El 25 de abril de 1981 las vidas de Luisa, Carmen y Alicia y de 16 mujeres más cambiarían para siempre. Fueron las primeras en incorporarse, tras aprobar su correspodiente oposición, en las filas de la Policía Municipal de Sevilla -antiguamente se llamaba así-. El Ayuntamiento siguió los pasos que ya habían dado el de Córdoba, Madrid o Barcelona. Lo hacían junto a 87 hombres.
Gobernaba Luis Uruñuela, el primer alcalde democrático de la ciudad desde tiempos de la II República y dos meses antes el coronel Antonio Tejero intentaba dar un fallido golpe de Estado el 23-F.
Con este ambiente de cambio político en España estas mujeres, vestidas con falda pantalón, chaqueta, medias, tacones y un bolso, comenzaron a regular el tráfico en la zona de Los Remedios abarrotada ante la celebración de la Feria de Abril. Y muchas, sin saberlo, a abrir el camino a las que llegarían después a las filas del Cuerpo durante estos 40 años. La mayoría de estas mujeres, excepto una, está ya jubilada.
Que una mujer le diera órdenes a los conductores de hace 40 años no solo fue una revolución, sino, para los primeros receptores de sus multas, incluso una provocación.
Luisa Franco lo recuerda con cierta nostalgia tras todos estos años de servicio. Con 20 fue una de las primeras en convertirse en policía municipal de Sevilla y con 23, la primera agente en España en quitarse la falda pantalón y los tacones para subirse a una moto para regular el tráfico.
También fue la primera en llevar un arma. No la echa de menos, pero aún le quedan secuelas. "Tras tantos años llevándola enganchada al cinturón, jamás me verás con un pantalón de cintura baja", señala Luisa entre risas.
Una Sanglas 400
En conversación con MagasIN, reconoce que se sentía importante montada en su Sanglas de la cilindrada 400, aunque cuando entró en el Cuerpo no tenía ni carné para conducirla. Durante tres años fue la única en Sevilla y los compañeros la llamaban 'la niña'. Esa niña que años después llegó a ser subinspectora.
"Los principios no fueron fáciles, pero lo que hoy día sería un machismo de libro marcado por la sociedad -no tanto por los compañeros, aunque había de todo-, en aquella época lo veíamos normal", recuerda Franco. Es más, asegura que no lo sentía como tal, pero sí "la obligación y la necesidad de romper barreras". Lo que viene siendo abrir el camino a las mujeres hace 40 años cuando muchos aún estaban cerrados a cal y canto.
Sin embargo, hoy día a nivel numérico y de ejercicio de mando, la igualdad entre hombres y mujeres en el Cuerpo aún está muy lejos de conseguirse. Actualmente la plantilla ronda el millar de funcionarios, pero sólo 52 son mujeres. Menos del 10%, sólo cuatro son oficiales y la Policía Local de Sevilla todavía no ha tenido nunca un jefe mujer. Su integración es plena en el servicio, pero el techo de cristal sigue existiendo.
Siendo la pequeña de seis hermanos, la intención de Luisa era entrar en el Cuerpo Superior, que en aquella época era la Policía Secreta, tras cursar el grado medio de Derecho. Pero el destino la llevó a vestir el uniforme azul de la Municipal de Sevilla, actual Policía Local.
Los tacones se derretían
Recuerda con especial cariño sus primeros años. "Era un mundo totalmente de hombres y éramos unas crías. Ni ellos ni nosotras estábamos acostumbrados a tratarnos en este ambiente laboral". Recuerda además que había dos tipos de trato, el de aquel compañero o jefe que podría sentirse superior y el paternalista, que trataba de protegerte porque ser mujer.
El Cuerpo no estaba preparado para la presencia femenina entre sus filas, pero insiste en que "ese machismo recalcitrante del acoso por ser mujer no existía. Había casos puntuales pero no era lo normal".
Por ejemplo, los uniformes no eran los adecuados, con una falda pantalón muy incómoda por las rodillas y tacones que llegaban a derretirse sobre el alfalto en días de calor en Sevilla. Tampoco había aseos para ellas en el Pabellón de Brasil, donde se encontraban las instalaciones. "Nos cambiábamos en el cuarto de la limpieza".
Hasta las defensas, en este caso la conocida porra, eran la mitad de largas para las primeras mujeres por razones estéticas. Además, para el uso de armas tenían que hacer un examen específico solo por ser mujer. "Hay que mirar las cosas desde la óptica de la evolución, lo hemos peleado mucho".
Su padre sintió mucho orgullo cuando su pequeña Luisa aprobó su oposición, pero siempre pensó que haría un trabajo de oficina, excepto cuando lo comprobó con sus propios ojos.
"Estaba regulando el tráfico en la zona de la Puerta de Carmona y escuché una bronca en una parada del autobús. Cuando me acerqué a mediar me di cuenta de que era mi padre peleándose con otro. Éste le había dicho que yo -sin saber que era su hija- le estaba quitando un puesto de trabajo a un hombre", recuerda Luisa entre risas.
Anécdotas tiene miles. Ha llegado a escuchar comentarios tipo: "¿Te has fijado en ese guardia que era mariquita?". O montarse en un taxi estando fuera de servicio y hablarle el taxista de la motorista de la Policía Municipal de Sevilla sin saber que era ella. Se lo dijo cuando llegaron al destino y éste le pidió perdón.
Con 27 años se quedó embarazada, pasó a hacer labores burocráticas vestida de paisano porque no tenían uniformes aptos para el aumento de la tripa. Recuerda también como anécdota que cuando su hijo era pequeño y le preguntaban en el colegio la profesión de sus padres, siempre se equivocaban y pensaban que era su padre el policía.
Cuando éste nació, Luisa dejó Tráfico y se incorporó al distrito de Torreblanca, uno de los barrios considerados más pobres de España. De ahí pasó al Centro de Comunicación y al Grupo Diana, donde reconoce que le costaba trabajo digerir la situación de muchas mujeres víctimas de violencia de género.
No obstante, reconoce haber tenido más problemas en la calle estando de servicio con mujeres que con hombres. "Muchas veces no nos perdonamos que tú no laves calzoncillos porque tienes un trabajo y yo sí".
Recuerda también que al principio no les dejaban hacer noches ni salir en pareja para patrullar con otra mujer. Esto se materializó cuando ascendieron a mando.
Fueron años "muy duros"
Otra de esas 19 mujeres es Alicia Rodríguez. Ella ha desarrollado la mayor parte de su carrera en la Unidad de Intervención Nocturna. Aunque reconoce que nunca pensó en ser policía, el oficio llegó a meterse en su piel. Entró en el Cuerpo con 19 años, recién salida del instituto, y recuerda que los primeros años fueron "muy duros".
Lo recuerda, en cambio, desde otra perspectiva: "Nunca me había enfrentando a ese mundo tan misógino", aunque sí coincide en que no estaban preparados ni los jefes ni muchos trabajadores. Incluso recuerda que pusieron una máxima de que nadie se hablara con ellas o la llegada de un patrullero dos horas y media después de un aviso de un servicio que había hecho con una compañera.
Asegura que al principio estaban de servicio en la calle con muy pocos medios, ni emisoras ni walkie-talkie y sin grilletes. Eso sí, con falda pantalón y los tacones, que también se le derritieron regulando el tráfico una tarde de verano.
En cuanto a su familia, recuerda que su madre se lo tomó bien, aunque tenía que aguantar los comentarios de las vecinas. "¿No te da cosa de que tu hija esté en la calle todo el día?", le decían.
La primera embarazada
Carmen Ramos fue una de las más mayores de esa primera promoción. Obtuvo su plaza con 25 años y está casada con otro policía. Lo conocía de antes, pero el noviazgo se fraguó en el Cuerpo. Sus hijos, de 38 y 32 años no han seguido sus pasos.
Empezó dirigiendo el tráfico en las calles de Sevilla, pero ha concentrado la mayor parte de su carrera en la lucha contra el absentismo escolar, en la educación vial en los centros escolares -fue la primera mujer en incorporarse en esta materia- y en la zona de las Tres Mil Viviendas. "Eran otros tiempos, en los años 90 el barrio no está tan deteriorado como ahora", recuerda Ramos.
Sobre el absentismo, asegura que era "muy gratificante" porque se veían los resultados enseguida. "Tengo muy buenos recuerdos de cómo encaminábamos a los chavales hacia una vida normal". Carmen llegó a la Policía un poco por casualidad al haber aprobado previamente otras oposiones para entrar en la administración, sin embargo siempre tuvo en la mente que su función era servir a los demás.
Recuerda la dureza de las pruebas físicas para entrar en el Cuerpo. "Accedimos 19 pero muchas más se quedaron en el camino". También que aquello fue un shock para los compañeros y para la ciudadanía.
"Recuerdo uno de los primeros días dirigiendo el tráfico en la calle Torneo con largas colas de coches y llegó un compañero que creyó que no lo podía solucionar por ser mujer. Se puso él al frente y la cola incluso se alargó", recuerda Carmen Ramos.
Ella fue la primera de la promoción en quedarse embarazada y le tocó romper otras barreras. Primero, obtener un uniforme acorde, ella misma se puso una cinturilla elástica en la falda pantalón para que cediera conforme iba aumentando la barriga. Lo segundo fue que las embarazadas pasaran a una oficina durante ese periodo y dejaran de regular el tráfico.
Ella lo estuvo haciendo hasta los cinco meses de gestación hasta que la panciencia se le agotó. "Me fui al despacho de mi jefe vestida de paisano y le dije que no podía seguir trabajando en la calle". En ese momento la cambiaron.
Con el paso del tiempo, Luisa, Alicia y Carmen y el resto de compañeras, a pesar de todos los muros que tuvieron que derribar, se sienten muy satisfechas con su desarrollo profesional. Todas siguen manteniendo contacto y coinciden en que si retrocedieran en el tiempo volverían a ser policías.
Reconocen que hubiese sido muy distinto porque todo se hubiera gestionado de otra manera si pudieran haber aplicado lo aprendido durante estos 40 años. Sin embargo, son conscientes de que han sido pioneras en la materia y de que en todo este tiempo no han dejado de abrirle el camino a las demás.