Richard Burton escribió en su diario que había visto a gente que literalmente sufría escalofríos cuando ella se acercaba. En 1963, un crítico de The New Yorker escribió de ella que "ya no era solamente una actriz, sino una inmensa maravilla natural, como las cataratas del Niágara o los Alpes".
[Elizabeth Taylor: la belleza en 625 líneas]
El retrato que le hizo Andy Warhol se vendió hace unos años por una cifra astronómica. Fue la primera celebridad en admitir sus adicciones públicamente, por las que fue tratada en Betty Ford y tuvo la colección privada de joyas más fabulosa de la historia.
Sobrevivió a neumonías, trombosis, maltratos e intentos de suicidio y admitió que finalmente sabía conectar muy bien con su bienestar físico. En paralelo, tuvo ocho matrimonios con siete hombres diferentes. "Llegaré a la vejez arrastrando mi abrigo de marta cibelina", afirmaba con ironía.
¿De quién hablamos? Evidentemente, de Elizabeth Taylor, la primera en firmar un contrato de un millón de dólares por una película, concretamente el film Cleopatra: explicó sencillamente que si alguien estaba dispuesto a pagar esa cantidad, ella la merecía.
A finales del año pasado, se presentaba la primera biografía autorizada de Elizabeth Taylor (Libros Cúpula). La periodista Kate Andersen Bower, colaboradora en CNN o The New York Times, tras haber tener tenido acceso a cartas inéditas, partes del diario de la propia diva, realizó una serie de 250 entrevistas a las personas que más la habían conocido, investigando todo sobre la vida de la última estrella creada por Hollywood, que pudo vivir varias décadas más que Marilyn Monroe, "la única de las otras actrices que se aproximó a su fenomenal nivel de fama", escribe Andersen.
La biografía de Kate Andersen sobre Elizabeth Taylor resulta demoledora e inspiradora a partes iguales. Nació en Londres en 1932, hija de una actriz y un marchante de arte. Alcanzó la fama a los doce años en el largometraje Fuego de juventud.
Sufrió siempre de un dolor permanente de espalda debido a la escoliosis, agravado por maltratos y lesiones durante los rodajes. "Cuando era pequeña, mi padre era maltratador cuando bebía y parecía que le gustaba sacudirme un poco, pero cuando me fui de casa y fui madre comencé a pensar en mi padre y en cómo debió de sentirse al tener una hija de nueve años que ganaba más dinero que él", explicó irónicamente en 1999 a Barbara Walters. Al parecer, explica su biógrafa, su padre la golpeó de tal manera que le provocó una lesión en la articulación temporomandibular de por vida.
Conrad Hilton, su primer marido, fue un modo de escapar de aquella casa y duró solo un año. Una semana antes de los dieciocho fue cuando se comprometió. En un momento de rabia en un hotel durante la luna de miel, señala la autora, Hilton le dio una patada en la barriga provocándole un aborto. En 1999 ella describió este aborto en el baño y explicó que supo entonces que tenía que salir de ahí cuanto antes. "Dios no me puso aquí para que alguien matase a mi bebé en el estómago", afirmó. Su segundo marido, el actor inglés Michael Wilding, dijo de ella "creo que el rasgo más importante de Elizabeth es su bravura: la vida no le da ningún miedo".
Para la autora, la actriz de los ojos violetas y el denso cabello oscuro se consideraba a sí misma como una mujer con muchas limitaciones. Sólo que nunca podría fingir que su vida era como la de todos los demás, y además nadie quería que lo hiciera.
Su público era, a partes iguales, masculino y femenino. "Les ofrecía a las mujeres algo así como una venganza y ella lo sabía", señala, explicando que "Elizabeth era muchísimas cosas: amable, creativa, listísima, autoindulgente, empática, egoísta, codiciosa, romántica, vulnerable e infantil", señala, puntualizando que "siempre formaba parte de algún grupo de gente guapa, pero no toleraba a los snobs y eso significaba que quería en su mesa alguien que la hiciera reír, y no meramente alguien famoso".
Cuando se comenzó a rodar la película La gata sobre el tejado de zinc, Paul Newman fue a quejarse al director, Richard Brooks, porque le parecía que "ella no sabía lo que estaba haciendo". El director le dijo que pasara a ver las tomas sin editar al día siguiente. Cuando lo hizo, Newman se dio cuenta de que ella era un animal escénico. "Ahí estaba yo haciendo una actuación espantosa, y ella, en cambio, estaba brillante".
En setenta años hizo 56 películas. Entre numerosos premios que recibiría, además el reconocimiento de Dama del Imperio Británico o la Medalla ciudadana por su lucha en contra el VIH y el sida (2001), estarían sus tres Oscars, aunque no por sus películas más conocidas: no fueron por Mujercitas (1949) ni por La gata sobre el tejado de zinc (1958) o Cleopatra (1963), sino por Una mujer marcada (1961) y Quién teme a Virginia Woolf (1967), además de recibir uno por su labor humanitaria.
Sin embargo, a pesar de su éxito precoz, todo el mundo coincidía en que no se relamía por su talento. Sobre el trabajo de interpretación, le dijo al presentador David Frost en una ocasión simplemente que "satisface nuestro ego".
Su siguiente marido, Michael Todd falleció un año después del enlace, de tal modo que a los 26 años, Elizabeth ya se había divorciado dos veces y era viuda. Montgomery Cliff tuvo con ella una amistad muy cercana: "Teníamos un lenguaje que nosotros entendíamos, podíamos leernos mutuamente en segundos".
El crítico Andrew Harrys dijo que era la pareja más bella de la historia del cine. Aunque se unió al cantante Eddie Fisher, el amor de su vida fue, sin duda, Richard Burton, con quien estuvo casada entre los años 1964 y 1974 y del 1975 al 1976. Ambos fueron, como subraya la autora, antes de que existiera "Brangelina", Liz y Rick, la pareja más famosa de Hollywood, perseguidos por su fantástica presencia y continuas desavenencias.
Se casó después con el senador John Warner en 1976 en Virginia, con quien compartiría su vida hasta el año 1982. "Ella representaba el hedonismo y el escándalo, la belleza cautivadora y el dolor, el amor y la lujuria", señala su biógrafa, incidiendo en el hecho de que aquella enorme fortuna se había construido primero de todo sobre una extraordinaria autoestima, porque se trató de una de las primeras mujeres del star system en exigir que se le pagara lo que ella creía que merecía.
La autora aclara que, además de muchos hombres, Elizabeth Taylor se enamoró de las joyas: se convirtió en la dueña de la colección privada de joyas más cara del mundo, incluyendo el diamante Krupp de 33,12 quilates, así como de la perla llamada La Peregrina que un día perteneció al rey español Felipe II o el diamante llamado Taj-Mahal, muchas de las cuales fueron subastadas en Christie’s por sumas astronómicas.
"Probablemente esta sea la primera vez, desde que tenía nueve años", escribió la actriz en su diario al entrar en la clínica Betty Ford, "que nadie ha querido explotarme", siendo una de las primeras celebridades mundiales que daba este ejemplo.
Semanas después, al terminar la rehabilitación, una amiga le preguntó de qué estaba más orgullosa. Ella respondió "de estar viva". Pero nunca dejó de creer en la relación de pareja: el octavo y último matrimonio de Elizabeth Taylor sucedería en 1991 en el rancho de Michael Jackson, a quien defendió hasta el final de su vida, con Larry Fortensky, un trabajador de la construcción que había conocido en rehabilitación.
Para la autora de esta extensa biografía que no baja de intensidad en más de 500 páginas, la actriz podría ser descrita como una "feminista por intuición", por su modo de cuestionar el status quo en todas sus formas, "desde los jefes de los estudios a los presidentes", incluyendo su lucha por tener una relación de pareja de igual a igual en una época en la que eso no era nada común.
Lo mismo aplicó al modo de educar a sus cuatro hijos: atravesó una vida extraordinaria con dosis iguales de glamour y empatía, sabiendo mantener la entereza hasta el final, apoyándose en una red de amigos, una familia extendida. Demi Moore afirmaba recientemente que "la vida de Elizabeth fue más cautivadora de lo que podría serlo cualquier película".
En los últimos años, el actor Collin Farrell la visitaba a menudo en casa y le leía poesía: ella decía que le recordaba mucho a Richard Burton. Él le preguntaba a ella por su secreto para no caer nunca.
En una carta que envió Elizabeth Taylor a su amiga Liza Minelli, la actriz escribía las siguientes líneas. "De una señora valiente a otra, ambas sabemos lo que significa tocar fondo rocoso y buscar ayuda para enderezar nuestra vida. Y ambas sabemos lo difícil que es plantarle cara a nuestros demonios y acariciarlos, por doloroso que sea".