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Irene Rivera (Mieres, 1969) es una mujer que donde pone el ojo, pone la bala. Siempre risueña y optimista, hay pocas cosas que no haya conseguido. Quizá la única es no haber logrado ser astronauta como soñaba desde pequeña, aunque al menos lo intentó en 2008. El resto de sus objetivos vitales los ha cumplido, y con creces: se mudó a Málaga, ciudad de la que vive enamorada; se convirtió en piloto de helicóptero e incluso, de la forma más inesperada posible, pasó cuatro años como diputada en el Congreso.
Ahora ha recuperado su trabajo como jefa de patrulla de los helicópteros de la DGT en Málaga. Más conocidos como Pegasus, son los famosos helicópteros que seguro que han multado a más de un lector. Aunque, tal y como se apresura a aclarar Irene, hacen mucho más que eso: "Al final lo que se queda es que multamos, pero tenemos la capacidad de mejorar la seguridad vial".
"Además de que es una medida disuasoria, porque te aseguro que cuando avisamos en carretera que el helicóptero está volando la gente se comporta de manera muy diferente, puede que incluso evitemos accidentes. Muchas veces si vemos conducciones temerarias no solamente lo grabamos, sino que procuramos que nos vean para que paren. Tenemos alguna imagen de algún conductor poniéndose las manos en la cabeza al vernos y ya dice 'me han pillado'. Claro, su forma de conducir en ese momento cambia. A lo mejor hemos ahorrado que se mate o que mate a otro".
Desde el aire se ve todo, por lo que a veces han sido los primeros en notificar incendios e incluso en avisar de accidentes. "Una vez vimos en directo un accidente de moto en una curva y no lo pensamos dos veces. Aterrizamos y mi compañero fue el primero en llamar a los servicios de emergencia, paró el tráfico y estuvo allí con el accidentado mientras yo estaba a los mandos".
Pero sin duda, una de las labores más importantes de los helicópteros de la DGT son los servicios de operaciones especiales como la del Paso del Estrecho, el Circuito de Jerez, operaciones de salida y entrada durante las vacaciones... Todo ello para intentar que haya el menor número de atascos posibles y, por supuesto, de accidentes. "Vamos dirigiendo el tráfico y controlando cuando se va formando un embolsamiento de vehículos. Ahí avisamos a Protección Civil, que también vuelan con nosotros".
Por mucho que fastidien las multas o no poder ir todo lo rápido que uno quisiera, su trabajo es tan esencial que incluso en pandemia vieron que no podían parar. "Es verdad que con la pandemia la accidentalidad bajó, pero no tanto como se podría suponer. Incluso hubo algunos tipos de accidentes que subieron porque la gente tenía un falso sentido de impunidad. Como había menos tráfico utilizaban las carreteras como circuitos de carreras".
Y recuerda un caso concreto que ocurrió en la A-92: "Estábamos haciendo una vigilancia un domingo tan tranquilos, reconociendo una zona de Almería donde normalmente van motoristas. Suponíamos que no habría nadie, pero fuimos a reconocer la zona porque hay puntos de alta accidentalidad. De repente, vemos a lo lejos a dos coches que pasan rapidísimo y nos lanzamos a por ellos. Eran puntitos pequeños y los estuve persiguiendo unos 50 km. Pues bien, iban a 245 kilómetros por hora. Cuando ya tenía la velocidad fijada tuvimos que acercarnos porque no se distinguía la matrícula. Los alcancé porque como había curvas yo cortaba por el aire y así les ganaba en distancia".
"Al principio pensábamos que se habían picado y por eso corrían a esas velocidades, pero luego vimos que eran amigos porque se pararon juntos en la gasolinera. Era para ellos como una especie de juego. Nos quedamos alucinados".
Ministerio de Industria
Irene llegó a la DGT justo en el momento en el que se instauró el departamento de fotovídeo nada más y nada menos que para dirigirlo. Aunque lo que decía de pequeña es que quería ser astronauta o piloto de caza, ahora no suelta su helicóptero que le hace experimentar sensaciones "casi espaciales".
"Ahora me gusta mucho más el helicóptero, y mira que he volado también como segunda en aviones de acrobacias, pero es que con el helicóptero haces unas cosas... Te puedes quedar parado en el aire y es una sensación brutal, puedes desarrollar también muy fácilmente una aceleración que produce lo que se llama gravedad cero y, por ejemplo, quedarte flotando durante unos segundos. Tiene esa versatilidad, es mucho más dinámico a la hora de los movimientos... Una misión de trabajo real con el helicóptero es mucho más divertida. Y esto es algo que me han dicho compañeros pilotos de avión", asegura.
Se decidió a convertirse en piloto de helicóptero porque vio la oportunidad de trabajo que llevaba años buscando. Tenía 34 años y llevaba toda la vida investigando los cursos de piloto, pero nunca era el momento. "Aunque lo decía siempre de pequeña, cuando ves la realidad y eres una familia humilde, de hecho, mi padre era minero, pues te das cuenta de que no puedes pedir ese esfuerzo a tus padres porque es muy caro", explica.
Por eso decidió estudiar Ciencias Físicas en la Universidad de Santander que "también me llamaba mucho la atención y era una carrera que dentro del sacrificio porque me tenía que ir a estudiar fuera, sí que era algo que a mis padres les hacía ilusión". Con la idea de entender la teoría de la relatividad de Einstein se sacó la carrera, pero en su cabeza seguía el runrún de ser piloto, aunque nunca encontraba el momento. "Cuando era estudiante tenía tiempo pero no tenía dinero y cuando trabajaba tenía el dinero pero no el tiempo".
Intentó comprender las teorías de Einstein, pero finalmente se decantó por especializarse por la física electrónica y lanzarse a la empresa privada. Después de años trabajando en Accenture como consultora, viajando de aquí para allá, y viviendo en sitios como Suiza, Estados Unidos o Italia, decidió opositar. En 2003 entró en el Cuerpo Superior de Sistemas y Tecnologías de la Información de la Administración General del Estado -conocidos como TIC- y pasó varios años trabajando en el Ministerio de Industria, en el gabinete del secretario de Estado de Telecomunicaciones. Ese fue su primer acercamiento a la política, aunque no el último.
Una piloto 'mayor'
Cuando acabó el curso de selección para trabajar en el Ministerio conoció al por entonces jefe de la Unidad de Helicópteros de la DGT y vio esa oportunidad que llevaba tanto tiempo buscando. "Al acabar el curso teníamos una especie de viaje de estudios que era muy divertido porque nos íbamos a Peñíscola a un Congreso de los TIC. Era una manera de conocerse, hacer vínculos, te daban charlas... De repente conocí a Jesús Guardia, y me dijo que era el jefe de la Unidad de Helicópteros. Le dije: '¿Eso cómo es? Ven aquí, que me lo tienes que contar absolutamente todo. Al final terminó siendo mi jefe", sonríe.
Él le recomendó a qué escuela de pilotos acudir y todo lo necesario para entrar en la patrulla. Se apuntó a la escuela de Aérea, en el Aeropuerto de Cuatro Vientos de Madrid, a donde ha vuelto para hacer esta entrevista. "En aquel momento era la mayor de la clase, pero ahora me alegro tantísimo de haberlo hecho... Porque si en aquel momento pensaba que era mayor, imagínate todo lo que me faltaba por descubrir".
Si se hubiese echado atrás por la edad, Irene se habría perdido el pasar media vida en el aire y, también, el que ha acabado siendo uno de sus recuerdos más preciados: "Mis padres ya no viven, pero una de las cosas más bonitas que pude hacer yo en mi vida fue llevar a mi madre en helicóptero cuando cumplió 80 años. Mi padre jamás quiso subir conmigo", cuenta entre risas. "Por eso creo que nunca se es mayor para nada. Es más, si piensas que eres demasiado mayor para hacer algo, hazlo ya porque al día siguiente no vas a ser más joven", aconseja.
Tiempo después de completar su formación como piloto, en 2006, salió una plaza en la DGT para dirigir la puesta en marcha del Departamento de Fotovídeo. "Antes de entrar le dije a Jesús Guardia: 'Te dirijo el departamento si me permites estar en los cuadrantes de vuelo como un piloto más, porque yo quiero volar lo mismo que cualquier otro piloto de la DGT'. Llegamos a un acuerdo, me incorporé y fue una etapa muy bonita. Esto no sé si debo contarlo porque muchos españoles me van a odiar, pero yo formé a todos los guardias que llevan ahora mismo el Pegasus de todas las patrullas de España".
Feliz de haber cumplido su sueño, en 2009 logró otro: mudarse a Málaga. "Me enamoré de la ciudad cuando estaba trabajando en consultoría. Un proyecto que debía llevar a cabo era en Suiza, pero por temas del visado iba a tardar unos meses en poder ir y me dijeron que había una Software Factory que llevaba parte del proyecto en Málaga. Me fui para allá y me enamoré. Para mí era como Asturias, con la montaña y el mar, pero con buen clima. Para mí eso fue el paraíso y dije: algún día volveré. Y bueno, tardé en volver 10 años, pero en 2009 me fui para allá".
Incursión en política
Pero tras varios años como jefa de patrulla, se tomó unos años de excedencia para dedicarse a la política como diputada de Ciudadanos por Málaga. "Yo nunca había pensado en política, es más, me declaraba políticamente agnóstica. Además, había trabajado tanto para el PP como para el PSOE en el Ministerio y consideraba que tenía lealtad institucional y ya. Cuando estás en un puesto tienes que hacer bien tu trabajo, da igual quién gobierna. Incluso era consciente de que en los tiempos en los que cambia de un gobierno a otro y no hay nadie mandando, la Administración funciona mejor", comenta entre risas, pero de forma sincera.
"Un día escuché a Albert Rivera en un programa de radio y noté algo diferente, no sé, me gustó muchísimo la claridad que tenía. Presentaba Movimiento Ciudadano y hacía un llamamiento a la sociedad civil para que se involucrara en política, para que la gente que sabe de los temas que sabe lo lleve a la política. Me tocó, pensé que era verdad y que ya estaba bien de que la política fuese solo política, que debería haber más técnicos. Fui y al final acabé en el Congreso". Cómo no, ella se involucró especialmente en todo lo referido a la seguridad vial, e incluso llegó a presidir una Comisión.
Pasó cuatro años y medio intensos, hasta 2019, con tres legislaturas de por medio. "Cuando digo que he estado tres legislaturas parece que soy política profesional", bromea. Su paso por el Congreso lo recuerda como una buenísima experiencia, pese a que confirma que, en muchas ocasiones, los menudeos políticos son tal y como vemos desde fuera. "Tiene una parte buena y una mala. La parte mala es constatar que es verdad que la política es un desastre, que la percepción que tenemos es correcta. Pero también os digo que ese frontismo, esas peleas, y lo digo de corazón, es a un alto nivel, pero creo que al final es lo que vende y con lo que nos quedamos todos".
No siempre es así. Una de las cosas de las que más orgullosa se siente Irene es haber endurecido las penas por imprudencias al volante y haber abordado un grave problema que afecta principalmente a los ciclistas.
"Cambiamos un poco el Código Penal por el tema de los atropellos a ciclistas. Trabajé con Perico Delgado para modificar la ley y salió. Cuando ya se ratificó en el Senado yo estaba entre el público con Anna González y con las víctimas de accidentes de tráfico o familiares de víctimas. Recuerdo que cuando se aprobó algunos me abrazaron llorando porque me decían que otras personas que pasen por esto no se sentirán abandonados por el Código Penal. Esa parte es muy bonita".
En 2019 Ciudadanos se hundió en las elecciones e Irene volvió a su trabajo en la patrulla. Feliz por volver a volar y por sus aportaciones durante esos años, pero con un sabor amargo por la caída de su partido que, asegura, ahora podría estar en el Gobierno y haber dado más estabilidad. "Fue un momento tristísimo la verdad. Claramente podríamos haber gobernado y creo que fue una oportunidad perdida. Al final estamos yendo hacia los extremos de una forma radical y me da mucha pena. Pero creo que la oportunidad sigue ahí, lo que pasa es que ya no sé cuánto tiempo tendrá que pasar para coger esa fuerza y ese liderazgo que desde luego tenía Albert", lamenta.