Siempre me ha gustado escribir. En diarios, cuadernos, llenos de detalles de papelería… Como cuando eras niña y te desahogabas en diarios secretos…
Plasmar emociones negras sobre blanco ayuda mucho a comprenderse, releerse y ayudar a los demás.
En marzo de 2020, nuestra vida se detenía con la llegada de un virus desconocido. Y me decidí a escribirlo. Luego, llegó compartirlo con el lector.
Primero en un cuaderno especial, a mano, cada noche sola en la cama…
Después, se fue haciendo realidad en el ordenador hasta que ahora el lector lo tiene en sus manos… Espero que te encuentres y sientas identificado.
En marzo se empezó a hablar de virus. Se dudaba sobre la manifestación por el Día de la Mujer-8M en España. Dudamos en mi empresa si seguir.
Había empezado en Italia. Llegaba a España y no se detenía en ninguna frontera del mundo. Ni dos años después.
Nunca imaginamos que pudiera pasar lo que pasó. El virus nos cambió. Para siempre.
Este libro nace de mi experiencia personal con la pandemia de la Covid y mi necesidad y placer por escribir y sacar todas las emociones fuera.
Un diario en papel, que hoy es un libro impreso que recoge reflexiones de aquella experiencia vivida, que perdura en nuestra retira y memoria de la que debemos aprender las lecciones y para mejorar.
Nos vimos encerrados en casa, saliendo sólo con mascarilla y guantes; empezó a morir gente, las cifras son escandalosas; y la incertidumbre se apoderó de nosotros.
Desde la mesa de mi escritorio, este texto, narra cómo el virus lo cambió todo. De golpe. Sin poder hacer nada. Dicen que no sabemos lo que tenemos, hasta que lo perdemos…
Aprendimos de golpe a vivir el momento. Carpe diem.
A valorar lo que tenemos. Teníamos. Lo que nos queda.
Nuestra vida llena de agendas llenas, planes por hacer, previsiones, ideas por construir…
Y de repente, todo se detuvo.
Encerrada en casa vi pasar la vida, con mis hijos temiendo al virus. Teletrabajé muchas horas, con la inquietud de qué pasaría y con fuerza de voluntad para levantarme cada día viendo pasar la vida desde la ventana.
Así pasé los meses de la pandemia que azotó al mundo entero, cambiándonos la vida.
Así empieza mi obra, El virus que nos cambió.
Jamás pensamos que pudiéramos vivir algo así… Pero sucedió.
Mi diario empieza por los meses en los que apenas se hablaba de virus.
Enero y sus planes de inicio de año, sus propósitos y deseos…
Esos sueños por cumplir que febrero colocó entre San Valentín y carnaval, el último que se celebró en dos años…
Marzo y sus idus han sido siempre portadores de malos presagios. Así que pasamos del teambulding y el networking al lookdown y home office. Conciliación. Soledad. Teletrabajo. Niños encerrados en casa. Redes sociales y comunicación.
Encerrados, con agendas caídas y salidas detenidas.
Por las ventanas de mi habitación, parecía que la primavera también se había detenido.
"Lo esencial se hace invisible a los ojos. Solo con el corazón se puede ver la verdad".
Nos han cambiado las prioridades.
No solo las personales: dar valor a lo que somos, lo que queremos ser cada día, ese beso y abrazo fugaz antes de ir al cole o a trabajar…
También las profesionales. El giro profesional hacia ser – de verdad – lo que uno quiere y a lo que aspira. Con valores íntegros, éticos y transparentes. Como la influencia a la que me dedico.
La influencia pasó a ser digital por la fuerza, telemática, lejos de los abrazos, lejos de verse los ojos en las reuniones (que hablan mucho de las personas), lejos de los valores de cada persona, lejos de las estrategias que no se tocan, que se ven y ser perciben... Pero volverán.
Las Administraciones Públicas demostraron inicialmente que no tenían capacidad (o voluntad) para mantener reuniones con ciudadanos de forma telemática y se pararon las agendas.
En Twitter e Instagram, vemos una gran movilización social en la que hay debate político, fiestas, manualidades y lanzando mensajes muy potentes a todo el tejido social. Estos no hacen más que confirmar el poder que tienen las personas de dejar huella y poner en valor lo que mejor saben hacer.
Somos la suma de nuestras experiencias, cualidades y habilidades y eso, también cuenta.
Los ciudadanos de bien exigen - y deben hacerlo - respuestas a sus dirigentes. En las urnas cuando toca.
El virus que nos cambió trata de poner en valor lo esencial. La salud o la amistad. La forma de ser de cada uno y la integración, diversidad, pensar en los otros.
Nos acostumbramos a escuchar cifras de muertos que tenían nombre y apellido. A vivir con el miedo que había que convertir en una oportunidad. Pero también a la generosidad de cada persona, en cada proyecto, en cada granito de arena, por pequeño que fuero, y también a la colaboración de personas luchando contra fuerzas mayores.
La influencia, los asuntos públicos e institucionales, son compromisos con causas concretas, determinadas, con objetivos claros y apasionantes. Son compromisos personales, sociales y políticos.
Es negociar. Ceder. Esperar y proponer. Es poner de tu parte y confiar en que conseguirás tu objetivo, dando lo mejor de ti. Aunque cueste, aunque no te crean, aunque incluso dudes. Utilizando muchas herramientas: legislación, comunicación, marketing, estrategia, economía, sostenibilidad...
No podemos ser neutrales ni rendirnos. No podemos agradar a todo el mundo. Lo sé, cuesta mucho. Pero hay que aprender. No todo es blanco o negro. Hay infinidad de grises por descubrir. Por eso, hay que decidirse por proyectos - y personas, por supuesto - ilusionantes.
Llenas de vida, esperanza y ganas de construir. Y eso nos hace tanta falta ahora mismo.
Dos años después y casi 700 días más tarde, sin mascarillas que nos tapen sonrisas y esperanzas, hoy nos recuperamos con muchas preguntas sin respuesta…
¿Hasta dónde el virus nos cambió?