Que la moda es cíclica y todo vuelve es un pensamiento que lleva años instaurándose en el sistema de la moda y, ahora, en la Fashion Week de París, parece haberse consolidado definitivamente. Esta cita —extendida hasta el 3 de octubre— con diseñadores emergentes y casas consagradas de la industria desvela, con meses de antelación, las que serán las tendencias protagonistas de la próxima primavera, con estilos que las prescriptoras más actualizadas ya pueden integrar en su propio armario.
Este año, parece que todas las maisons han coincidido en el acuerdo y han apostado por volver a los orígenes. Ayer mismo, Rabanne regresó a su pasado con un impresionante despliegue de metalizados y capas en homenaje al diseñador, y hoy LOEWE ha continuado apostando por lo clásico, por prendas que sin ningún tipo de dificultad pueden incorporarse al street style, y que, de hecho, puede que ya formen parte de nuestro fondo de armario.
LOEWE es una de las maisons —en francés, porque el contexto lo permite, pero sus raíces son alemanas— que puede presumir de sobrevivir a más de dos siglos de historia. Nació en 1892, no en el universo de la moda, sino como un taller de marroquinería fundado por Enrique Loewe Roessberg tras una visita a España.
En el viaje, quedó tan prendado por la forma de trabajar la piel de los artesanos españoles que decidió montar su propio negocio en la capital madrileña. Poco después, el alemán abrió su primera tienda bajo el nombre de E. Loewe, y desde entonces la marca no ha dejado de expandirse hasta convertirse en una referencia de atemporalidad y buen gusto en el prêt-à-porter.
La apuesta de LOEWE
Esta mañana, en el marco de la Semana de la Moda de París, la firma ha reivindicado precisamente ese concepto al presentar su colección Primavera-Verano 2024. En ella, la artesanía reclama su lugar protagonista con una propuesta que no busca viralidad, sino resaltar las capacidades de la marca a la hora de crear prendas de calidad.
La visión de Jonathan Anderson honra las raíces de la casa con una propuesta más masculina que lo que acostumbramos a ver en colecciones anteriores, mostrando una clara predilección por la estética retro y el old money del que tanto hemos oído hablar en estos últimos meses.
Versátil, favorecedora y práctica son tres adjetivos que definen su nueva colección. En ella, nos trae de regreso un estampado universal que no merece ausencia en ningún armario, porque, efectivamente, estampados hay muchos, pero parece que solo los cuadros logran mantenerse en la cima temporada tras temporada.
Los vemos protagonizando camisas, vestidos, faldas y, sobre todo, prendas de exterior, a las que LOEWE añade un plus de elegancia y formalidad. De ahí que sea considerado el print por excelencia de los looks de oficina. Para el próximo 2024, la firma reincorpora la clásica blazer con estampado pata de gallo, combinándola con camisas de efecto satinado, bermudas, faldas y pantalones de corte recto.
El print cuadrado no es ninguna conquista reciente. Por ejemplo, el tartán, incorporado a las camisas de entretiempo de la colección de LOEWE, fue creado por los escoceses hace más de dos siglos y hoy cuenta con un abanico infinito de versiones en todos los colores y patrones.
En cuanto a la pata de gallo, originariamente de lana escocesa, es un estampado geométrico que repite cuadros abstractos bicolores. Aunque habitualmente se ve en blanco y negro, la casa la reinterpreta con matices verdes y marrones, como parte de una colección que apuesta —de manera sobria pero activa— por los colores de cara a la próxima temporada.
Vuelve lo geométrico
En realidad, el desfile de LOEWE no fue el único en hacerle un guiño a los estampados geométricos. Esta misma mañana, la firma Leonard Paris, emergente todavía aunque consolidando poco a poco su espacio en la moda francesa, presentó una línea con claras reminiscencias retro que incorporaba un print con patrones en forma de equis y rayas.
Esta propuesta, presentada unas horas antes de que el desfile de LOEWE tuviera lugar, nos dejó con estampados que juegan con ilusiones ópticas a ojos del espectador, y en los que, sobre todo al observarlos de lejos, queda más que patente la influencia que el tradicional print de cuadros tiene en ellos.