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"Si no puedes con tu enemigo, únete a él", dice el refranero. Y así hicieron cientos de mujeres a lo largo de la historia, allá cuando había carreras que no podían estudiar u oficios que solo desempeñaban los hombres y decidían disfrazarse de ellos para traspasar esta barrera.

La guerra, la medicina, o incluso los deportes han sido ámbitos cerrados exclusivamente para varones durante siglos. Pero eso no significaba que las mujeres no participaran, pues algunas revolucionarias decidieron cortarse el pelo o tapar sus pechos con apretados corsés para cumplir sus sueños prohibidos.

De hecho, no solo hicieron realidad aquellas metas a las que aspiraban, sino que dejaron un importante legado para las generaciones posteriores. ¿Quién le diría a aquella médica que se vistió de hombre para trabajar por fin en su verdadera vocación que realizaría la primera cesárea del mundo?

Así fue como hizo historia Margaret Ann Bulkey y, al igual que ella, Dorothy Lawrence o Concepción Arenal. Pero si hay unas memorias que atraen especialmente nuestra curiosidad son las de Eloísa Sánchez, una profesora gallega que se enamoró de otra mujer cuando el matrimonio homosexual estaba prohibido. No tuvo más remedio que simular ser el novio para casarse por la Iglesia.

Elisa Sánchez Loriga

Elisa Sánchez Loriga y Marcela Gracia Ibeas fueron dos maestras gallegas de finales del siglo XIX que se enamoraron, en un contexto en el que las relaciones entre personas del mismo sexo eran 'pecado'. Pero eso no iba a ser freno para ellas.

Decidida, se hizo pasar por Mario Sánchez para subir al altar con su amada en la que fue la primera y única boda homosexual oficiada por la Iglesia.

Los diarios de la época se hicieron eco de esta historia. Biblioteca Virtual de la Prensa Histórica

Sin embargo, después del casamiento, la gente del entorno de ambas mujeres dio la voz de alarma y pronto se descubrió la verdadera identidad de uno de los contrayentes. Las recién casadas rápidamente huyeron a Portugal, donde las encarcelaron por falsedad documental y travestismo. Ya libres viajaron hasta Argentina, donde se les perdió la pista.

A día de hoy, el matrimonio entre Elisa y Marcela sigue siendo válido desde una perspectiva legal.

Margaret Ann Bulkey 

Margaret nació a principios del siglo XIX, y fue la sobrina del pintor irlandés James Barry. Siempre tuvo claro a lo que quería dedicarse: la medicina, pero en esa época solo podían acceder a ella los hombres. Por eso, entre su tío, su madre y ella, idearon un plan para hacerlo posible: se disfrazaría de chico y así conseguiría acceder a las facultades.

A partir de entonces se hizo llamar James Barry y, como médico, llegó a lo más alto: fue cirujana militar del Ejército Británico en la Batalla de Waterloo, inspector médico de la Colonia Británica y Oficial Médico de Primera, viajó por países como Crimea, India, Malta o Jamaica...

Margaret Ann Bulkley.

Además, su preocupación por la higiene médica en conflictos salvó la vida de muchos soldados, pues consiguió aumentar el índice de supervivencia, controló los brotes de lepra y cólera, y hasta practicó la primera cesárea de la historia.

Finalmente, murió en 1864 debido a la fiebre amarilla y la encargada de preparar su cadáver descubrió que era una mujer, aunque ella dejó escrito en su testamento que quería ser enterrada con los ropajes con los que falleciera. A día de hoy, en su lápida pone James Barry.

Dorothy Lawrence

Dorothy nació en 1896, en Reino Unido. En su caso, quería dedicarse al periodismo, y lo consiguió en cierta manera, pues incluso The Times publicó algunos de sus artículos. Sin embargo, cuando llegó la I Guerra Mundial, la joven quería más: deseaba ser corresponsal de guerra.

Entonces, se trasladó a Francia y, con la inestimable ayuda de un grupo de soldados ingleses, se hizo pasar por uno de ellos: cortó su pelo, ocultó sus pechos con un corsé... ¡y voilà!: se convirtió en el soldado Denis Smith, del primer Batallón del Regimiento de Leicestershire. 

Durante el conflicto, Dorothy pasó largas jornadas excavando túneles en la batalla de Somme y acabó enfermando, por lo que decidió entregarse voluntariamente en un hospital y admitir que era una mujer. De esta manera, podría librar de culpas a los soldados que la ayudaron a disfrazarse, pues las autoridades pensaron que era una espía.

Cuando acabó la guerra, en 1919, decidió escribir y publicar las memorias de su vida, aunque el libro fue censurado por el Ministerio de la Guerra.

Concepción Arenal

Esta española no tuvo tanto recorrido disfrazada de hombre: ella no se entregó, la pillaron. Pero aun así, consiguió su objetivo: ir a la universidad.

Concepción tuvo que vestirse de hombre para tener mayor acceso a la cultura y convertirse así en lo que acabó siendo: una de las grandes expertas en Derecho, pensadora, periodista, poeta y autora dramática del siglo XIX.

Concepción Arenal fue una de las grandes pensadoras e impulsoras del movimiento feminista. Cruz Roja

Solía acudir a tertulias políticas y literarias siendo 'él', hasta que un día se presentó en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid y el rector se dio cuenta de que era 'ella'. Entonces, la obligó a hacer un examen de nivel, igual que al resto de alumnos hombres, que aprobó con una excelente nota.

Ante esto, no le quedó más remedio que aceptarla en las aulas, aunque no tuvo los mismos derechos que sus compañeros: se sentaba apartada, no podía hablar ni interactuar con ellos y, por supuesto, nunca le dieron el título universitario. A pesar de todo, Concepción Arenal escribió diversas obras en las que abogó por la igualdad de géneros, la independencia femenina o el libre acceso a la educación, entre otras.