Un Forqué, un Feroz, un Sant Jordi y un Goya. En 2021, Patricia López Arnáiz ganó prácticamente todos los premios posibles del cine español con su impecable interpretación en Ane, que la confirmó como una de las mejores actrices actuales. Lo revalida en la película La cima de Ibon Cormenzana, que se estrena en el Festival de Málaga en la sección oficial y en la que comparte protagonismo absoluto con Javier Rey, dos alpinistas que harán estremecer al público.
El filme narra la historia de Ione y Mateo, dos alpinistas que se encuentran en el mítico Annapurna, cada uno de ellos con sus propios demonios a cuestas. La montaña les hará enfrentarse a ellos. En La cima, Patricia López Arnáiz interpreta a Ione, una deportista de élite en el momento más oscuro de su vida.
“Ione es una mujer que ha cumplido todos los retos que se propuso, hasta el punto de que ha hecho los catorce ochomiles que hay en el planeta. Y, claro, llegada a ese punto, ¿qué otros objetivos le quedan? La película habla de cómo que cumplas tus sueños, no supone necesariamente que vayas a ser feliz”, explica la actriz. Su personaje está inspirado en la mítica alpinista vasca Edurne Pasaban, la primera mujer del mundo en coronar los 14 ochomiles, y que, en el mejor momento de su carrera, confesó que tenía depresión.
“Para preparar el personaje, me leí su biografía, vi muchas entrevistas que le hicieron. Ella habló de salud mental cuando nadie lo hacia”, apunta López Arnáiz, para quien “en el afán por el éxito hay mucho de ceguera, piensas que te van a querer más y no es así”.
A Patricia López Arnáiz se hizo popular con las series La peste y en La otra mirada. Luego, dio la campanada con Ane y pudo vivir el aluvión de premios de esa película con algo de distancia, ya que se encontraba, precisamente, rodando La cima, de Ibon Cormenzana, reconocido productor de títulos como Blancanieves de Pablo Berger o Madre de Rodrigo Sorogoyen.
"Me rompí, llevaba mucho tiempo a un ritmo muy alto"
Tras la resaca del Goya, la actriz reconoce que “me rompí, llevaba mucho tiempo a un ritmo muy alto. Muy potente, pero agotador”. Así que decidió frenar un poco. “Me llegaban muchas ofertas, pero me lo tomé con tranquilidad”, cuenta.
Pese al frenazo, no paró de rodar y, ahora, va a encadenar una serie de estrenos que comienzan con el de La Cima en el Festival de Málaga y, a partir del 25 de marzo, en las salas de cine. “Estoy muy ilusionada de reencontrarme con el equipo, a parir ya la criatura y a descubrir este certamen en que no he estado antes”, dice la actriz.
Al leer la sinopsis de La cima se podría pensar "ya está, estos dos guapísimos, en la montaña, historia de amor, seguro". Pero no…
Se jugó un poco con esa ambivalencia, pero yo le decía a Ibon [Cormenzana] todo el rato: "No he venido aquí a contar una historia de amor, eh". Me ha alegrado mucho que haya quedado tan limpia esa parte.
Porque no necesariamente hombre y mujer tienen que vivir una historia romántica, por muy aislados que estén…
Efectivamente, los hombres y las mujeres podemos ser amigos. Además, me parece que, sobre todo, esta película es una historia de compañerismo, de amistad. En la montaña se da mucho eso, gente que no se conoce de nada, pero que se juegan la vida para rescatarse.
En Euskadi hay una gran tradición de alpinismo. ¿Tenías afición tú?
Me encanta la naturaleza, salir al monte a pasear, pero solo he subido a montes pequeños, al Gorbea o al Aitzgorri, lo máximo serán 2.000 metros. Dicho esto, no llego a entender del todo el mundo de la alta montaña, los ‘himalayistas’ y ese universo alpinista.
Me he documentado, hemos trabajado mano a mano con grandes profesionales como Jordi Tosas. Pero creo que, en general, a la gente que no lo practicamos nos cuesta muchísimo entender los deportes extremos. Hay historias míticas en el alpinismo, cuando tienen que decidir si seguir adelante o no con una tormenta en ciernes que saben que, si siguen, ya no habrá marcha atrás. Toman decisiones de vida o muerte, es brutal. Nosotros, en nuestra cotidianidad, no nos arriesgamos así.
Este rodaje ha sido durísimo físicamente. ¿Cómo lo has preparado?
Javier y yo hicimos un entrenamiento, para aprender las bases de la escalada, en roca y en hielo, pero en las escenas potentes, los que aparecen son alpinistas como Jordi Tosas. De todas formas, el rodaje fue bestial. Empezamos rodando a -17º. Yo llevaba tres o cuatro térmicos debajo del pantalón, imagínate. Las localizaciones son reales, el refugio está en Benasque.
Una verdadera aventura
Había que subir andando y las máquinas subirlas en helicóptero. Aquello causaba un montón de problemas, porque a veces por el tiempo no se podía volar… Estábamos rodando a 2.700 metros, en la nieve, y de repente una tormenta se llevaba el combo con el aire. Como guinda, un día tuvimos tormenta de arena que venía del Sáhara. Cuando fuimos a rodar, ¡la montaña estaba de color rosa! Fue en la época de Filomena, no fue tan catastrófico como en Madrid, pero se notó. Estábamos totalmente expuestos a la naturaleza. Una verdadera aventura.
Tú vives en un pueblo y desayunas mirando la montaña, ¿la ves ahora distinta?
No, porque aquí es pequeña, amable, pero sí a las figuras de los alpinistas. Ahora que me he acercado más a sus historias, les miro con muchísimo respeto. Supongo que cuando te expones a algo tan potente, volver a casa no debe de ser fácil. Siempre te va a llamar la montaña para que regreses.
Cuando haces que al fin sonría tu personaje en la pantalla, se ilumina la pantalla. ¿Cómo lo has trabajado?
¡Qué bonito eso! Ione arranca en un agujero muy hondo, es hostil, arisca, pero vemos cómo se va acercando a Mateo y se va abriendo. Ella se ha estado enganchando a la montaña como una forma de respirar, pero algo no le funciona. En el afán por el éxito hay mucho de ceguera, piensas que te van a querer más y no es así.
Jordi nos hablaba del aquelarre, una mirada de la montaña muy chula. No sé cuán extendido está este término. Se refiere a llegar tan al límite de tu naturaleza que hasta desaparece tu ego, y tú con él. Nosotros imaginábamos a Ione como una alpinista que no ha vivido ese aquelarre. El sentido de su vida ha sido la montaña, pero nunca ha sentido esa conexión con ella. Lo bonito es que, aun sin tú quererlo, la vida llama a tu puerta, te mueve a cuidar de otra persona y te saca del agujero.
¿Cómo llevas tú esa dualidad entre lo racional y lo místico?
Yo creo que ambas miradas ocurren en lugares distintos. Lo que me parece un equívoco es cuando desde una mirada, juzgas a la otra, me parece de ignorante. La razón nos sirve muchísimo para sobrevivir y para comprender, pero creo que hay cosas que con ella aún no llegamos a comprender y que, quizá, percibamos de otra manera. Son lenguajes distintos para explicar la realidad que no deberían estar en lucha, sino reconocerse.
En la película, los dos protagonistas están tocados, cada uno a su modo. ¿Necesitamos hablar más de salud mental?
Sí. Por ejemplo, con la pandemia me ha impactado mucho conocer la realidad de muchos adolescentes con problemas mentales heavies, medicados con ansiolíticos, con trastornos alimenticios… Esto me lo han contado compañeros de 16 y 17 años con los que he trabajado. Eso me hace pensar que lo estamos aceptando como normalidad, en lugar de ir al origen.
El suicidio es ya la primera causa de muerte entre la juventud española…
Es muy fuerte. Podemos hacer un programa para ayudar a los chavales, pero el problema está en la base, en el sistema salvaje en el que vivimos. La enfermedad mental es un síntoma de lo enferma que está la sociedad. El sistema es intocable, pero vemos que esto va en aumento, a peor. Si pusiéramos la salud mental en el centro, como lo más importante, todos viviríamos mejor.
Al ver tu personaje he pensado que hace unos años, hubiera sido un hombre. ¿Se nota cuando una mujer escribe el guion, como pasa en La cima, con Nerea Castro?
Por supuesto. Creo que el auge de personajes femeninos tiene que ver con guionistas y directoras mujeres. Esto está cambiando porque el movimiento feminista está haciendo un trabajo increíble para que, básicamente, no nos pongan obstáculos.
¿Ayuda a cambiar la mirada un personaje como el tuyo en La cima?
El esquema del relato siempre ha sido el mismo: la princesa a la que salva el príncipe. Te vas a la mitología y es igual. A partir de ahí, se cuentan las historias. Eso están muy interiorizados y cuesta cambiarlo, pero ahí estamos.
¿Cuál sientes que ha sido el mayor reto que has superado tú?
¡Guau! (suspiro) Es una pregunta difícil… Creo que fue, de joven, superar la decepción absoluta para con el género humano, volver a confiar.
¿Perdiste la confianza en las personas?
Sí, mirándolo con perspectiva creo que fue como uno de esos ritos iniciáticos que te conducen a una nueva fase, que suelen tener que ver con dolores muy grandes y ocurrir a partir de una ruptura. En la veintena, yo vivía en una ilusión y viví dos momentos muy dolorosos. Eso me generó una desconfianza que me costó recuperar, pero lo conseguí.
La pérdida de la inocencia…
Efectivamente. De repente, sufres tanto que luego desconfías. Eso es difícil levantarlo después. Pero lo conseguí. Aunque esas cosas que durante mucho tiempo he intentando trabajar en mí, ahora, cuando miro hacia atrás, creo que eran etapas de la vida. Al final, necesitas un tiempo orgánico para crecer.
Eres una feminista convencida. ¿Qué has hecho este 8-M?
"Hay que luchar hasta que el género no suponga tener más o menos derechos"
No he celebrado nada. Sé que se han llenado las calles y lo he seguido de lejos, pero me ha tocado quedarme en casa para preparar cosas y estudiar. Pero, vaya, hasta que no lleguemos a la igualdad de derechos, tendremos que hacer todo lo que haga falta. Hay que luchar hasta que el género no suponga tener más o menos derechos.
Y por último, en estos tiempos de guerra, ¿crees que el arte tiene una responsabilidad social?
Creo que tiene su lugar como arte. Luego, lo que cada uno quiera hacer a nivel personal, apoyar una causa o movilizarse, me parece muy legítimo, pero son decisiones personales. El arte per se nos ayuda a mirar el mundo. Las propias obras de arte movilizan y te hacen reflexionar, sentir cosas, conocerte a ti mismo y, desde ahí, es más fácil empatizar con el otro.