Margarita Salas (1938-2019) es un referente de la investigación en España, siendo una de las científicas más destacadas e influyentes.
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Nació en Canero en la costa asturiana, pero cuando contaba con un año de edad se trasladó junto a su familia a Gijón donde viviría en la primera planta del sanatorio psiquiátrico que dirigía su padre.
A pesar de sacar buenas notas, tanto en humanidades como en ciencias, y gustarle ambas se declinó por las ciencias en el curso preuniversitario. También tuvo dudas después entre Químicas y Medicina, y finalmente, optó por la Química siendo una buena elección ya que se dio cuenta del entusiasmo que le generaba pasar horas en el laboratorio.
Margarita conoció a Severo Ochoa durante un almuerzo con paella. Su padre, compañero de la residencia de Estudiantes del científico, le había invitado a comer. Durante la comida les propuso que le acompañaran a una conferencia que daba al día siguiente en Oviedo. Y allí Margarita quedó prendada por la investigación y la bioquímica. Esta amistad con Severo Ochoa fue muy importante para la investigadora y continuó a lo largo de los años.
Carrera universitaria
En el comienzo del cuarto curso de carrera conoció al amor de su vida, Eladio Viñuela. Él venía de Biología y se pasó a Químicas por su interés por la genética. Ambos compartieron clases y enseguida se hicieron novios.
Severo Ochoa le aconsejó realizar la tesis doctoral en Madrid bajo la dirección de Alberto Sols, bioquímico para después hacer un postdoctoral con él en el departamento de bioquímica de la Escuela de Medicina de Nueva York.
Sols no pudo negarse ante la petición del Premio Nobel, pero años más tarde reconoció que cuando Margarita fue a solicitarle la plaza pensó: “Una chica, le daré un tema de trabajo sin demasiado interés…”, lo que pone de manifiesto el machismo imperante, que tuvo que sufrir Salas durante toda su vida.
Eladio, por su parte también realizó su tesis doctoral con Sols en genética molecular, y poco después, en 1963 contrajeron matrimonio y un año más tarde se trasladaron a Nueva York para trabajar en el laboratorio de Severo Ochoa, en diferentes grupos de trabajo.
Vuelta a Madrid
Tres años después, volvieron a España, financiados por Memorial Fund for Medical Research para desarrollar biología molecular en un laboratorio que ellos mismos tuvieron que montar poco a poco.
Sin embargo, en España volvió a sentirse discriminada ya que de nuevo era la mujer de Eladio Viñuela. Así que decidieron separar sus estudios y mientras que Eladio se decantó por 'la peste porcina africana', Margarita continuó dirigiendo Phi29 con hallazgos relevantes y patentes como la ADN polimerasa, que fue una de las que más regalías ha dado al CSIC.
Para Margarita Salas siempre fue una gran satisfacción formar a futuros científicos, y ser testigo de sus logros. Estuvo 23 años al frente de Genética Molecular en la facultad de Químicas en la Universidad Complutense de Madrid.
Formadora de jóvenes
La investigadora no veía con buenos ojos ocupar puestos administrativos en Ciencia. No quería perder tiempo en temas que la alejasen de la investigación. Finalmente, aceptó la presidencia de la Sociedad Española de Bioquímica, la dirección del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y presidenta de la Fundación Severo Ochoa.
También formó parte de la Junta de Gobierno del CSIC y más tarde del Consejo Rector del mismo. Es académica de la RAE desde 2003, y en 2007 se convirtió en la primera mujer española en ingresar en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. También perteneció a diversos organismos internacionales.
La científica siempre creyó en la necesidad de divulgar la ciencia a la sociedad para que esta comprenda las ventajas que tiene la investigación y los descubrimientos que se hacen. Obtuvo importantes reconocimientos, premios y distinciones. Así el Premio Rey Jaime I de Investigación (1994), el Premio de Investigación e Innovación Tecnológica de la Comunidad de Madrid (1998) y el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal (1999), entre muchísimos otros.
Una persona humilde
En una de sus últimas entrevistas se definió a sí misma como una persona sencilla y trabajadora, que se emociona con la suite de violonchelo de Bach y recuerda el efecto que le produjo la lectura de El segundo sexo de Simone de Beauvoir.
Amante de la pintura y la escultura moderna, tenía guardado como un tesoro un grabado de Chillida, que compró al regresar de Nueva York. La virtud que más admiraba era la honestidad y su paisaje favorito, después de la campiña asturiana, era su laboratorio.
En 2008 se le concedió el título de Marquesa de Canero, y depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado que permaneció guardado hasta el 27 de enero de 2018. Se trataba de dos cuadernos con notas de sus investigaciones en el laboratorio de Severo Ochoa en la Universidad de Nueva York.
Recibió el premio al Inventor Europeo 2019 de la Oficina Europea de Patentes unos meses antes de su fallecimiento en Madrid, el 7 de noviembre de 2019.