiseras' o 'levantamiento de las 20.000', protagonizada por mujeres costureras migrantes de origen europeo, apoyadas por la Liga Nacional de Sindicatos de Mujeres de América (NWTUL).
Un año después, la NWTUL acordó con los dueños de algunas fábricas la mejora de salarios, condiciones laborales y reducción de jornada. Este acuerdo hizo que se suspendiera la huelga, pero no las protestas, ya que dueños de otras fábricas continuaron la explotación.
El mismo motivo por el que se protestaba llevó a las mujeres que trabajaban en la fábrica textil neoyorquina, Triangle Shirtwais Factory, a volver a reivindicar sus derechos, en 1911. Era 25 de marzo cuando un incendio, sin causa, probada, acabó con la vida de 140 mujeres que trabajaban hacinadas en la novena planta del edificio. Ese día, de la chimenea salió un humo morado que tiñó para siempre el movimiento feminista.
Un año después, las costureras de Lawrence (Massachusetts) protagonizaron la conocida huelga de 'pan y rosas'. Las trabajadoras salieron a la calle a exigir mejoras laborales bajo una bandera con un pan (simbolizaba un mejor salario) y rosas (simbolizaban mejores condiciones de vida).
La firme decisión de las obreras y el miedo a que la huelga se extendiera, hizo ceder a los patrones, que mejoraron los salarios y redujeron las jornadas.
También en España
La situación en España no fue muy distinta. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la mayoría de la población española vivía de forma precaria.
Según un estudio de Soledad Bengoechea, entre las clases menos favorecidas, las mujeres se preparaban desde niñas para coser, hacer punto y remendar y, desde 1850, podían utilizar (si lograban costearse una) la máquina de coser.
A principios del siglo XX, en España trabajaban 1.382.600 mujeres (18% del total). Ahora bien, la mujer accedía al trabajo con la condición de mano de obra barata y de carácter secundario.
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Este hecho provocó que mujeres de distintos puntos de la geografía española salieran a reivindicar sus derechos.
Según El salto diario, una de estas grandes movilizaciones fue iniciada por las trabajadoras de la fábrica de tejidos de Tomás Díaz Sainz en Mérida, 1936. Estas mujeres lograron poner sobre la mesa las circunstancias particulares de su trabajo, pero también denunciar el plano secundario hasta entonces reservado a las mujeres en la sociedad de la época.
Conseguir la igualdad salarial
El 7 de junio de 1968 se produjo en Reino Unido una de las protestas más importantes que han conseguido el reconocimiento de los derechos de las mujeres.
187 mujeres que trabajaban en la fábrica de Ford de Dagenhan (este de Londres) se plantaron frente a sus patrones y pusieron en jaque los millonarios beneficios de la multinacional que se negaba a equiparar su sueldo con el de los varones.
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El equipo de costureras, cansado de cobrar el 85% del sueldo de un hombre (un 15% menos), paró. La huelga finalizó tres semanas después con un acuerdo que aumentó inmediatamente sus tasas de pago a un 8% por debajo de la de los hombres, tras la intervención de Barbara Castle, secretaria de Estado de Empleo y Productividad del Gobierno de Harold Wilson.
Dos años después, Castle hizo posible la aprobación de la 'Ley de igualdad de pago', que concede a cualquier individuo que trabaje en Reino Unido el derecho al mismo salario y beneficios, como otra persona del sexo opuesto esperaría recibir en el mismo o similar empleo.
Más allá de la aguja
Está claro que la industria textil no sería igual sin mujeres. Ellas no han sido solo quienes la han moldeado y cosido, también la han creado.
Poco a poco, las diseñadoras se han ido ganando espacio y reconocimiento como creadoras.
Desde Herminnie Cadolle o Marie Tucek, pasando por Coco Chanel, Mary Quant, Elsa Schiaparelli o Madeleine Vionnet, hasta Donatella Versace, Donna Karan o Carolina Herrera, son decenas las mujeres que, con un lápiz y una aguja, han revolucionado y siguen revolucionando el mundo de la moda.