La exitosa serie The Crown no sólo ha desvelado muchos secretos de la familia real británica, sino también del funcionamiento político de Reino Unido. De hecho, en la última temporada que se ha estrenado ahora en noviembre, se centra básicamente en los 11 años que Margaret Thatcher fue primera ministra, siendo la primera mujer que se hacía con Downing Street y también la persona que más tiempo ha permanecido al mando del país en el siglo XX.
Los que no conocieran bien la figura de la llamada 'Dama de Hierro' podrían pensar que una mujer asumiera por primera vez en Reino Unido el cargo de primera ministra iba a suponer un cambio radical en la igualdad de las mujeres. Nada más lejos de la realidad.
En la primera escena en la que se encuentran las dos mujeres que iban a dirigir el país durante 11 años, Margaret Thatcher e Isabel II, ya queda claro cuál era la postura de la conservadora respecto al papel de la mujer en la sociedad británica delos 80.
Antes de la cita, la reina Isabel comenta a su marido, Felipe de Edimburgo, la victoria de la conservadora. "Lo que le faltaba a este país", espeta. "¿Qué?, le pregunta la reina. "Dos mujeres llevando la tienda", recuerda el primer episodio de esta cuarta temporada.
"Quizás es exactamente lo que necesita", concluye la reina.
Pero lo llamativo no es que el marido de Isabel II lance un comentario machista, lo llamativo, y hasta sorprendente para la propia reina, según aparece en la serie, es el que el argumento más machista lo haga Margaret Thatcher.
En un momento de su primera reunión, Isabel II trata de adivinar su gobierno y le lanza la frase clave: "Asumo que habrá mujeres en su gabinete". La cara de Margaret Thatcher es un poema: "¿Mujeres? No, en absoluto. No sólo porque no hay buenas candidatas sino porque yo encuentro que las mujeres, en general, no son adecuadas para ocupar el poder".
La reina le pregunta incrédula: "¿Por qué?". Y la respuesta de la primera mujer en romper el techo de cristal en Reino Unido es un resumen de las mayores críticas del machismo para negar el ascenso a lugares de poder a las mujeres: "Son demasiado sensibles".
Isabel II sólo puede tirar de humor inglés para salir de una situación que las pone, a las dos, en tela de juicio: "Espero que no tenga ningún problema conmigo".
Una excepción
Y es que según todos los analistas, Margaret Thatcher nunca se consideró feminista, ni siquiera en el concepto de igualdad que se manejaba ya en los años 80. Ella se veía a sí misma más como una excepción que como un cambio a instaurar.
De hecho, se rodeó de más de 140 hombres en primera línea, en cargos importantes, en sus distintos Gobierno y sólo de tres mujeres que ocuparon puestos de cierta responsabilidad en 11 años de poder: la baronesa Lynda Chalker (ministra de Asuntos Exteriores y Commonwealth y ministra de Ultramar); Angela Rumbold (ministra de Interior y de Educación y Ciencia) y la baronesa Trumpington, Jean Barker (ministra de Agricultura, Pesca y Alimentación).
Otra de las pocas mujeres que también estuvo cerca de ella fue Janet Young, que llegó a ser la primera mujer presidenta de la Cámara de los Lores en 1981. Sólo duró 11 meses en el cargo entre otras cosas porque Thatcher pensó que era muy precavida para el puesto.
Biógrafos y expertas se han empeñado años después en valorar el impulso que supuso su figura a los derechos de la mujer. Muchos aseguran que su ejemplo consiguió romper muchas barreras y crear un referente, pero otros le recriminan que no moviera un dedo por favorecer la llegada de otras mujeres.
De hecho, en una ocasión llegó a confesar a alguno de sus consejeros que "odiaba el feminismo" y en 1982 advirtió de que le horrorizaban "los sonidos estridentes que emiten algunas feministas".
La serie recuerda que pese a ser primera ministra de Reino Unido y tener una posición de poder, es ella misma la que prepara la cena a sus ministros cuando los invita a Downing Street a cenar, es ella la que sirve y la que recoge, eso sí, con ayuda de su hija, Carol, la melliza más ignorada por su madre, siempre a la sombra de Mark, el hermano favorito de Thatcher.
También es la propia Margaret la que le plancha las camisas a su marido que está jubilado ya en el momento en el que su mujer accede al poder. Sin embargo, la primera ministra considera que tiene que seguir cuidándolo como si formara parte de sus obligaciones como esposa.
Su hija Carol sí siente ese favoritismo sobre el mellizo masculino y que sólo tire de ella para ayudarle a cocinar, a servir o a recoger la mesa. En un momento dado incluso se queja a su padre, mostrando otra cara del machismo del que siempre acusaron a su madre.
Siete años después de su muerte y casi 30 desde que dejó el poder, muchas mujeres siguen criticando que fuera, precisamente ella, una de las políticas que menos creyera en el poder femenino y que sólo creyera en ella, como excepción a lo que podían llegar a hacer el resto de chicas.
De hecho, la única frase en la que se encuentra cierto guiño a su género se concierne sólo a su propio trabajo. En una ocasión, en referencia a su propia labor, Thatcher aseguró que "en política, si quiere que se diga algo, pídaselo a un hombre. Si quiere que se haga algo, pídaselo a una mujer".