Durante sus veranos en Galicia, Isabel Sanmartín (La Estrada, Pontevedra, 1970) se pasaba los días recogiendo muestras de plantas e insectos, investigando la naturaleza que rodeaba la casa de su abuela y que entonces le parecía todo un mundo. Su tía, profesora de biología en un instituto, le animaba particularmente y le ayudaba a identificar las especies que se iba encontrando a su paso. Ahora, Sanmartín ha cambiado de escenario y pasea por el Real Jardín Botánico de Madrid con la misma familiaridad como lo hacía en la casa de su abuela. Doctora en Biología por la Universidad Complutense, es investigadora del RJB-CSIC desde 2008. “No bajo todo lo que debería, al final pasamos casi todo el tiempo en el despacho”, comenta mientras enseña a MagasIN la colección de bonsáis que donó Felipe González en 1996.
Desde este lunes, la doctora Sanmartín compaginará su labor como investigadora y vicedirectora de Cultura Científica del RJB con la dirección de Systematic Biology. Sanmartín es la primera española al frente de esta prestigiosa revista científica que publica Oxford University Press desde 1952. Un reto que afronta “sin aprensión, pero con respeto”. “Soy la segunda directora europea y la tercera mujer. Es la tercera revista más importante de nuestro campo de la biología evolutiva y tiene un gran prestigio. El puesto impone un poco, pero también creo que es importante tomar retos. A las mujeres no se nos han dado muchas ocasiones y ha habido muy pocas cuyas candidaturas hayan sido presentadas, así que es importante”.
Sanmartín ocupará el cargo los próximos cuatro años y dirigirá la revista desde España, aunque tendrá que viajar a menudo a Estados Unidos para las reuniones del Consejo Directivo. Y lo tiene claro: si hubiese que mudarse, no habría aceptado el puesto. “Tengo aquí a mi marido, que trabaja en el Hospital de Parapléjicos de Toledo, y una niña. Hoy en día con la cantidad de plataformas que tenemos es mucho más fácil trabajar online. Antiguamente supongo que era mucho más problemático y eso explicaría por qué no ha habido casi directores europeos”.
Su principal objetivo será “mantener la calidad de la revista” y su modelo editorial. “Tiene una revisión por pares muy buena. Cuando uno envía un artículo a Systematic Biology, el 90% de las veces se rechaza porque es una revista muy competitiva, pero recibes unos comentarios que te ayudan a mejorar el artículo. Es famosa por esas revisiones y queremos mantenerlo porque ahora mismo hay un boom de revistas, muchas de ellas de acceso abierto. Aunque eso es bueno porque la ciencia tiene que llegar a la sociedad, los autores pagan y el hecho de que los autores paguen para publicar a veces crea una perversión en el sistema. En teoría, no porque pagues te van a publicar el artículo, pero creo que el proceso de revisión por pares que te evalúa va muy rápido y es muy superficial. Eso redunda en la calidad de los artículos”, explica.
Familia de académicos
Además de la influencia de su tía, Sanmartín estaba casi predestinada a la investigación científica. Su padre era ingeniero aeronáutico, pasaron algunos años en Estados Unidos debido a su trabajo e incluso se planteó trabajar para la NASA. Su madre terminó sus estudios de Geografía e Historia mientras criaba a sus hijos. "Ella siempre fue un ejemplo. Terminó la carrera por la UNED cuando aún éramos pequeños, mi hermano a lo mejor tenía tres años o así, y luego hizo el doctorado. Yo la recuerdo estudiando de madrugada".
Con estos ejemplos en casa, de los siete hermanos que son (cinco hermanas y dos hermanos), cada uno ha seguido una rama de conocimiento diferente: literatura, matemáticas, literatura inglesa... "Mi padre nunca hizo distinción entre hermanos y hermanas y siempre nos animó a seguir nuestros estudios universitarios. Tampoco nos empujó hacia su rama, la física y la ingeniería, cada uno elegimos lo que quisimos", destaca Sanmartín. Ella optó por la Biología y en su último año de carrera entró en el Museo de Ciencias Naturales. "Me había especializado en taxonomía, concretamente en los escarabajos "sanjuaneros", unos insectos que eran plaga de los olivos en Andalucía". Cuando ya estaba con el doctorado descubrió la biogeografía, una especialidad que aúna muchas ramas como la geología y la paleontología, y aspectos que se acercan a lo que hacían sus padres como la historia o la informática computacional.
"La biogeografía es una subdisciplina de la biología evolutiva e intenta entender el origen de la biodiversidad desde el punto de vista del pasado: cómo se relacionan los organismos, su parentesco. Concretamente investiga su evolución en el espacio, por qué las especies que existen hoy en día se encuentran dónde están, cómo llegaron, cuándo... Un ejemplo clásico es el de los avestruces. Son aves que no pueden volar, entonces ¿cómo llegaron dónde están si los continentes están separados por miles de kilómetros de océano? Por eso esta rama entronca con la geografía y la tectónica de placas, porque los continentes se han movido. También se hace uso de la paleogeografía y la geología para entender cómo se formó una cuenca oceánica, cómo surgen las montañas, cuánto tiempo tardan... Ese tipo de aspectos".
Cambio climático
Al igual que la historia, la biogeografía puede decir mucho del presente y el futuro. Por ejemplo, es una rama clave a la hora de hablar de las posibles consecuencias del cambio climático. "Es importante entender la capacidad de adaptación de las especies para ver cuál es la relación entre la velocidad de adaptación y la velocidad del cambio climático, si una supera a la otra". Para ello los científicos se centran en diferentes épocas o eventos pasados que fueron claves en el cambio climático e indagan lo que pasó para la flora y fauna de los ecosistemas. Y, sobre todo, abordan qué puede suponer para los humanos.
"Hay épocas en las que subieron los niveles de CO2, la temperatura y el nivel del mar, épocas en las que había bosques tropicales en la Antártida. Estos cambios se producen a nivel planetario, no en una región en la que una especie invasora entra y la otra se extingue. Entonces, con los cambios climáticos siempre se produce un reemplazo, la cuestión es que dicho reemplazo no sea de la especie humana. Porque un cambio en la flora y fauna puede ser bueno o malo, depende de cómo lo veas porque en otros periodos aparecieron otros; pero si hubiéramos vivido en otro momento, hubiera sido traumático para el ser humano".
Para conseguir esta información tan compleja y antigua, los biogeógrafos tienen que acudir a grandes bases de datos, secuencias de ADN de plantas e información de disciplinas relacionadas. Se pasan gran parte del tiempo frente al ordenador, elaborando métodos con los que calcular estadísticas y cientos de variables que pudieron afectar a los ecosistemas de hace millones de años. Por eso, Sanmartín no hace "tanto trabajo de campo como querría". Sin embargo, tiene a escasos metros de su despacho el Real Jardín Botánico de Madrid del que destaca que, aunque es "pequeño, tiene muy buena investigación. Tiene un excelente herbario y tenemos la suerte de tener, por ejemplo, los archivos históricos".