Cuando nos reunimos con María Serrats, a la diseñadora de joyas aún no se le ha pasado el subidón del concierto de C. Tangana, al que ha asistido la noche anterior. A lo largo de la entrevista, esta bilbaína de 37 años repetirá varias veces que le apasiona la música y que en ella encuentra una de sus mayores fuentes de inspiración. Pero lo cierto es que antes de que estallara la pandemia toda la creatividad de María estaba silenciada, ya que –según ella misma relata– desempeñaba un trabajo rutinario en una multinacional. Ella representa ese perfil de profesional que un día decide dejar una carrera segura para tirarse a la piscina y perseguir sus sueños a través del emprendimiento.
En septiembre de 2021, Serrats puso en marcha Lehona, una firma que está llamada a revolucionar el mundo de la joyería en España. María diseña y comercializa piezas exclusivas y versátiles (pendientes que se convierten en charms para las cadenas, medallas transformables en pendientes…) realizadas con oro y diamantes obtenidos de manera sostenible. Recientemente organizó una presentación en Madrid –de la mano de la agencia de comunicación The Organic Path– que no sólo reunió a la prensa especializada en moda, sino también a representantes de actores interesados en este nuevo concepto de joyería. Porque Lehona se asienta sobre el término jewellbeing, un juego de palabras que alude a las joyas (jewel, en inglés) que contribuyen al bienestar (wellbeing).
¿Cómo se pasa de trabajar en auditoría a volcarse en el diseño de joyas?
Fue como una inspiración, en la que se mezclaron varias cosas. La primera fue la sensación de no llegar a todo, porque nació mi tercera hija y a lo largo de un año prácticamente ni la vi. El ritmo de trabajo era muy bestia y encima no me gustaba demasiado lo que hacía: estudié Empresariales y me he dedicado al mundo de las finanzas y al marketing digital. La oficina me agobiaba incluso físicamente, no soportaba estar encerrada todo el día entre cuatro paredes delante de un ordenador. Por otro lado, necesitaba expresar la creatividad que tenía dentro. Las joyas siempre me han gustado, creo que no hay nada más espectacular que una clavícula de mujer adornada con una joya… Así que un día me senté con mi marido (que también trabajaba en auditoría) y tomamos esta decisión.
Tu historia recuerda a lo que está sucediendo en Estados Unidos, donde millones de trabajadores ya han dejado su empleo de manera voluntaria, en un fenómeno que se ha bautizado como “la gran renuncia”. ¿Crees que cada vez es más difícil soportar el ritmo laboral al que estaba acostumbrada tu generación?
Creo que sí. Somos una generación sacrificada, pero de repente hay algo dentro que te hace clic y ya no hay marcha atrás. Claro que en Estados Unidos es diferente, porque allí no hay tanto tabú respecto a no seguir la carrera que se espera de ti. Por otro lado, pienso que todos tenemos algo creativo dentro.
¿Es muy duro emprender en España, especialmente siendo mujer?
Es difícil, sí. Mis padres al principio no entendían muy bien por qué quería romper con una carrera que ya estaba encarrilada. Ser emprendedora y mujer es un arma de doble filo. A mí me satisface mucho lo que hago pero soy consciente de que tengo una carga mental brutal: con tres niños en casa, tengo que ocuparme de muchas cosas. El hombre va a su trabajo, vuelve y más o menos se lo encuentra todo resuelto. Por eso mi marca se llama Lehona, porque representa a la leona que protege a su manada.
Hemos oído hablar a menudo del slow fashion, pero no del jewellbeing, un concepto que tú te has inventado. ¿Qué significa?
Consiste en creer que ser fiel a una misma es lo que te da alas para ordenar tu vida. Quiero empoderar a la mujer que está reventada con tantas cosas como tiene a su alrededor. Existe un acto inconsciente por el cual tocamos nuestras joyas cuando estamos inseguras; es un gesto que nos ancla al suelo, que conecta con nuestras emociones. A mí me gustaría que este proyecto no se quedara únicamente en vender piezas, en algo puramente material; además quiero crear una comunidad, un espacio de reflexión sobre la carga mental que soportamos las mujeres.
¿Por qué la sostenibilidad es tan importante en este proyecto?
Lejos de pretender que suene a tópico, creo que es fundamental no comprometer el futuro de las generaciones siguientes. Los recursos son limitados. Garantizar el bienestar socioeconómico de todos es lo moral y lo ético. Vivimos en un mundo de consumo acelerado, que se traduce también en un proceso de aceleración mental, de ansiedad y nervios…. Debemos decir “no, gracias” a todo eso. Yo prefiero crear bajo pedido y usar materias primas cuyo origen conozco.
¿De dónde proceden, por ejemplo, los diamantes que utilizas?
La industria es muy puñetera y es muy difícil saber de dónde viene exactamente cada cosa. Por eso yo trackeo mis materias primas a través de una empresa que te facilita un QR para ello. En el caso de los diamantes, se los compro a un proveedor que está en Amberes: sé la calidad que tienen, de dónde vienen, me certifican que cumplen con los derechos de la infancia y de las mujeres… Obviamente, eso tiene un coste. Casi ninguna de las grandes marcas te asegura de dónde vienen sus piezas.
Pero sí que hay grandes marcas, como Loewe, que están reivindicando el papel de los artesanos, una filosofía que tú compartes.
Tenía muy claro que no quería fabricar en China, sino que prefería recurrir a artesanos locales. Para mí era algo emocional y además creo en la importancia de autoabastecernos. Fíjate en lo que está ocurriendo a raíz de la guerra en Ucrania, que por ejemplo el precio del oro se ha disparado. Los artesanos que he conocido son gente seria y profesional, con mucho oficio a sus espaldas, que nunca me dejan tirada y cuidan hasta el más mínimo detalle. Han ido pasando sus conocimientos de generación en generación, igual que yo aspiro a que ocurra con mis piezas.
¿Dónde encuentras la inspiración a la hora de diseñar?
Mi proceso creativo es muy poco ortodoxo, soy muy libre. Me inspiran muchas cosas: la naturaleza, mis hijos, C. Tangana (se ríe)... El simple hecho de estar aquí sentada (la entrevista se realiza en el Hotel Urso de Madrid) ya me da ideas. La música me vuelve loca, siempre diseño escuchando música. Tengo un registro mental de las imágenes que voy coleccionando, luego apunto lo que quiero hacer y después lo represento sobre el papel. Aunque he de decir que no dibujo muy bien…
¿Eres defensora de la idea de que la inspiración ha de pillarte trabajando, concentrada en tu mesa?
No. De hecho me encanta crear mentalmente. Luego me tumbo en el sofá de casa, con las piernas en alto, y ahí es cuando me centro en el diseño. No me gusta estar sentada delante de un ordenador.
¿Cuál ha sido tu mayor hito hasta ahora?
A nivel personal, destacaría que todo este proceso ha sido para mí muy sanador. Me ha curado pequeñas heridas. Todo lo que yo tenía dentro al fin ha visto la luz. A nivel laboral, mi mayor logro ha sido saber rodearme de gente buena y profesional, sobre todo mujeres que me aúpan para que lo que yo había soñado se convierta en realidad. Eso es una gran satisfacción personal.
¿Cuál es tu diagnóstico acerca del mercado de la joyería en España?
Hay una gran saturación de bisutería; nunca me metería ahí, además no creo en cómo lo hacen. No hay mucha opción: por un lado tienes la alta joyería de toda la vida y, por otro, la bisutería. Por eso he visto una ventaja competitiva, porque en España no existe este concepto. Aunque es difícil hacerse un hueco: cuando te vas a gastar un precio medio de 2.000 euros en una pieza, la gente suele tirar hacia las marcas conocidas. Pero estoy encontrando mi nicho. En España nos falta aún saber valorar la exclusividad de una pieza.
¿Alguna vez has tenido la tentación de tirar la toalla?
No, porque me gusta mucho lo que hago. Aunque sí echo de menos tener una socia. Al principio tuve muy claro que quería tomar mis propias decisiones, sobre todo a nivel del diseño, pero ahora a veces echo de menos a alguien que me ayude a tirar del carro.
Es decir, que lo peor del emprendimiento para ti es la soledad.
Sí, eso es.
¿Por qué necesitamos el lujo y la belleza en nuestras vidas?
Yo no podría vivir sin ellos. Pero no me refiero al lujo y la belleza frívolos, sino entendidos como eso que te alegra la vista. La belleza es… ¡C Tangana! He flipado en su concierto, con la puesta en escena y todo lo que había ahí: un pelo de un color determinado, un pendiente por aquí… Era un ambiente muy eye candy, un caramelito para el ojo. Creo que la belleza es realmente importante, pero no depende de unos cánones que alguien nos imponga, sino de cómo cada uno percibe esa belleza. A mí me han regalado joyas en tres momentos puntuales de mi vida, mi marido y mis abuelas. Y lo valoro muchísimo más que cualquier otra cosa. Abrir una caja, descubrir una joya y ponértela… es algo muy emocional.