La Real Academia Española define la palabra 'malinchista' como 'persona que muestra apego a lo extranjero y desprecia lo propio'. Quizá por eso se terminó llamando así a la indígena que se convirtió en la lengua traductora de Hernán Cortés en el transcurso de la conquista del Imperio Azteca.
Esta mujer pasó a la historia como la mano derecha del gobernador, ayudando al ejército español a controlar el territorio que manejaban los aztecas. Aunque ni siquiera se sabe su verdadero nombre, se la bautizó como Marina, 'Malina' para los indígenas que no pronunciaban bien la letra 'r'. Cuando comenzó a formar parte de la diplomacia se referían a ella como 'tzin' (doña), lo que derivó en 'Malin-tzin', en nuestro idioma 'Malinche'. Este juego de palabras dio nombre a esta brava mujer que, a día de hoy, es interpretada por los mexicanos de maneras distintas: como traidora, como víctima del choque cultural o como madre de la cultura mestiza que surgió en el momento de la conquista.
La amante olvidada
Como tantas mujeres, La Malinche no es lo suficientemente recordada en los documentos históricos, a pesar de su intrínseca labor en la conquista de México. Hija de señores y caciques poderosos, nació alrededor del año 1500 en territorio fronterizo.
Cuando el ejército español llegó a tierras aztecas en 1519 y se enfrentó a los mayas de Tabasco, el gobernante del lugar le hizo un presente a Hernán Cortés como símbolo de paz: veinte esclavas indígenas, entre ellas, Malintzin. Pronto se dieron cuenta del gran valor que poseía esa mujer por su bilingüismo: hablaba idioma náhuatl y maya, cosa que ayudaría a los españoles a adentrarse y comunicarse de manera fluida con los habitantes del territorio a conquistar.
Aunque en primer lugar fue entregada a Alonso Hernández Portocarrero, capitán de expedición, en cuanto Hernán Cortés se dio cuenta de su gran valor la convirtió en su traductora y amante, teniendo ella apenas 15 años. Malintzin pasó entonces a ser tratada por el ejército español como 'doña Marina'.
Malintzin era inteligente: pronto aprendió español, y sobre ella recayó toda la responsabilidad de traducir e interpretar lo que en su momento eran dos mundos y dos culturas completamente diferentes. A pesar de los pocos escritos que existen sobre ella, la joven alcanzó una alta posición entre los conquistadores, ya que se convirtió en un elemento clave para el entendimiento entre culturas. El cronista Díez del Castillo relataba: "doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva España. Sin doña Marina no podríamos entender la lengua de Nueva España y México. Era una mujer tremendamente entrometida y desenvuelta".
Su gran capacidad de oratoria y persuasión, describen los historiadores, generó en Hernán Cortés un sentimiento de confianza, tanta que la dejó actuar en su libre albedrío tras darle las instrucciones necesarias para conseguir su objetivo. Así pasó a ser la gran ayuda para la ocupación, llegando a ganarse el respeto de los conquistadores.
Una princesa regalada
Antes de ser un tributo a los españoles, Malintzin era hija de un poderoso cacique que fue asesinado cuando ella era una niña. La escabrosa muerte de su padre, acaecida por unas deudas no saldadas con el rey Moctezuma, fue el comienzo de una vida turbulenta. "Mi padre fue sacrificado con injurias a las máscaras sacrílegas en el téchcatl, la piedra ceremonial. Un facón de obsidiana le arrancó el corazón, cuando aún latía, y por las escalinatas del templo consagrado a Huitzilopochtli rodó su cuerpo herido, se vertió su sangre, se fue golpeando la noble calavera en cada piedra”, escribió sobre su muerte.
Es muy posible que, a partir de ese momento, Malintzin comenzara a sentir gran rechazo sobre las tradiciones y la civilización mexica. La mujer fue entregada por el nuevo marido de su madre a los traficantes de esclavos, terminando así bajo el mandato del ejército de Hernán Cortés.
Leal a las tropas españolas
Doña Marina no se separaba ni un segundo de Hernán Cortés, y siempre aparece representada a su lado en las pinturas de la época. La mujer era el hilo conductor esencial entre ambas culturas, y los caciques volcaban en ella todas sus quejas y peticiones.
Se probó así su lealtad a los españoles en la emboscada de Cholula, en la que el mismo rey que mandó terminar con la vida de su padre había trazado un plan para acabar con los españoles antes de su llegada a Tenochtitlán: un ejército de 20.000 hombres se ocultaba esperando generar una masacre que eliminara rápidamente al ejército de Cortés.
El desliz de la esposa de uno de los capitanes de Moctezuma, que le contó el plan a Malintzin y le ofreció cobijo en su casa, provocó el gran fracaso: la astuta mujer de Cortés fue a su alcoba fingiendo recoger unas pertenencias, y le reveló todo lo que estaba por suceder. El efecto mariposa que provocó aquella esposa de un capitán azteca al revelarle el plan a Malintzin fue la clave para el posterior triunfo de la conquista de México.
Tras la conquista
Llegó el verano de 1521, y las tropas españolas ya habían conquistado Tenochtitlán. Doña Marina y Hernán Cortés se instalaron en un palacio al sur de la capital mexicana, dando a luz a Martín, hijo de ambos. Malintzin continuó ejerciendo su labor como traductora e intérprete del conquistador español, y terminó siendo obligada por el mismo a casarse con Juan Jaramillo, capitán y propietario de riquezas. Con él tuvo a María, su segunda hija.
No se sabe exactamente cuándo ni cómo murió La Malinche, aunque se estima que fue alrededor del año 1529 por una fuerte epidemia de sarampión o viruela. Traidora o víctima, creadora del mestizaje o destructora de su propia tierra, lo que está claro es que, sin esta mujer, la conquista española del Imperio Azteca no habría tenido lugar.