Cuando Luisa Marín Lacalle vino al mundo un 27 de agosto de 1884, había más probabilidades de que falleciera a que sobreviviera. En aquellos tiempos, Logroño era una ciudad azotada por la pobreza y las enfermedades. Mucho había por cambiar en aquella España de finales del siglo XIX y Luisa iba a ser una pionera en esa transformación social.
Luisa nació en el seno de una familia humilde, en uno de los barrios más pobres de la capital riojana. Su padre era albañil y su madre ama de casa. Ambos eran analfabetos. La falta de recursos llevó a que madre e hija entraran a trabajar en la Tabacalera logroñesa. Se desconoce exactamente la fecha de ingreso, pero tal y como señala Aleix Romero Peña en una publicación de la revista Berceo, para el año 1901 ya estaban inscritas como personal de plantilla.
En esta época de un desarrollo incipiente de la clase obrera, la mujer lo tenía todavía más complicado que su compañero varón para desenvolverse dignamente en el trabajo. "Dentro del movimiento obrero hubo numerosas voces que defendieron que el lugar natural de la mujer era el espacio doméstico, negándose a reconocer los derechos de las trabajadoras", relata Rebeca Moreno Balaguer en Feminismos: la historia (Akal).
Fue después de la muerte de su madre por un cáncer de útero, cuando Luisa Marín Lacalle empezó a forjar su destino al dar un paso al frente en la lucha por los derechos de la mujer obrera. Las huelgas y exigencias sindicales obviaban casi siempre a las trabajadoras de la Tabacalera, y en ocasiones se firmaban acuerdos -entre hombres de distinta clase- que perjudicaban directamente a las tabaqueras.
Fue tras la Primera Guerra Mundial en Europa cuando el movimiento obrero femenino estalló en España. En 1919, Luisa participó en la constitución de la Sociedad de Obreros y Obreras de la Fábrica de Tabacos de la que fue presidenta durante la dictadura de Primo de Rivera. Por aquel entonces, los sindicatos pasaron a ser controlados por el Gobierno, pero fue capaz de alzar la voz por sus compañeros y compañeras.
Encabezó las luchas obreras de la fábrica de tabacos, promovió medidas para las obreras lactantes y dio mítines allá donde se le permitía. Sus compañeras "la veneraban", según Romero Peña.
Guerra Civil
Tras erigirse como una referente del movimiento obrero en tierra de hombres, la ya conocida como La Cigarrera dejó la lucha en la Tabacalera a las nuevas generaciones para centrarse en política. Fue invitada a hablar en actos públicos de la Agrupación Socialista de Logroño y se trasladó a Calahorra. Con la llegada de la Segunda República, todo indicaba que el horizonte de las mujeres iba a cambiar por completo, sobre todo con el voto femenino.
No obstante, dentro de los sectores izquierdistas hubo voces disonantes que defendían que la ampliación del sufragio en esos momentos favorecería a las derechas. Así, su participación en estos años fue discreta, aunque siempre incitó a que se hiciera uso del derecho "que la República les ha otorgado para manifestarse en la vida pública".
Casi siete millones de mujeres fueron llamadas a las urnas el 19 de noviembre de 1933. Era la primera vez que podían alzar la voz en la configuración del Estado y respondieron de forma apabullante. Esos comicios fueron los segundos que se celebraban durante la II República y el resultado fue la victoria de las fuerzas de la derecha, integradas en la CEDA.
Las elecciones de 1933 se saldaron con cinco mujeres diputadas: Margarita Nelken, -la única que revalidaba su escaño-, Veneranda García Blanco, María Lejárraga y Matilde de la Torre, todas ellas del Partido Socialista, y Francisca Bohigas, de la CEDA. La Cigarrera, desde Calahorra, había sido junto a miles de mujeres españolas una de las impulsoras de este histórico día.
Sin embargo, este derecho sería algo efímero, ya que las mujeres solo pudieron volver a ejercer, durante más de cuatro décadas, en una sola ocasión, en las elecciones de 1936 en las que triunfó el Frente Popular. Meses más tarde llegaría el golpe de Estado y la Guerra Civil. "El estallido de la guerra supuso la irrupción de las mujeres en el espacio público como nunca antes lo habían hecho", destaca Moreno Balaguer.
"Su entrada masiva en el mercado laboral en sustitución de los hombres que habían partido al frente hizo que muchas tomasen contacto con las luchas sindicales", añade la escritora.
La Cigarrera había participado en movimientos sindicales años antes, sin embargo, esta mujer pionera en esa lucha no pudo ser testigo de cómo otras mujeres le seguirían tras los años oscuros en los que los derechos de los trabajadores y los de las mujeres no fueron tenidos en cuenta.
Su cadáver fue hallado el 22 de agosto de 1936 en La Grajera, un embalse ubicado a seis kilómetros de Logroño. El cuerpo se encontraba junto con el de su compañera Carmen Villar, presidenta del Gremio de Cigarreras de la CNT. Luisa había sido encarcelada el 9 de agosto en la cárcel provincial.
La Cigarrera era conocida en la provincia por su lucha sindical, y los sublevados optaron por silenciarla para siempre en una guerra que se llevó miles de vidas.