Entrar en una tienda, comprar una camiseta sin llevar ni un euro encima se ha convertido en un acto tan natural para nosotros que casi no nos acordamos de que existió un tiempo, no hace tanto, en el que no había tarjetas de crédito y tenías que ir con los billetes en efectivo guardados en bolsillos secretos.
"Me acuerdo perfectamente la primera vez que tuve una tarjeta en mis manos. Era una que sólo se podía usar en el cajero y me hacía una ilusión terrorífica, me emocionaba. Yo hacía mis ingresos allí y luego veía el saldo y me parecía algo fabuloso, de magia".
La anécdota la cuenta Carmen Alonso (52 años), directora general de Visa en España, la empresa que, junto con Mastercard, es responsable de dos tercios de las transacciones electrónicas que se realizan en Europa. Ahora no sabría decir exactamente cuántas tarjetas lleva en su monedero: "Uff, más de 15 tarjetas seguro, un montón". ¿Y monedas? "Algunas llevaré pero por olvido".
En realidad, tras dos meses encerrados y huyendo de tocar nada que no hubiera sido desinfectado previamente, todos nosotros estamos ya, como Carmen Alonso, olvidándonos del dinero en efectivo y hemos pasado a pagar con tarjeta cualquier cosa, desde una barra de pan en el supermercado, una botella en la tienda y todas las compras online a las que nos hemos aficionado durante el confinamiento.
- Pregunta.- ¿Esto significa que vamos a dejar de usar ya monedas y billetes?
- Respuesta.- Ha supuesto una aceleración de muchos años en la desaparición del efectivo. Sí que estamos viendo, y yo personalmente lo creo así, que la desaparición del efectivo tenía su camino gradual e íbamos poco a poco ganándole puntos y de repente hemos dado un salto de años. No me atrevería a decir cuántos pero ha sido muy importante. Ese comportamiento de pagar con tarjeta y evitar el efectivo, se va a quedar.
Entre las cosas que se ha llevado el coronavirus puede estar esa relación casi romántica que teníamos con las monedas de un euro, de dos o de céntimos. Ese cara o cruz o las leyendas de los céntimos de la suerte. La mayoría de los consumidores ha interiorizado todo este tiempo que las compras por Internet (el comercio electrónico) es mucho más seguro, al no poder salida de casa, y cuando podía, "en las transacciones que se hacían físicamente, con intercambio de dinero, la gente ha preferido pagar con tarjeta y pagar con contactless", reconoce Alonso.
Aunque no puede facilitar aún los datos de crecimiento en marzo y abril para la compañía, sabe que esta pandemia ha supuesto a nivel mundial un empuje para las empresas de transacciones electrónicas y que esa exigencia las lleva a tener que seguir innovando para mejorar tanto en seguridad como en facilidad para los clientes.
"El pago electrónico tiene un montón de ventajas porque ofrece un elemento de control a la persona que lo usa y a la que lo recibe. Es una transacción que se puede trazar, ver dónde ha ido, qué ha pasado, qué no ha pasado. Y con garantía de que tiene un respaldo detrás, que si ocurre cualquier cosa hay unas reglas de devolución, hay mecanismos que habilitan su tratamiento correspondiente".
No sucede igual con el efectivo, muy señalado además por ser la pareja de baile perfecta de las bolsas de dinero sin declarar o de la economía sumergida: "Cuando pagas con efectivo nadie sabe qué pasa, nadie sabe si llega, si te pasa algo qué se puede hacer... es una incertidumbre total y absoluta".
Su primer trabajo
Cuando esta madrileña empezó la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad Complutense nunca se imaginó que Visa iba a ser su lanzadera profesional. Pero la suerte no sólo es de quien la busca sino de quien cuando la encuentra sabe trabajarla muy bien: "Mi primer trabajo fue en un agencia de publicidad y mi cuenta, como publicitaria, era American Express. Esa primera cuenta que me asignaron determinó el resto del camino profesional que he tenido por delante".
Claro que las escaladas nunca son así de fácil y es duro llegar a pilotar la transformación y el desarrollo de una compañía tan global como Visa y mucho más siendo mujer en un sector donde la chaqueta y la corbata son casi un instrumento de trabajo. "Hace 20 años sí que había diferencias por ser mujer, porque realmente me tenía que mover en un mundo más masculino y tuve que masculinizarme un poco, como todas. Lo hicimos muchas. Hoy en día el entorno es más amable".
Madre de tres hijos aprendió a base de trabajo y constancia que la conciliación no se paga con dinero (ni siquiera con tarjeta) sino con una transacción mucho más cara: el sacrificio. "Lo que he procurado hacer toda mi vida, porque no he dejado de trabajar ni un sólo momento salvo las tres bajas maternales, que me las he cogido hasta el último minuto, es dedicarle mucho tiempo de calidad a los niños, a costa de que la casa estuviera peor o que mis cosas estuvieran algo más descuidadas".
Además de asumir el desgaste psicológico que supone, en muchos casos, el maldito sentimiento de culpa, que parece destinado a escribirse "a" para marcar aún más sus garras: "A mí me ha pasado, como a todas, ese sentimiento de fíjate, me voy, estoy trabajando tanto y mis hijos... Ese sentimiento de culpabilidad. Hasta que decidí no sentirme nada culpable porque me encanta lo que hago".
Ante grandes problemas, soluciones sencillas: "Un día les dije a mis hijos: 'A mí me encanta mi trabajo, me encanta lo que hago y es lo que quiero hacer'. Se quedaron un poco sorprendidos, porque eran pequeños, y ahora me dicen '¡ay mamá qué orgullosos estamos de ti! Mereció la pena".
En toda la conversación telefónica con MagasIN, la directora de Visa se muestra igual de segura al hablar de sus inicios profesionales como de los desarrollos biométricos (pagar con la cara) que están cambiando ya la forma de pago y que, seguramente, serán el fin hasta de la famosa tarjeta.
"Esta tecnología está muy avanzada y hay aplicaciones biométricas que están funcionando ya en teléfonos y como factores de autenticación de esa transacción. La biometría avanza muy deprisa y es muy fiable, es un futuro que ya está aquí y lo único que llevará más tiempo es la expansión porque tiene que ir adaptándose a los diversos aparatos que hacen posible que la transacción funcione", asegura.
Pero el fin de la tarjeta de crédito acabará aterrizando antes que por la cara por elementos como el teléfono, las gafas o un reloj con los que ya se puede pagar en muchos comercios. "Es el desarrollo que más me ha fascinado. En realidad tu tarjeta no está en el móvil ni tu número de tarjeta. Nada está en el móvil. Es una cosa maravillosa que en cuestión de segundos, hayan elementos criptográficos y de chequeos de transacción que van y vienen al otro lado del planeta y vuelven y tú no te has enterado y has pagado con un móvil".
Brujería dirían algunos de los clientes más mayores que ahora se han tenido que meter en la cabeza, obligados por la necesidad que ha marcado el Covid-19, que un trozo de plástico puede pagar facturas sin tener ni un billete doblado dentro.
"Bueno siempre digo que es magia pero en realidad no lo es porque ahí está todo el trabajo que tiene Visa por detrás para hacer que todo eso sea una realidad. Toda la tecnología, toda la red y todos los equipos".
Un confinamiento con altibajos
Para una mujer que se describe a sí misma como "de carácter fuerte, determinado y con mucha energía", acostumbrada a viajar cada dos por tres y a vivir más entre reuniones y proyectos que en su casa, el confinamiento ha sido una experiencia única.
"Digamos que ahora estoy super a gusto pero he tenido, como todo el mundo, muchos altibajos de adaptación. Estoy bien porque veo que las cosas funcionan, que puedo teletrabajar, que la gente resiste mucho más de lo que creemos. Que los ánimos los mantenemos altos en general y deseando salir, como todo el mundo, pero con mucha resistencia a superar esto. El espíritu de 'podemos con todo' es el que me hace seguir adelante".
No es extraño que se apoye en el famoso lema de "sí puedo" que han tenido que decirse tantas veces internamente las mujeres que, como ella, han abierto un camino entre muchas piedras. "Muchas mujeres cuentan la soledad de estar en una reunión con todo hombres. Yo tengo suerte porque en Visa eso no ocurre ya que tenemos un balance muy potente de mujeres y hombres, sobre todo en el sur de Europa".
En el sur de Europa, el management de la compañía incluye a tres "jefas", además de Carmen Alonso: Beatrice Larregle, que es directora gerente Regional, Roble Dorronsoro, que es jefa de Ventas Comerciales y Soluciones de Visa; y Jackie Willcox, directora de Marketing Regional de esta zona.
Eso sí, Alonso sabe que las finanzas y los desarrollos tecnológicos son dos sectores en los que aún la presencia femenina tiene que crecer. De hecho en Visa, un 31% de los puestos directivos están ocupados por mujeres, que son el 41% de la plantilla: "En el entorno de fuera de Visa el mundo era mucho más masculino. El otro día, lo que a mí me pasaba hace muchos años, le pasó a un compañero mío. Me dijo: 'He estado en una reunión con seis mujeres y yo el único... ¡qué nervios, qué tensión!'. Y le dije: 'Pues fíjate tú lo que hemos sentido muchas de nosotras durante muchos años a lo largo de nuestra vida'".
Como a muchas mujeres directivas que han llegado a posiciones de altura en los rascacielos de estas compañías internacionales, a Carmen Alonso no le hacen gracias las cuotas, a priori, pero es de las que la realidad ha acabado convenciéndola de que es un mal necesario si se quiere realmente invertir la situación.
"Nunca creí en el sistema de cuotas. Pero al ver que no se avanzaba a la velocidad que se requiere en la inclusión de la mujer, que es la mitad del planeta, creo que ayudan a añadir velocidad y a conseguir un fin más rápido, que es bueno colectivamente".
Recuerda que "el producto interior bruto de un país donde la mujer está completamente incorporada al trabajo es muy superior al de un país en el que no lo está" por lo que "el tema de las cuotas parece útil".
Ella destaca como una de las fortalezas de Visa, precisamente, la amplia inclusión que tienen en sus equipos de dirección. "Y no sólo en femenino. Como somos una compañía muy global, la inclusión es también de razas, de backgrounds, de creencias, de mil cosas…".
En el comité de dirección del sur de Europa, Alonso cuenta en su mesa con ocho nacionalidades diferentes, gentes de diversas razas, con estudios distintos, más mujeres que hombres y "eso produce una riqueza de pensamiento y de ideas que se arrojan que de otra forma no tendríamos".
Mientras todos los expertos auguran la crisis económica más profunda desde hace décadas, Carmen Alonso aclara que "Visa es una compañía muy resistente porque la gente tiene que pagar todo tipo de cosas y si no paga por un canal lo paga por otro". Es cierto que, hasta ahora "hemos visto unos incrementos de e-commerce absolutamente espectaculares" pero hay que esperar a ver "cómo se desarrollan".
Ella tiene claro, por sus propias experiencias vitales, que no necesita dinero en efectivo ni para viajar, "hace poco fui a Nueva York cuatro días y la pasé sin sacar ni un dólar", ni siquiera para darle la paga a sus hijos, "tienen una tarjeta Visa prepago y yo les hago una transferencia".
Y se esperan muchos más trucos de magia en poco tiempo, porque Carmen Alonso adelanta que en cuanto vuelva cierta normalidad al mercado internacional quiere "seguir avanzando en la innovación tecnológica de los medios de pago para entender más donde estamos yendo y cuáles son las capacidades de innovación y digitales que podemos ofrecer".
"Hay que estar muy al día y hay que estudiar mucho y esa parte me gustaría reforzarla un poco más. Y me gustaría entender qué se hace bien en otros países para poderlo traer al nuestro".