En el número 90 de la madrileña calle Claudio Coello, se encuentra la tienda de una de las firmas de calzado artesanal de mayor impacto entre los entendidos en moda: Micuir.
Uno de los secretos de su éxito se encuentra a casi 400 kilómetros, concretamente, en la conurbación Elda-Petrel. Allí, en el corazón de la Comunidad Valenciana y a dos pasos de Alicante, resplandece una de las fábricas de confección de los zapatos de la marca ideada por Elena Peña.
En total, 25 personas trabajan a diario en épocas de plena producción en la fábrica. El equipo confecciona modelos míticos de la marca como las esclavas o el modelo Arcila, que requieren una fabricación propia.
El jefe de fábrica nos explica: "Tenemos una ficha técnica en la que especificamos todo lo que lleva cada zapato. Permite que cuando la gente coja esta ficha, sepa qué es lo que lleva entre manos. Algunos diseños se cortan a mano, otros a máquina, dependiendo de la cantidad de pares que tenemos".
El proceso de la fabricación del zapato, desde que el equipo recibe la piel hasta que se presenta en los almacenes ya completamente acabado, tarda entre dos y tres meses. "Recibimos algunas pieles en cuatro o cinco días, otras tardan tres semanas. Hay que tener en cuenta que no siempre tenemos la piel adecuada y algunas pasan de moda".
Micuir trabaja esencialmente con "piel de cabra, también mestizo en el tema de los forros, siempre premium. También trabajamos con pieles de vacunos porque el rendimiento de la vaca es mayor, son pieles de entre 15 y 20 pies", nos explica el jefe de fábrica.
En la fábrica, los picos de producción son julio, agosto y septiembre. Fuera de la temporada estival, son especialmente exigentes los meses de diciembre, enero y febrero. "Son los seis meses de cumbre de producción. En una temporada, pudimos hacer entre 40 y 50 modelos perfectos de algún diseño. Del modelo Niza, por ejemplo, se han hecho 150 unidades, del Punky, miles desde que empezamos. En verano, el top seller son las esclavas, está muy repartido".
El jefe de fábrica nos presenta algunos de los procesos, entre ellos, del modelo Arcila: "Cuando cortamos primero esta pieza, la de la pala, se corta en bruto. Es una pieza muy grande, para que quede con esta forma, hay que moldearla y recortarla. Una vez recortada, se tienen que hacer los figurados para llevarla a poner ojales. Previamente al doblado, se tiene que rebajar para que no quede tan gruesa. Una vez que ya estén todas las piezas, empezamos a ensamblar, primero pagado, luego ribeteado, es decir, cosido para que quede todo unido".
Y añade: "Cuando ya tenemos el corte hecho, lo pasamos a una máquina de embastado, es decir que le vamos a poner de una pieza de cartón que lleva un pegamento en la parte de fuera para darle estabilidad. En la zona de la puntera, se le pone un tope, como una cola diluida y secado. Es para darle consistencia y resistencia a esta forma".
Los agujeros de las correas se realizan siguiendo unas pautas muy concretas: "Tenemos un tope que responde a un estudio previo porque no todo el mundo tiene el mismo pie, para saber a qué distancia se tiene que hacer el central. Todas las correas que van al tobillo deben llevar cinco agujeros, es la zona en la que más diferencia hay de volumen independientemente de la talla que gastes".
Se usa una horma diferente para cada zapato. La persona que se encarga de centrarla es el centrador, es una de las figuras más importantes de la cadena. La otra clave es la del lijador, para suelas. Es difícil porque se tienen que lijar manualmente hasta el canto sin llegar a cortar la piel, ni que se salga. Destaca también el pegador. A la hora de montar un zapato, tiene que buscar un teflón que se le parezca. Posteriormente, se ajusta la banda, un proceso que puede tardar más o menos.
Entre las numerosas máquinas de la fábrica, una en concreto se encarga de montar el tacón. "Se coloca el pilón, arrastra la piel, la pega y suelta 24 clavos a la vez dependiendo del tamaño que nosotros le metamos en las cazuelitas", nos explica el jefe de fábrica.
Distingue, en este sentido, dos tipos de tacón: el tacón botier se reconoce por la suela que da la vuelta por el tacón, la suela continúa y llega hasta abajo. El tacón cubano es el inverso, cuando el tacón va encima de la suela, la suela abajo y encima el tacón. Una máquina está destinada a colocar un tornillo en su centro.
Otra máquina elemental es la de planchado, para quitar la deficiencia de la arruga. "Ciertas zonas que sí se pueden reparar a tiempo. Por ejemplo, con un crepe con disolvente. Otras no, como lijar", recuerda el jefe de fábrica.
Elena Peña, el alma de Micuir
Detrás de esta marca de cuidadosa elaboración, realizada por un amplio equipo de artesanos, se encuentra Elena Peña, una emprendedora madrileña "apasionada de los animales, de la naturaleza y del mundo de los zapatos y bolsos por ese orden", según explica.
Hace 10 años, Micuir se presentó, por ende, como una evidencia, al unir sus tres pasiones: "Creé la firma porque soy una apasionada del calzado de calidad made in Spain. Faltaba un diseño mucho más atemporal, zapatos buenos para toda la vida, con un diseño elegante y sofisticado pero cómodo", nos explica.
"Cada uno tenemos un talento especial para algo, lo importante es encontrar el tuyo, es lo que te va a hacer brillar. Yo estudié traducción e interpretación de idiomas, luego hice un MBA, un máster y luego acabé creando una empresa de zapatos y bolsos. Con 20 años, no sabía que iba a acabar así. Pero yo ya de pequeña lo que más me gustaba del mundo era ponerme los zapatos de mi abuela, tenía unos maravillosos. En mi mente, lo llevaba trabajando desde pequeñita", recuerda.
"Procuré aunar la elegancia con la comodidad y la atemporalidad. En el momento de su creación, no se le daba tanto valor a la artesanía española. Muchos factores me llevaron a crear Micuir pero creo que ha tenido tanto éxito porque no existía ese tipo de calzado", relata Elena.
Aunque actualmente cuenta con una amplia variedad de bolsos e incluso ropa, el calzado fue el punto de partida evidente: "Es por donde nos debemos de vestir. Tu outfit empieza por el calzado, al menos en mi caso, al 100%. Cuando me casé, lo primero que tenía en mente eran los zapatos de boda, fueron una réplica de los zapatos con los que se casó mi abuela. En base a ellos, hice el vestido".
Para Elena, los zapatos son la mejor garantía de un buen look: "Un buen calzado es la carta de presentación de una persona. Cuando conozco a alguien, siempre voy directa a los pies. Me dice muchísimo de cada persona el calzado que lleva. Si los llevas cuidados o no, dice de tu carácter y de cómo eres".
En todo caso, cree "que es importantísimo ir cómoda. Existe el mito de que hay que aguantarse, de que para estar guapa, hay que sufrir, y no. Hay que tener un calzado confortable. Yo empecé con calzado plazo, fui incorporando poco a poco tacones, pero tacones siempre muy cómodos".
Al igual que firmas como Pikolinos o Pitillos, la firma abandera la marca España y más concretamente la Comunidad Valenciana, conocida por por su capacidad artesanal: "Los zapatos de esta zona son los mejores del mundo. El know how viene de generación en generación, es algo que no puedes aprender en una escuela. Lo hacen desde bebés, dicen que en vez del chupete tiene la horma en la boca. Me parece muy bonito porque es lo que te hace ser un experto en tu oficio. Si aprendes algo desde pequeño, nadie podrá luego competir contigo. Lo llevan heredando de padres a hijos, es una sabiduría que no está escrita en papel. Entonces, esto justifica que sean los mejores del mundo".
Este savoir-faire ha sabido exportarse: "La moda española está muy valorada. Cuando estoy en tienda y vienen clientes extranjeros, siempre me dicen que tengo que venir a Estados Unidos, por ejemplo, porque no tienen nada parecido. Por lo tanto, se valora, pero deberíamos dar más facilidades para abrir tiendas en otras ciudades. Nos falta tener más presencia física".
¿Pero cómo ha evolucionado la firma en los últimos años? "¿Probablemente ha evolucionado conmigo. Cuando monté la marca tenía 30 años, ahora tengo 40. Tu gusto personal también evoluciona".
Su motivo de orgullo es claro: "Me siento orgullosa de todo el empleo que genero. No es solamente crear una empresa y triunfar… yo doy empleo a cientos de artesanos españoles, a muchísimas mujeres, generamos mucha riqueza y sirve para construir hospitales o pagar la jubilación de tus padres".
Y hay más. "También me llena de orgullo poder colaborar con causas sociales. Todos los años colaboramos con la Asociación Española contra el Cáncer. Mi madre falleció de cáncer y para mí es un orgullo poder hacer un diseño todos los años que se llama Inma, como ella, y destinar todo el dinero que recaudamos a la investigación del cáncer. Tener una marca con valores que reflejen como soy yo.
Todos los meses colaboramos con Manos Unidas, damos un porcentaje de la venta. También recaudamos dinero para Ucrania, durante la pandemia, hicimos llevar mascarillas y trajes FP2 al Hospital Clínico San Carlos. Más que decir he vendido tanto, prefiero preguntarme: '¿Cuál es el impacto social que tiene mi trabajo?'".
En este sentido, "La generosidad genera abundancia. Siempre tienes que dar algo de todo lo que se te da, es básico. Cuando dices que te va súper bien, recuerda es que gracias a la gente".
El balance es positivo para la emprendedora, aunque sí confiesa que hubiese tomado otras decisiones en ciertos campos: "Habría registrado mejor mis diseños al principio. El tema de las copias es terrible, ocurre por falta de información. A nadie le gusta que le copien su trabajo o que se aprovechen de cierta forma de su esfuerzo. Cada uno tiene que saber hacer lo suyo, entregar y aportar algo propio. El tema de las copias es muy injusto porque parece que vendemos caro cuando realmente lo que pasa es que nos están copiando".
Micuir cuenta actualmente con una tienda física, en el barrio de Salamanca, un modelo que Elena defiende: "Abrir la tienda física fue un parteaguas en Micuir. Crecimos una barbaridad, tanto online como en tienda. Me costaba mucho, nunca había tenido tiendas ni dependientas, no sabía de horarios ni caja, y pensé 'aprendo', igual que he aprendido todo lo demás".
La firma apuesta por una producción y un consumo sostenible. ¿Pero cómo impulsar esta concienciación? ¿Es responsabilidad de las marcas o de los consumidores? "Los dos, la marca que tiene que saber comunicar lo que está haciendo, dar valor a su trabajo. Es muy importante la comunicación y brindar toda la información al cliente y que él decida. Hay mucha opacidad en la fast fashion, porque no les interesa que se sepa. Nuestra responsabilidad como marca no es solamente dar voz a lo que hacemos nosotros, sino también explicar cómo hacerlo".
Cuando le preguntamos a Elena cuál es el zapato ideal, su respuesta es clara: "Tiene que ser cómodo, duradero y estiloso. Un zapato que vaya con todos los looks, tanto formales como informales, de día y de noche. Para mí eso es el zapato al que le puedas sacar el máximo partido. Un zapato con el que piensas: este es el precio, si lo por la cantidad de veces que me lo he puesto, me doy cuenta de que nunca he comprado un zapato tan barato".
La emprendedora nos da, asimismo, algunos consejos para reconocer un calzado de calidad: "No solo hay que mirar al exterior del zapato, también el interior, porque muchas veces un zapato de piel es sintético por dentro y no deja respirar el pie. Abarata mucho los costes, evidentemente. Algunas firmas utilizan pieles que no son de calidad, al final, se despega la plantilla o se rompe".