La voz de Ángela Hernández (44 años) suena tranquila al otro lado del teléfono. Está empezando a acostumbrarse a explicar ante los medios de comunicación la evolución del día a día de los médicos y del personal sanitario con la crisis del coronavirus. El móvil le suena cada pocos minutos, pero cree que es clave que la población esté informada. Aún así, reconoce que un momento como el actual le resulta "demasiado apasionante".
Es cirujana de profesión y espíritu y, desde hace cinco años, vicesecretaria general del sindicato AMYTS (Asociación de Médicos y Titulares Superiores de Madrid). La cara y la voz de muchos profesionales que están dejándose literalmente la piel en la pandemia mundial que estamos viviendo.
"Soy una privilegiada porque estoy sólo dando voz a los médicos que nos plantean dudas, situaciones, incertidumbres... Somos profesionales estupendos, pero cuando se nos hace trabajar sin circuitos claros, sin una buena coordinación, se nos está obligando a ser héroes y heroínas cuando no lo somos. Los médicos somos personas que nos llevamos a casa la incertidumbre de si hemos estado correctamente protegidos, si no, si podemos ir con nuestros familiares, si no deberíamos...", dispara en cuanto puede.
Una visión que ha rebatido en forma de ovación masiva toda España desde sus balcones: "Fue emocionante, la verdad es que no pude evitar echarme a llorar", reconoce Ángela rememorando los vídeos que inundaron las redes sociales. Aunque avisa: "La cosa está seria y quedan por delante semanas duras".
Precisamente la familia, la suya propia, es uno de los aspectos que los médicos dejan de lado cuando se produce una crisis sanitaria como esta. Por suerte, lo que está ayudando en esta anómala coyuntura es que los más pequeños parecen quedarse más al margen del coronavirus. "En situaciones de epidemia siempre se dice que al personal sanitario hay que dejarle claro que sus familiares están a salvo. Y tenemos la suerte de que, parece ser, que a los niños el virus les produce un cuadro muy leve, porque si no ya la alerta sería máxima".
Para estos profesionales teletrabajar es una palabra que suena a marciano: les es imposible quedarse en casa con sus hijos como sí está sucediendo con otras profesiones. "Está claro que, aún siendo necesario y apoyándolas, medidas como cerrar los colegios nos crean situaciones a veces realmente angustiosas al personal sensible como somos los médicos y profesionales sanitarios".
Los más pequeños
Ella sabe de lo que habla, su marido es médico y ha convivido muchas veces con horarios difíciles y situaciones adversas no sólo para crear una familia sino también para mantener una relación. "Conozco a matrimonios médicos que los dos trabajan en urgencias y lo que han tenido que hacer es o tirar de una persona externa que cuide a sus hijos o dejarlos con algún familiar, aunque no sea lo más recomendable".
Ángela tiene suerte de que ya no viste bata ni trabaja en un quirófano, por lo que se está quedando con sus tres hijos por las tardes teletrabajando: "Les tengo que decir que me ayuden y estén callados cuando he de entrar en alguna radio por teléfono, pero siempre se acaba colando la puerta y mi hija pequeña".
Ella y su marido llevan mucho tiempo mencionando coronavirus en casa, pero reconoce que hay que estar tranquilos para que los más pequeños nos vean serenos, sobre todo tras el cierre de los colegios: "Yo tengo tres hijos, de 10, 8 y 5 años, y llevamos hablando del coronavirus desde hace meses, por lo que ellos ya lo saben. Hace mes y medio que les avisé que íbamos a hablar mucho de esto y que a ver qué iba a pasar. También que había que extremar las medidas básicas: lavarnos las manos, tratar de no tocarnos la cara y tosernos en el codo".
Esta doctora es consciente de que los más pequeños están preparados para entenderlo todo, pero hay que explicarles la situación con la verdad para evitar que piensen cosas que no son: "Un día tuve que regañar a mi niña de cinco años porque me contó que había estado jugando a toserles en la cara a sus tíos y decirles que ahora tienes el coronavirus. Y lo aprendió del cole donde jugaban al coronavirus: 'Salimos todos corriendo y al que tocas ya tiene coronavirus', me dijo. Los niños son capaces de entender muchas cosas, lo importante es que nos vean tranquilos a nosotros y con capacidad de manejar la situación".
Menos mal que en esa obligación de manejar crisis, los profesionales saben perfectamente cómo actuar y no están todo el día, como el resto de la población, enchufándose el termómetro cada dos por tres. "Sabemos que hasta que no haya síntomas no tiene sentido".
De hecho, aclara que viven esta situación en dos planos diferentes: "Hay que entender que esta alerta para los médicos tiene dos niveles: el personal y el poblacional. Desde el punto de vista personal, no se ha estado mintiendo. Una persona que se infecte de coronavirus tiene muchísimas más posibilidades de pasar por un cuadro leve que por uno grave. Y en ese sentido lo manejamos como profesionales y con cierta tranquilidad. Otra cosa es que se están generando situaciones de agotamiento y de riesgo innecesario que sí aumentan el nivel de ansiedad y de enfado dentro de los profesionales. Estaría fenomenal que cuidáramos al que cuida", reconoce.
- Pregunta.- ¿Con este contagio masivo, se altera la relación que mantienen los médicos entre ellos o con sus familias?
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R.- Estamos mucho más informados que la población general. Sabemos que en principio, mientras no se tienen síntomas, las posibilidades de contagio son muy bajas. Y lo que hacemos es manejar esa incertidumbre en casa igual que la manejas en el trabajo. En el plano personal no estamos asustados por esto, estamos asustados de que caigamos enfermos demasiados médicos y no sea posible hacer la adecuada prestación sanitaria.
Hay que cuidar al que cuida
Por eso, entre sus peticiones más urgentes está fijar la atención en cuidar mejor a los médicos: "Pedimos un teléfono específico para los profesionales sanitarios que están en primera línea y no pueden contactar con el teléfono facilitado por salud pública". O "que se haga inmediatamente la prueba a los profesionales que están en cuarentena con síntomas leves como se ha hecho a políticos que no tenían síntomas porque estamos perdiendo recursos".
Ángela reconoce que la crisis "no se ha llevado de la mejor forma posible" y que "ahora es momento de arrimar el hombro y salir de esta", pero "cuando pase todo y estemos más tranquilos debería haber una reflexión serena y asunción de responsabilidades".
Sus dardos van tanto a la administración autonómica como a la central, "porque esto no es una cuestión de colores políticos y nos encantaría que dejaran de tirarse los trastos unos a otros y que trabajaran coordinados para salir esto". Y pide que, al menos, funcione el teléfono para atender a los afectados y que los médicos dejen de hacer de asesores particulares de sus propias familias porque "hay gente que está dos horas colgada y no la atienden".
Como buena portavoz, apuesta por la verdad: "Echamos en falta información veraz y suministrada por la propia Consejería de Sanidad que ha optado por una política de comunicación en la que no facilitan los datos, lo que lleva a miedo y temor. Nos dicen que hay 325 profesionales del SERMAS en cuarentena pero no nos la facilitan, y la necesitaríamos para ser conscientes de cómo se está produciendo la alerta, por categorías, por hospitales... Se tendrían que estar facilitando de una manera continua por parte de la Comunidad", advierte.
Esta especialista del aparato digestivo confiesa que el cierre de los colegios sin limitar el movimiento entre comunidades puede haber dispersado aún más el virus y que ella misma rechazó la oferta para llevar a sus hijos al pueblo. "Si hay medidas más drásticas yo quiero que mi familia esté junta", asegura antes de que haya declarado el estado de alarma en todo el país.
Sus hijos han sido su elección ahora pero ya lo fueron cuando, "cuestión de prioridades", conciliar con el quirófano se hacía cuesta arriba: "Vi que no podía hacerlo todo bien y a la vez y he dejado apartado temporalmente mi trabajo como cirujano general, pero lo echo de menos".
Sabe que también es útil en el sindicato, sobre todo porque entró en él siendo empujada por su negativa a que los políticos puedan hacer lo que quieran en la sanidad sin escuchar a los profesionales: "Yo llegué a este puesto por Lasquetty [en referencia al exconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid]. Cuando quiso privatizar los seis hospitales me impliqué mucho en el sindicato porque me dio mucha rabia que pudieran tomar decisiones y hacernos estas cosas sin tener ningún criterio ni contar con los profesionales médicos".
Ahora tiene que luchar contra otros fantasmas pero sabe que "si se quiere que calen los mensajes y lleguen a la gente tienes que dar un paso adelante y contarlos". Por eso, ella habla y hablará de coronavirus hasta que pase la crisis.