Hoy, nuestros baúles están llenos de anillos y pulseras y nuestros armarios rebosan de bolsos y carteras. Se podría pensar que tenemos de todo, pero no es así. En el guardarropa de las damas del siglo XVIII había un accesorio con el que las mujeres de hoy nunca han soñado.
[Por qué las armaduras fueron la “alta costura” de la moda durante siglos]
La chatelaine es una pieza de joyería muy intrigante, no sólo por su singularidad, sino también por su historia. Según los primeros datos históricos, este accesorio fue muy popular en torno a los siglos XVIII y XIX. Combina dos funciones diferentes: utilitaria y ornamental.
Este objeto misterioso cayó poco a poco en el olvido hasta nuestros días. La chatelaine vuelve a estar en los centros de atención en los museos y exposiciones. Pero ¿qué es?
Se trata de un kit de accesorios útiles con forma de joya. En realidad, lleva un conjunto de pequeños objetos unidos por cadenas. Las mujeres de esta época personalizaban su propia chatelaine con: un dedal, unas tijeras, unas llaves, un lápiz, un reloj, una navaja, un cuaderno... la chatelaine era mucho más práctica que los bolsos modernos, en los que sus dueñas tienen que rebuscar frenéticamente para encontrar algo.
La palabra chatelaine designa a la esposa del dueño del castillo. También designa a la institutriz o señora de la casa. Este conjunto de accesorios garantizaba que las mujeres tuvieran todo lo necesario para el resto del día. Podía ser algo tan sencillo como un perfume, un espejo de bolsillo o incluso unas cerillas. Las mujeres también llevaban sal para evitar desmayarse debido a lo apretado del corsé.
Generalmente, las llevaban las mujeres y la colgaban al cinturón. Era el lugar más fiable para guardar estas llaves. Cada llave se sujetaba a la pinza, que a su vez se sujetaba al cinturón de las damas. La chatelaine se ata como un broche a la parte superior de la falda (o a la parte inferior del corpiño) y, por tanto, cuelga sobre el lateral.
Para colgar estas chatelaines, era necesario, por supuesto, que esta moda fuera acompañada de otra, la de los cinturones anchos de tela que se cerraban con hebillas y que podían medir varios centímetros de altura.
Por lo general solían ser de oro o plata, pero también las había de cuero o tela. Por supuesto, las chatelaines eran más o menos elaboradas, dependiendo de la clase social. Una dama de posición social modesta se conformaba con una simple chatelaine de metal, mientras que las adineradas llegaban al colmo de la ostentación con porcelana y joyas.
La chatelaine era un símbolo de poder y de pertenencia a un rango superior. Sobre todo, representaba la jerarquía social. Llevar una chatelaine daba acceso a muchos privilegios en la sociedad victoriana. Las damas más famosas empezaron a hacer pedidos a joyeros famosos, y todo el mundo quería su propia chatelaine.
Después, la chatelaine se convirtió en un accesorio común. Su popularidad se mantuvo entre la gente trabajadora. Las enfermeras, por ejemplo, llevaban este accesorio casi sin excepción, ya que resultaba muy práctico para colgar en un gancho del cinturón todos los instrumentos que necesitaban: termómetros, tijeras, alfileres, vendas, etc.
La práctica de llevar los objetos imprescindibles en la cintura ha existido en diferentes culturas. Por ejemplo, los japoneses llevaban un netsuke en el cinturón (cajas para guardar objetos pequeños), y los chinos carteras bordadas.