Aunque su propio nombre lo indica, Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, Lola Ortiz (Barcelona, 1973) no sabía exactamente a qué se iba a enfrentar al empezar la universidad. Su gusto desde pequeña por las matemáticas y los cálculos la llamaban a estudiar Matemáticas Exactas, pero su madre la convenció para que hiciese Ingeniería.
"Yo tampoco sabía en ese momento lo que se podía hacer con Exactas porque creo que también hay cierto desconocimiento en la sociedad de lo que se hace en cada profesión". Siempre aplicada, entró en la carrera de 'Teleco' y de Caminos, y su instinto hizo que estudiase la segunda, una profesión silenciosa pero imprescindible para la sociedad.
"Sin nuestro trabajo, la sociedad no podría avanzar ni mantenerse. Llevamos todos los temas relacionados con el agua, las infraestructuras de carreteras, todo lo que son los transportes, el urbanismo...", relata en una lista que parece inacabable.
Lola se enamoró tanto de la profesión que ahora, además de ejercer como directora general de Planificación e Infraestructuras de Movilidad en el Ayuntamiento de Madrid, en 2018 hizo historia convirtiéndose en la primera decana del Colegio de Ingenieros de Madrid.
Aunque la semana pasada su nombre retumbó en algunos diarios españoles por un presunto caso de corrupción, gastos personales hechos con la tarjeta del Colegio de Ingenieros, ella se defiende y desde su equipo de prensa afirman que todavía está en "un proceso de explicación y subsanación". Es decir, que tiene que explicar a la auditoría externa encargada de realizar el informe que revela más de 10.000 euros de gastos irregulares, a qué se deben, y pagarlos de su bolsillo en caso de que no se justifiquen debidamente.
Es bonito escucharla hablar con tanta pasión de los cálculos de infraestructuras, los soportes de los viaductos, su labor gestionando fondos europeos... Todos los trabajos que ha ejercido desde que terminó la carrera hace más de 20 años le parecen "preciosos", una palabra que no se oye muy a menudo de boca de un ingeniero.
Lola parece llevar en las venas eso de viajar y conocer constamente nuevas ciudades. Barcelonesa de nacimiento y andaluza de sangre, ha estado gran parte de su vida en la ciudad de Granada, donde estudió la carrera, aunque también ha conocido Caravaca de la Cruz (Murcia) y Baza. Hace más de dos décadas se mudó a Madrid y quizá por eso ya casi no queda rastro de su acento del sur. "Es que hace mucho que no bajo por todo esto de la Covid, es un rollo", lamenta.
En la capital encontró el lugar donde asentarse y formar su familia. Empezó trabajando en la empresa privada, INECO, como especialista en infraestructuras. Más tarde, hizo caso (de nuevo) de lo que le decían sus padres, funcionarios de profesión, y se preparó las oposiciones, eso sí, sin dejar de trabajar en ningún momento.
"Cuando acabé la carrera solamente tenías ganas de trabajar y dije bueno ya me lo pensaré más adelante. Al final les escuché y la verdad es que me ha alegrado muchísimo de hacer la oposición porque en nuestra profesión ha habido muchos vaivenes. Además, el trabajo en la administración es precioso, tienes una capacidad de gestión, de influencia de determinados elementos en los que estás trabajando que es muy bonito".
Todavía nota un sabor agridulce cuando recuerda el día en el que le dijeron que había aprobado. Fue en 2004, el día siguiente del terrible atentado del 11-M, "estábamos todos tristísimos, todavía se me ponen los pelos de punta".
Del mar a Bruselas
Logró plaza en su segundo intento y como quedó la cuarta de toda España pudo quedarse en Madrid y empezar a trabajar en la Dirección General de Sostenibilidad de la Costa del Mar, un departamento que le permitió viajar todos los meses a Cantabria y descubrir las maravillas marinas y de protección costera.
"Cuando entramos había un plan de formación muy importante para los funcionarios e hice un curso de Experto Universitario en Gestión Integrada de las Zonas Costeras de la Universidad de Cantabria. Nos teníamos que ir una semana al mes para profundizar y la verdad es que me encantó, me maravilló la costa, los fenómenos costeros, cómo podemos preservarla".
Siempre con ganas de aprender, en 2015 Lola dio el salto al Ministerio de Hacienda para trabajar ni más ni menos que en la Dirección General de Fondos Europeos. Cambió los viajes al mar cantábrico por los viajes a Bruselas, y el estudio de la sostenibilidad de la costa por la gestión de 1.400 millones de euros para repartir entre las ciudades de España de más de 20.000 habitantes destinados al desarrollo urbano.
"Teníamos que hacer digamos como cuatro ejes -tecnológico, medioambiental, social y de eficiencia energética- y en base a los puntos que marca el reglamento de la Unión Europea, veíamos cómo gastar el dinero. Cada ciudad tenía que presentar una estrategia de desarrollo urbano y nosotros preparábamos las convocatorias, hablábamos con los alcaldes, organizábamos jornadas con la Comisión Europa... Finalmente, mandábamos los planes al Comité de Valoración y luego hacíamos una especie de listado con las ciudades que habían sido seleccionadas".
Regreso al sur
En 2019 volvió a cambiar de destino laboral tras ser elegida como secretaria general técnica en la Consejería de Fomento de la Junta de Andalucía. Volvía a su tierra, aunque en vez de Granada, a Sevilla, un destino donde "se vive fenomenal y tienen una calidad impresionante".
Se bajó al sur para comenzar en su puesto con la idea de que su familia la acompañase cuando sus hijos acabasen el curso. Con viajes semanales de Sevilla a Madrid, Lola ya se acostumbró al teletrabajo que tanto se ha necesitado con la pandemia.
Antes de que les diese tiempo a llegar se volvió a Madrid para asumir el cargo de directora general de Planificación y Estructuras del Ayuntamiento. "Me nombraron el 5 de febrero, pero unos meses más tarde me llamaron de Madrid y era una oportunidad tan interesante que al final lo acepté. Los niños incluso se enfadaron conmigo porque habían hecho fiesta de despedida con sus amigos y claro, me decían: 'Bueno, ¿ahora qué hago? ¿Devuelvo los regalos? Porque claro mamá, no nos hemos ido'", recuerda entre risas.
Pese a ese pequeño enfado, su familia es muy consciente de cómo es Lola y de lo importante que es para ella su trabajo y el servicio público. Es más, es muy probable que sus hijos, ahora de 14 y 12 años y que ya piensan en ser ingenieros aeronáuticos, hayan tomado como ejemplo su determinación en el trabajo.
Primera decana
Y es que por si fueran pocas sus responsabilidades, desde hace años está involucrada en las actividades del Colegio de Ingenieros de Caminos de Madrid y en 2014 se unió a la Junta Rectora como vocal. Cuatro años más tarde, en 2018, se presentó como candidata a decana y con una amplia mayoría de votos se convirtió en la primera mujer en ostentar el cargo. "Me lo pensé mucho, la verdad, porque me parece un trabajo extra adicional que no está remunerado en absoluto, son horas y horas. Y ya no por eso, sino también por el tiempo que lógicamente tienes que quitar a tu familia".
Además de contar con el apoyo de su familia, para ella pesaba mucho poner en valor su querida profesión y visibilizar el papel de la mujer en ella. "Me apetecía porque había estado viendo que se podían hacer muchas cosas y que tenemos muchos elementos que destacar en la profesión y también me parecía importante que una mujer asumiera el decanato por primera vez. Me parecía un reto muy motivador porque creo que tenemos que ser un poco referentes de esas niñas, de esas jóvenes que quieran hacer las carreras técnicas. Si no, parece que solamente hay hombres en las fotos y es importante que también se vea que hay muchas mujeres que están ahí trabajando y que podemos conseguir lo que nos queramos marcar en la vida".
En España ninguna mujer se graduó de Ingeniería de Caminos hasta 1973. Esa primera mujer, Carmen de Andrés Conde, abrió las puertas a las demás pero aún es una carrera muy masculinizada, lo que hace que también haya pocas en puestos directivos.
Es más, en los últimos años ha descendido la presencia femenina en las facultades de Ingeniería de Caminos. "Hubo un momento en el que llegamos al 30% de mujeres, pero creo que estamos de nuevo rozando el 25%. Un dato muy importante es que matriculadas en las universidades españolas hay un 51% de mujeres, pero en las carreras STEM estamos en torno al 25%".
A parte de que Lola considera importante que en los equipos de ingenieros haya mujeres y hombres porque "tenemos una sensibilidad distinta" y "vemos los problemas desde ópticas diferentes", ve necesario que más mujeres entren en carreras científicas porque "son el futuro". "Si las chicas siguen estudiando carreras no técnicas, que están peor pagadas, la brecha salarial va a ser mayor en el futuro".
Pero el problema del futuro de la Ingeniería de Caminos es aún mayor, ya que "cada vez se matriculan menos hombres y mujeres". Piensa que "hace falta poner en valor nuestro trabajo en la sociedad" porque, como le pasó a ella al empezar la universidad, "no se conoce". "La gente da por hecho que tiene que haber carreteras, que tiene que funcionar el metro, que tienen que funcionar los semáforos... Detrás de eso hay un montón de ingenieros que trabajan para que eso funcione".
Con la idea de que "es fundamental la educación de nuestros hijos para hacer atractivas estas profesiones", Lola acude a todos los actos que su agenda le permiten para dar a conocer su profesión "en colegios desde Primaria a Bachillerato" y visibilizar el papel de la mujer como ingeniera de caminos. Todo ello teniendo en cuenta siempre el importante papel que realizan para proteger el medio ambiente, un tema muy importante para los más jóvenes.
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