La oceanógrafa Gádor Muntaner (Barcelona, 1991) siempre ha necesitado vivir cerca del mar. Su conexión con el agua y todo lo que allí habita le hizo dejar el camino que le habían asignado, para lanzarse a la aventura de dedicarse a lo que realmente amaba. Después de graduarse en Ciencias Marinas por la Universidad de Canarias y de años de duro trabajo, se ha convertido en una importante experta en uno de sus animales favoritos: los tiburones.
Dedicada especialmente a la conservación marina, Muntaner lleva años nadando con tiburones -incluso los temidos tiburones blancos-, observándolos y estudiándolos. Conoce prácticamente todas las especies -por no decir todas-. Lejos de asemejarse a lo que hemos visto en las películas, la oceanógrafa asegura que son depredadores "perfectos" e "incomprendidos" que están en grave peligro por la sobrepesca y la contaminación, lo que podría alterar todo el ecosistema marino.
"La desaparición de los tiburones puede suponer la muerte literal de prácticamente todo. Los tiburones tienen una posición muy importante en la cadena trófica, están en lo más alto y mediante la depredación controlan las poblaciones de todo lo que hay debajo de esa pirámide. Sin ellos se desestructura el ecosistema marino", cuenta a MagasIN desde su casa en México, a más de 9.500 kilómetros de distancia.
Por eso dedica gran parte de su trabajo a la divulgación a través de documentales y las redes sociales (en Instagram cuenta con más de 32.000 seguidores) y lucha contra los bulos que siempre rodean a estos animales. "Mismamente, los perros matan unas 25.000 personas al año, también muere más gente por ejemplo por hacerse selfies - 259 personas murieron entre 2011 y 2017, según un estudio global de 2018 publicado en la BBC-.
Tampoco pasa absolutamente nada por bucear con ellos teniendo la regla, para que les atrayera la sangre tendría que haber muchísima más y, aun así, no les olería a comida de su menú. Lo que pasa es que cuando ocurre -suele ser entre 6 y 10 veces al año- es un acontecimiento muy sensacionalista".
Su objetivo es que conozcamos la importancia que tienen los escualos y, con suerte, que seamos capaces de apreciar la belleza que vio en ellos la primera vez que se acercó a uno.
El viaje a Maldivas
Fue en las Maldivas, en un viaje familiar, cuando tenía 15 años y aún no había podido bucear con botella de oxígeno. "Madre que es un poco adicta al trabajo pero ese año consiguió, por fin, tomarse unas vacaciones. Me dijo: 'Por todo este tiempo que no hemos viajado nos vamos 15 días a donde te dé la gana, coge el globo del mundo y elige un sitio'. A mí se me iluminó y dije que a Maldivas".
Había elegido ese destino con la firme intención de pasarse todo el día nadando en las aguas cristalinas y arrecifes que caracterizan a esas islas, sin embargo, pronto se dio cuenta de algo: estaban llenas de tiburones. "Empecé a buscar y vi que había tiburones en esas aguas y que los veían desde las playas. Tenía como una división entre muchas ganas de verlo y miedo, incluso tuve pesadillas antes de ir".
Pero siempre se lanza a la aventura y, una vez allí, decidió que quería verlos de cerca. "Convencí a mi madre de ir a hacer snorkel. Le dijo al guía que nada de tiburones, pero fue meternos en el agua y literalmente a los cinco minutos nos pasó el primero, que era un puntas negras pequeñito como de un metro o menos. ¡A mi madre casi le da un infarto!", recuerda entre risas.
Desde aquel día los tiburones se conviertieron en "una obsesión" para Gádor. "Fue como un amor a primera vista. Me fliparon dos cosas: la primera, el animal en sí, pensé que era una creación perfecta. La segunda, la pinta que tenía con respecto a la idea que me había hecho en la cabeza. Tiene una carilla como de inocente... Nos miraba y se asustaba. Yo me imaginaba a un monstruo malo como los ponen en la tele y me quedé alucinada, pensé que este animal está totalmente incomprendido".
Y puede que tenga razón porque, ¿cuántos nos hemos acordado con cierta preocupación de la mítica escena de Tiburón mientras intentamos disfrutar de un baño? "Siempre digo que seguro que si me pongo en la calle a pedir dinero para salvar ballenas todo el mundo me lo dará porque jolín, las ballenas qué bonitas, qué importantes, hay que ayudarlas... Pero si hago lo mismo y pido un euro para los tiburones, no me lo dará ni el tato. Alguno incluso pensará que mejor se mueran todos para poder poder bañarse en paz en la playa".
De Farmacia a Ciencias del Mar
Esta barcelonesa con corazón mallorquín pasó todos los veranos en Baleares y de ahí viene su pasión por el océno. "Me enamoré del mar en las playas de Mallorca", asegura. Pero aunque en su cabeza tuviese claro que quería dedicarse a algo relacionado con el mar, sus padres tenían otro plan en mente. "Hubo algo de tambaleo en el camino, un poco por presión familiar. Soy hija única y mi madre tiene una farmacia en Barcelona que está muy bien posicionada. Me dijeron que estudiase Farmacia para quedarme con el negocio familiar y así ganarme la vida con algo seguro".
Entró en la carrera pero al tercer año de Farmacia decidió que era suficiente, no aguantaba más. "Cada verano, que es como el periodo de desconexión en el que piensas más en la vida, acababa llorando como una magdalena porque no quería volver al semestre, no estaba feliz". Dejó la carrera y se puso a trabajar. Cuando terminó el contrato se cogió una mochila y, ante la incredulidad de sus padres, se fue sola a Tailandia. "Hice un viaje de estos de mochilera de un mes para aclararme las ideas y ahí fue cuando decidí matricularme en Ciencias del Mar en Canarias".
Como su pasión son los tiburones, se las ingenió para hacer las prácticas de la carrera relacionadas con eso. Consiguió una beca y en su último año se plantó en La Paz (México), una ciudad de la que también se ha enamorado y en la que sigue a día de hoy. "Encontré una ONG que se llama Pelagios Kakunjá y la bombardeé mensajes para que me pusiesen a hacer cualquier cosa con tiburones que me sirviese de prácticas para la universidad".
"Además hice un tema de Trabajo de Fin de Carrera chulísimo. Estuve seis meses en unas islas con una especie de tiburón que se llama punta plateada super bonito. Volví a Canarias a presentarlo y claro, era tan diferente que les encantó. Matrícula de honor y final feliz. Después de eso en menos de un mes me volví a La Paz y me apunté el Máster de Recursos Marinos en el Instituto Politécnico Nacional de México, con el que me especialicé aún más en tiburones".
Proyectos de divulgación
Ahora, cuando se le pregunta por su trabajo, abruma ver la cantidad de proyectos en los que participa. La mayoría están vinculados a la divulgación, ya que lo ve como la mejor forma de que su mensaje llegue a la gente. "Me he dado cuenta de que la ciencia está un poco coja, es decir, que la ciencia necesita de la divulgación y la divulgación de la ciencia".
"Estamos en la generación de las redes sociales, de una conciencia más sostenible con todo, entonces siento como un deber de divulgar un mensaje de conservación marina en general y de los tiburones en particular. Siempre voy a tener la ciencia como herramienta, pero me voy a dedicar un poco más quizá a traducirla".
Todavía colabora con Pelagios Kakunjá, la ONG que le dio una oportunidad, haciendo expediciones con turistas a los que enseña sobre tiburones; da charlas en colegios y universidades; colabora con marcas; participa en documentales...
Al mismo tiempo busca la forma de acercarse más a España para, algún día, poder volver a esas playas de Mallorca donde comenzó a bucear. "Iré el 8 de junio y mi plan es estar en el País Vasco con un chico que tiene la única empresa que sale a ver tiburones, que los hay. Queremos demostrar que aporta muchísimo más dinero un tiburón vivo que uno muerto en esa zona por la gente que va a verlo y la derrama económica que eso genera: desde el lugar en el que se alojen, hasta el pago de la actividad, la comida que tomen en ese pueblito (Bermeo)".
También aspira a crear su propia ONG y poder enseñar a estudiantes, para darles la oportunidad de que experimenten lo que ella hizo en México, pero sin tener que estar a miles de kilómetros de casa. "Es un sueño que tengo desde hace tiempo pero que no sé hasta qué punto va a ser factible porque siempre es muy bonito y utópico, pero al final es muy difícil ganar dinero. Le puedes dedicar un cierto tiempo, pero no el 100% porque de algo tienes que comer".
Pese a que España sea una península con dos archipiélagos y dos ciudades autónomas pegadas al mar, las salidas para los oceanógrafos como Gádor son más bien pocas. "Lo que más salida tiene aquí creo que es la acuicultura, pero a mí eso no me gusta, yo quiero el mar", asegura tajante. Pero se muestra positiva porque parece que empieza a haber más opciones.
"Por ejemplo, el mundo de las algas es infinito. Ahora hay energías renovables a partir de algas, tintes de ropa hechos solo de algas, también en la industria alimentaria... A nivel de gestión de costa, para la evaluación del impacto ambiental cuándo se va a construir un puerto o a hacer una playa artificial, quien estudia el tipo de arena según el oleaje somos nosotros".
Cambio generacional
Aunque la divulgación ocupa la mayor parte de su tiempo, no ha abandonado del todo ese trabajo más 'científico'. Con su tesis del máster descubrió tantas cosas que todavía hoy publica artículos en revistas científicas con la información que recopiló. "Investigué si los pesticidas que utilizábamos hace 50 años como el DDT, que son super cancerígenos y que ahora están prohibidos, afectan a los tiburones. Consistía en ver si esa contaminación que se ha encontrado en el mar podría llegar a un depredador tan grande que vive fuera de la costa".
Para realizar el estudio se pasó tres meses en la isla Guadalupe, que está prácticamente deshabitada y rodeada de tiburones blancos. Finalmente sí encontró bastantes restos de contaminantes en la piel de los tiburones, algo que sirve como mensaje a los que aún comen la famosa sopa de aleta de tiburón que tanto daño ha hecho ha estos animales: "Si no dejan de hacerlo por los tiburones, que al menos paren por ellos mismos porque se están llenando de mierdas".
Los tres meses que pasó en esa isla fueron muy fructíferos a nivel de investigación y una buena experiencia, pero admite haber pasado algún que otro mal momento. "Estuve conviviendo solo con hombres en la isla en condiciones de acampada y me dijeron cosas del tipo:'El arpón mejor lo usamos nosotros porque tenemos más fuerza y ya te sacamos la muestra, ¿no ves que no te sale bien?'. Claro, yo no me salía bien porque lo había hecho tres veces. Me daba igual perder 10 muestras si al final las conseguía sacar yo porque si no, el día que quiera hacer mi proyecto no podré".
"Me encontré con cosillas como esta, como falta de confianza por ser mujer, pero está cambiando mucho. Mis directores de tesis y profesores eran siempre hombres, pero la generación que viene está tope de mujeres. Es más, en la ONG con la que colaboro hay más mujeres que hombres".
No solo hay más mujeres, en general está aumentando el número de estudiantes que se quieren especializar en tiburones, algo que hasta ahora no era muy habitual. "Como estoy metida en el mundo, me da la sensación de que sí que somos muchos, pero la realidad es que no, en España soy un alien total. También por eso creo que es el momento de aprovechar 'la novedad' por así decirlo, porque llega mucho más el mensaje. Profes de la uni de Canarias me dicen que he creado un monstruo y que hay todo un séquito de gente que quiere hacer lo mismo que yo, lo cual me encanta".
Es curioso que con la divulgación ha conseguido lo que quería cuando trabajó como instructora de buceo en Canarias, Mallorca y Azores: mostrar a otros lo que ella tanto ama e inspirarles. "Para mí fue mi instructor en Maldivas el que me abrió el mundo, yo quería regalarle eso a más gente".