Los cuentos románticos siempre están llenos de malvadas brujas que intentan destrozar el amor por todos los medios. Sobre todo con la magia. Sin embargo, en la historia de Wallis Simpson (1896-1986) y Eduardo VIII (1894-1972), resultó que la tal 'hechicera' era la protagonista del cuento y sus enemigos todo un país que nunca la quiso y una potente prensa que la atacaba incluso con ladrillos arrojadas a las ventanas de su casa en Londres.
Que la presión que haya podido sufrir tres generaciones después Megan Markle y el príncipe Enrique, que acaban de despedirse en las redes sociales definitivamente como miembros de la familia real británica, le hubiera provocado risa a la denostada estadounidense que se atrevió a enamorar al entonces rey británico Eduardo VIII, muy a su pesar.
Bessie Wallis Warfield, su nombre de soltera, nació en Pensilvania, coqueteó con la clase social alta de su país gracias a un pariente que ayudó a su madre cuando se quedó viuda y se divorció no una, sino dos veces antes de ser la duquesa de Windsor.
Lo tenía todo para ser vista como "una mujer no apta", por decirlo finamente, para la familia real británica. Pero además, sobre ella se vertieron informaciones, noticias, reportajes y opiniones públicas en las que se aseguraba que había aprendido en los burdeles de China las mejores técnicas sexuales y que tenía hechizado al todavía heredero, cuando lo conoció, y futuro rey.
Es cierto que vivió en China, durante su primer matrimonio con el piloto de la marina estadounidense Wingfield Spencer, que estuvo destinado en Shanghai. Pero según denunció ella misma, lo que sufrió durante el tiempo que estuvo ligada a Spencer fueron abusos físicos porque era un hombre bebedor y de muy mal carácter, por lo que su primer divorcio era algo cantado en esa situación.
Después de esta primera aventura amorosa, Wallis se enamoró del empresario estadounidense Ernest Aldrich Simpson. Él estaba casado y se divorció para poder tener una segunda señora Simpson. Pero la depresión económica afectó a los negocios del recién matrimonio y se mudaron a Reino Unido donde pese a su situación financiera llevaban una vida de lujo y muy bien relacionados.
Fue en esos círculos cuando en 1934, Wallis Simpson conoció a Eduardo. Una de sus mejores amigas, Thelma Furness, amante del heredero al trono británico, le pidió que lo tuvieran entretenido mientras ella viajaba a EEUU.
En esos días, un príncipe conocido por ser un mujeriego decidió que Wallis era la mujer de su vida, incluso cuando ella sólo se imaginó que sería un romance, una aventura, ser su amante más que su esposa.
Entre escándalo y escándalo, la señora Simpson pidió el divorcio, la relación se consolidaba y la prensa británica puso en la diana a la mujer que había hechizado a Eduardo. La llamó lesbiana, bruja, ninfómana, advenediza, ordinaria, espía nazi y hasta hermafrodita.
Sobre todo, tras la muerte del rey Jorge V el 20 de enero de 1936, cuando el príncipe se convirtió en Eduardo VIII, hasta que tuvo que abdicar, el 11 de diciembre del mismo año, sin cumplir ni siquiera 12 meses en el trono ante las presiones para que dejara la relación.
"Son pocos los improperios aplicados contra mi sexo que no se encontraran en mi correo diario", contaba Wallis Simpson en sus memorias 'El corazón tiene razones', donde trató de alejarse de la imagen que había creado la prensa de ella asegurando que era amor lo que sentía por Eduardo y que no fue una condena, sino su salvación.
En la época incluso se hablaba de la existencia de un informe, el "Expediente China" en el que se había hecho un recuento de sus brujerías en el país asiático, de si estuvo embarazada y abortó o si sufría el síndrome de insensibilidad a los andrógenos, es decir, que era hermafrodita. Cosas que se demostraron con los años que eran mentira.
Un matrimonio condenado
Seis meses después de abdicar, Wallis y Eduardo se casaron en Francia. Dicen las malas lenguas que la pérfida estadounidense eligió concretamente la fecha de cumpleaños de Jorge V para molestar a Buckingham Palace. Verdad o mentira, ningún miembro de la familia británica acudió a la fiesta aunque el entonces rey Jorge VI tuvo a bien regalarle a la pareja el título de Duques de Windsor, aunque Wallis nunca tendría el tratamiento de Su Alteza Real.
Hay decenas de libros, de películas y hasta un musical de Broadway que recrea la historia de amor como una mujer manipuladora y un aristócrata pusilánime. Casi los mismo roles que muchos en Reino Unido aplican hoy a Enrique y Megan.
Historias y reportajes aseguraban que Wallis Simpson era una espía alemana que le metió a Eduardo sus ideas cercanas al régimen nazi y a Hitler e incluso que ya casada con el abdicado rey tuvo una aventura con un amigo homosexual.
En aquella época parecía que todos los males del mundo y de la familia británica venían de una simple mujer. En el libro sobre el personaje de Hugo Vickers, 'Detrás de puertas cerradas: la trágica y desconocida historia de Wallis Simpson', se asegura que la reina Isabel II llegó a decir que "las dos personas que más problemas me han causado en mi vida son Wallis Simpson y Hitler".
Pero también hay literatura que ha tratado de ver simple misoginia en estos ataques y la personalidad de una mujer ambiciosa pero ni espía, ni bruja ni lesbiana ni ordinaria. Anne Sebba en su 'Esa mujer, la vida de Wallis Simpson', ya advertía de que Eduardo amenazó a Wallis con matarse si lo dejaba antes de su abdicación. Y que ella intentó por todos los medios que el aristócrata siguiera con su destino, reinar sobre 500 millones de súbditos, dejándola a ella libre.
El último libro sobre su vida publicado en 2019, 'La verdadera Wallis Simpson' de Anna Pasternak, borra esa imagen fría y manipuladora, y la describe como una persona elegante, que no quiso nunca que Eduardo abdicara y que estuvo a su lado toda la vida pese a que al final la convivencia no era lo más agradable al lado de un personaje caprichoso y voluble.
¿Quién tiene razón? ¿La atacó la prensa sólo por ser mujer y libre? ¿No era igual de mujeriego Eduardo? ¿No fue una decisión personal del rey?
La única verdad es que si Wallis Simpson deseaba más que nada en el mundo ser aceptada por la familia real británica sólo lo consiguió tras su muerte, 14 años después que Eduardo, al permitir que fuera enterrada en Windsor, en el panteón real junto a su marido. El resto, persona y personaje seguirán peleándose en el recuerdo.