"Un día estaba pitando en ese campo de allí y eché a un jugador. Se arremangó y vino a por mí, me sacaba medio cuerpo. Le dije: 'Tú haz lo que consideres, pero si me pones un dedo encima no vuelves a jugar en tu vida'. Se dio la vuelta y se marchó. No te creas que alguien hizo amago de acercarse por si acaso, creo que todos estaban tan sorprendidos como yo".
Rosa Bonet (Madrid, 1963) recuerda varias anécdotas mientras señala el campo de fútbol número dos de Cotorruelo en Madrid, donde tantas veces ha arbitrado. Llega a las inmediaciones para la entrevista y todos la conocen y se paran a saludarla, es una leyenda absoluta del arbitraje. En 1979 se convirtió en la primera árbitra de fútbol en España y, no contenta con eso, se peleó durante años con el Comité Nacional de Árbitros para que las mujeres pudiesen arbitrar también en categorías superiores.
Después de nueve temporadas un accidente de moto le obligó a colgar el silbato, pero siguió durante muchos años vinculada a ese deporte que tanto ama: el fútbol. Hace unos siete años decidió dejar ese mundo a un lado. Por eso le sorprende que, más de 40 años después de que lograse un hito, todos nos volvamos a interesar por su historia.
"Creo que es porque el feminismo está haciendo mucho hincapié en mejorar la visibilidad de la mujer en todos los ámbitos. El fútbol femenino está destacando y eso me incluye, pienso que es por eso, pero me sorprenderé bastante la verdad".
Pese a que fue 'olvidada' hasta ahora, Rosa causó un gran revuelo mediático y social desde el primer día que se presentó en el Colegio Castellano de Árbitros para inscribirse, "aún no había autonomías, ha pasado mucho tiempo", ríe. Tenía solo 16 años y un interés por el arbitraje que le venía desde niña.
"Empecé a ir al fútbol desde muy pequeña porque a mis padres les gustaba mucho. De hecho, tengo a mi madre de 90 años, que vive conmigo, y aún se ve todos los partidos de la jornada. Mi padre era muy colchonero y todos éramos socios del Atleti, aunque a mí ningún equipo me llamaba especialmente la atención. Para a mí el árbitro era como el juez, me parece una figura muy interesante que lo único que hace es intentar que se juegue deportivamente. Entonces empecé a pensar que me gustaría ser árbitro y a los 16 años dije: pues me voy a enterar de qué hay que hacer".
"A lo mejor te violan"
Cuando se plantó en el Colegio de Árbitros y preguntó por la inscripción le mandaron a la vocalía de capacitación, donde le dieron una instancia y le aclararon que "de todas maneras tiene que venir el interesado". "Le dije: 'No, es que el interesado soy yo'. Me miró como si hubiera visto un marciano. Me respondió: 'No sé si habrá algo en contra de eso, pero como es un caso raro lo voy a preguntar'".
"A mí me sorprendió lo de 'caso raro' porque cuando fui en ningún momento pensé que era la primera. No había la información que hay ahora, así que suponía que habría alguna mujer, aunque ninguna hubiese llegado a Primera División".
Tal fue el desconcierto que causó que incluso la llevaron al despacho del presidente del Colegio. "Lo único que él pretendía es que tuviese claro dónde me estaba metiendo y a ver, yo lo tenía claro, no es que nunca hubiese visto un partido o no supiese de qué iba. Me hizo un comentario que fue: Tú sabes que a los árbitros les pegan, ¿verdad? A lo mejor a ti por ser mujer te violan".
Lejos de escandalizarse, como haríamos cualquiera en la actualidad, la reacción de Rosa fue asumirlo como una posible consecuencia de ser árbitra. "Fíjate en mi ignorancia con 16 años que dije: 'Bueno, pues si va dentro de esto, qué le vamos a hacer'".
Esa fue solo una de las miles de trabas a las que se tuvo que enfrentar durante su carrera como árbitra: cuando fue admitida en la escuela instauraron un examen práctico -que le suspendieron y al que se tuvo que volver a presentar- e impusieron una norma que prohibía a las mujeres arbitrar en partidos de categorías superiores (más allá de juveniles). "Yo entendía que no me ascendiesen de categoría por no hacerlo bien o no ser lo suficientemente buena pero ¿por ser mujer?, no me entraba en la cabeza".
Ocho de los nueve años que arbitró se los pasó en categorías inferiores y dándose de cabezazos no contra el techo de cristal, sino contra un "muro" de cemento, hasta que lo abrió del todo para que las mujeres tuvieran las mismas oportunidades.
"Me decían que el motivo por el que no podía ascender de categoría era porque la FIFA lo impedía, pero nadie me enseñaba esa normativa y no había internet. Así que otra chica que se había inscrito en Bilbao y yo buscamos la dirección de la FIFA y le escribimos una carta pidiendo que nos explicara esa norma. Nos contestaron asegurando que ellos no tenían ninguna discriminación por razón de sexo. Con esa respuesta me fui al Comité y les dije: 'Me lleváis engañando mucho tiempo, pero es que con esto me voy al Tribunal Constitucional'. La verdad es que la amenaza del Constitucional fue lo que necesitamos para que la derogaran".
"Vete a fregar"
Por supuesto, las dificultades no estaban solo en los despachos del Comité de Árbitros, también en el campo de fútbol. Rosa reconoce que sus compañeros siempre la trataron bien y que, por lo general, no tuvo muchos problemas con jugadores y entrenadores. Los mayores ataques venían de las gradas, del público que la mandaba a fregar y le gritaba que 'las mujeres no valen para esto'. "Yo siempre digo que a mí nunca me han insultado más que a un árbitro hombre, pero me han insultado diferente", asegura.
"Muchas veces llegaba con mi bolsita a un campo y cuando decía que era la árbitra pues había una sorpresa inicial y decían 'oye, que nos pita una tía'. Era como muy sorpresivo, pero a los cinco minutos yo era la árbitro y punto, los jugadores nunca me trataban de manera diferente, se olvidaban. El público en cambio sí".
"Tuve un episodio en un campo de Colonia Velázquez, en un partido de infantiles. Al acabar una señora me quería pegar porque decía que a su hijo no le expulsaba nadie, y menos una mujer. Tristemente a lo largo de los años he visto que son peores las mamás en el fútbol que los papás".
Más triste aún es que hoy, más de 40 años después, las árbitras tengan que soportar los mismos insultos machistas que recibió Rosa. "Que manden a una chica fregar en pleno siglo XXI… A mí en el 79 pues decías bueno, había mucho cazurro, pero a estas alturas... Es que parece mentira que 40 años después una chica tenga que pitar un partido y la manden a fregar. Pero señor mío, las chicas ya no friegan, friegan igual que los chicos". Rosa lo achaca todo a la educación y a lo normalizado que está per se el denigrar la figura del árbitro.
"No podemos seguir permitiendo que los niños jugando al fútbol vean a sus padres diciéndole esas cosas a la árbitra. Mira, yo acabo de cumplir 59 años, cuando decidí ser árbitro ni siquiera me planteé que por el hecho de ser mujer la cosa tenía que ser diferente, y no es que haya recibido una educación especialmente feminista. Tengo una mentalidad de que la igualdad es absoluta y que no debo coartarme absolutamente de nada por ser mujer. Me coartaré por mis condiciones, mis capacidades o por lo que sea, pero no por mi sexo. Entonces no entiendo que haya niños de 7 u 8 años que estén jugando y tengan unos padres que les estén metiendo en la cabeza cosas semejantes. Así no vamos a avanzar en la vida".
Para Rosa, ya no es un tema de machismo o feminismo -que también-, sino de simple educación, ya que los árbitros hombres también reciben insultos constantes. "Algunas veces en los campos he oído a gente reprochar a los que me insultaban, pero lo triste es que todavía sea la minoría. Debería ser una mayoría, no antimachista, sino antiinsultos. Porque a mí lo que más vergonzoso me parece son los partidos en los que niños han ido a recriminar a sus padres que insulten al árbitro. Que tus hijos te regañen por tu educación es muy fuerte y es para hacérselo mirar".
La parte positiva es que ahora, en la mayoría de ocasiones, estos ataques son solo verbales. "Nosotros íbamos los lunes a llevar los partes de los partidos al Colegio y lo primero que preguntabas al llegar era cuántas agresiones había habido. La media era de 7 u 8 cada semana y de esas, un par acaban en el hospital. Y te estoy hablando todo de categorías de Regional, en Primera nunca vi esas cosas".
Por suerte ella nunca tuvo que enfrentar ninguna agresión física, pero vio más de una de cerca. "Hubo un partido que yo estaba pitando y de repente vi que en el campo de al lado, que estaba separado del mío por una valla, se armaba revuelo. Pues el árbitro tuvo que saltar la valla, salir corriendo y marcharse a casa. Claro, yo le cogí la ropa y todas las cosas que se había dejado del vestuario y se las llevé al día siguiente".
Además, cabe destacar que por aquel entonces los árbitros lo eran, literalmente, por amor al arte. "Ahora tienen unos buenos sueldos, no sé exactamente cuánto, pero ya ganan lo suficiente como para vivir. En mi época nadie vivía del arbitraje, de hecho, no podías porque cuando yo me inscribí en el Colegio te exigían un certificado de que estabas estudiando o trabajando, como que eso no era una profesión. Por eso yo, desde los 17 años, siempre he tenido otro trabajo y todavía sigo. Pero es que le puedes preguntar a cualquiera que esté en activo, el arbitraje es como un veneno que se te mete y que te gusta cada vez más".
Apuesta por las mujeres
Pese a todas las mejoras, Rosa cree que se debe apostar más por las árbitras y denuncia que todavía se las intenta frenar y desviar del camino para dificultarlas el acceso a los principales campeonatos.
"Cuando las árbitras llegan a Tercera División, a las que son buenas o destacan las llevan al internacional femenino un poco para que se conformen. Y creo que es bonito que puedas pitar un partido internacional, pero me parece injusto porque no hay motivo ninguno para que no puedan seguir el mismo camino que un chico. Eso lo único que hace es degradar el fútbol femenino y a las árbitras".
Completamente contraria a las cuotas de género, Rosa aboga únicamente por que a las mujeres se les den las mismas oportunidades. "Cuando vi a la árbitra francesa pitando un partido de la Champions me llevé una alegría tremenda, pero a la vez un sabor agridulce porque dije: Dios mío, si a mí no me hubieran hecho tantas faenas, si lo que hubieran hecho fuera promocionarme, darme visibilidad, hacer que muchas chicas se animaran... No digo que yo, pero probablemente la primera en pitar un partido de ese calibre hubiera sido una española. Te puedo asegurar que en Francia por entonces no había ni una mujer árbitro".
"Entonces digo, qué oportunidad hemos perdido por ser tan retrógrados. Me dio mucha rabia y me consta que actualmente tenemos árbitras con calidad a las que están entreteniendo, insisto, en partidos femeninos, Mundiales femeninos, Eurocopas femeninas...". Y hace una última petición a sus compañeros árbitros: "Dadles cuartelillo, haced que salgan adelante para que dentro de unos años veamos en un partido de una Eurocopa, un Alemania-Francia por ejemplo, pitado por una árbitro española. Vayamos por delante como hemos ido con otras muchas cosas".