Cualquier político sabe que manda sobre la gente con emociones y que esas emociones se pueden manipular. De la misma manera, los escritores también hemos aprendido a jugar con el corazón y las tripas de los que nos leen, aunque, en un mundo que está perdiendo la capacidad de asombrarse, cada vez es más difícil construir una historia por la que los lectores se pierdan con desasosiego, incertidumbre y cierta agitación.
Por eso, en No decepciones a tu padre he querido descolocar al lector desde la primera página. A través de esa mujer que camina descalza sobre las losetas frías de un cuarto de baño y toma una decisión brutal, mediante ese cuerpo turgente al que un celador intenta tocar de manera lasciva mientras lo transporta por los pasillos del Instituto Anatómico Forense o a través de la joven rica, famosa y poderosa que aparece tirada en la calle con la boca llena de oro fundido. Muerta, por supuesto.
Todas las historias de la novela confluyen en una, en la persona que está recreando en Madrid algunas de las torturas más famosas de la historia. Y hay muchas, créanme. El ser humano es especialmente creativo cuando se trata de hacerle daño a los demás. Porque el poder no se puede poseer, como se posee un castillo, el poder se tiene que ejercer, y a lo largo de los milenios hemos ideado muchas maneras de ejercerlo bajo el terror más absoluto.
¿Quién está sembrando Madrid de cadáveres, torturados como no se veía hace siglos? Pero, sobre todo, ¿qué persona necesita asesinar de esa manera para lanzar un mensaje al mundo? ¿Qué nos está queriendo decir?
Ana Arén vuelve a enfrentarse a un monstruo que, como siempre, está más cerca de lo que parece, mimetizado en el mundo de los humanos. Para resolver el caso la inspectora jefa de homicidios de Madrid se enfrenta a la presión extrema de los políticos, los medios de comunicación y la que fue una de sus grades amigas, Inés, que regresa a la trilogía de manera desasosegante. Ana no es una superheroína, no esquiva lluvias de balas milagrosamente, ni encuentra soluciones mágicas, ni vive inasequible al desaliento. Ella llora, gruñe y lanza puñetazos a las paredes. Es real, como todos. Por eso quizá los lectores se identifican tanto con ella.
La trama nos lleva por el mundo de las mafias de tráfico de personas -uno de los tres negocios ilegales más rentables del mundo, junto con las drogas y las armas-, por la corrupción urbanística y política, por los favores judiciales y la prevaricación, pero termina donde empieza todo, en las familias y en cómo modelan nuestra personalidad y nuestra vida de adultos.
¿Qué nos convierte en un monstruo?
Regresan aquí el juez instructor PéBé, al que tanto le gusta la sangre, la forense Paloma Marco, que establecerá una extraña conexión con el magistrado, los policías Azotón y Charini. Llegan Nina, Lola y Miguel. Todos son personajes poliédricos en los que nada es verdad o mentira absoluta, y que me sirven para, con la excusa de una investigación policial vertiginosa, seguir estudiando la maldad. ¿Qué nos convierte en un monstruo?
Cuando escribo me veo como la mosca que se frota las manos en un rincón del laberinto mientras trama algo terrible e imagina la manera en la que sus planes conmocionarán a sus personajes y, de paso, a los lectores.
Escribo sin guía, ni esquema, ni un montón de papeles pegados en una pared. Voy escribiendo mientras me sorprendo yo misma y me lleno de ansiedad intentando saber cómo continuará la historia, qué les irá pasando a sus protagonistas.
Continuar es la única manera de calmar mi ansia y voy encajando la realidad en las mentiras que a modo de despiste encajo a lo largo del libro hasta que nada sobra, hasta que nada falta, hasta que el lector entiende el por qué de cada cosa, incluido el título No decepciones a tu padre, que llega como un bofetón en la cara al final de la novela.
Lograr seguir sorprendiendo y cerrar por todo lo alto la trilogía que inicié con No soy un monstruo -Premio Primavera de Novela 2017- me daba miedo, pero dicen que lo mejor de la vida está al otro lado del miedo. Cientos de miles de lectores han transitado por los dos primeros libros y tenía una deuda con ellos. Así que aquí va este regalo para ellos, para vosotros, con un final sorprendente en inesperado.
¿Os atreveréis a seguir pasando páginas? Decidme que sí.