Paloma Granero (Madrid, 1979) se define como gata, por sus abuelos madrileños, pero sería más bien una gata voladora. Como en toda película de acción, su historia comienza con una tranquila escena cotidiana: Paloma estaba viendo Telemadrid repanchingada en el sofá de casa, cuando vio “a alguien que hacía un salto tándem en la tele”.
Esta práctica consiste en saltar de un avión por placer, primeramente atada a alguien con mucha experiencia que recibe el nombre de “tándem máster” y que se encarga de coordinar literalmente “la salida, la apertura del avión y el aterrizaje”.
En esa época, Paloma tenía 27 años, trabajaba en una inmobiliaria y su vida era, según ella la describe, “cliché”. “La verdad es que no me imaginaba que yo podía volar. Según acabó el reportaje, me senté en el ordenador, busqué información y llamé a mi hermana, que era la única persona que pensé que podría meterse en esa aventura conmigo. Y le dije: ‘Elena, que he visto esto, y lo he reservado para las dos’”.
Saltar al vacío, profesional y literalmente
Durante su primera experiencia, al terminar el primer tramo de caída libre, en cuanto abrió el paracaídas, Granero hizo una pregunta clave. “Según descendíamos le iba preguntando al chico, ‘una duda, ¿yo me puedo hacer paracaidista?’ Él flipaba conmigo, claro, porque aún no había completado mi primer salto”.
Al tomar tierra, en el video de recuerdo, se ríe cada vez que lo muestra o lo vuelve a ver, ella responde: “¡Fenómeno! Que es una palabra que yo nunca uso, pero me salió del alma. Estaba tan llena de todo, era lo mejor que había hecho en mi vida. Según aterricé quería volver a subir. Y sigo pensando que no hay nada más top que eso”.
Inmediatamente empezó a ahorrar en su trabajo para hacer un curso formativo en salto y al año siguiente se convirtió en paracaidista (2008). “Después tomé todos los cursos para poder saltar con otros paracaidistas y desde entonces estuve dos años en los que todo mi tiempo y dinero fueron destinados para eso”.
“En 2010 fui a Estados Unidos a recoger mi primer paracaídas”. Y allí “lo hice en Orlando y en lugar de ir a Disney World probamos por primera vez el túnel de viento. Y me pareció el mejor juguete del mundo, es algo alucinante. Yo trabajaba en una agencia de publicidad en esa época, pero seguía saltando. En 200 saltos más o menos tuve la suerte de poder empezar a trabajar en Bedford, en ese momento sólo había 5 túneles de viento en Europa”, continúa.
Para todo el mundo
Con 32 años y tras una formación extra en Inglaterra se convierte en la primera mujer española en instructora en túnel de viento. “Lo más importante no es qué enseñas, sino en qué ayudas a la gente a la hora de probar la experiencia de la caída libre en un entorno seguro, que es el túnel de viento. Que todo el mundo pueda probar volar con su cuerpo en un lugar seguro. El paracaidismo no es para todo el mundo, pero el túnel de viento sí”.
Si inicialmente en nuestro país sólo existía un túnel de viento en Gerona, donde ella estuvo trabajando un tiempo, pronto empezaron a surgirle nuevos proyectos y se decidió a dar el salto al lugar actual: “me postulé para ser la gerente de este espacio, para poder seguir volando, pero también hacer otras actividades”.
¿Puede hacer esta actividad todo el mundo? “Los niños desde cuatro años lo pueden hacer y la gente mayor, hemos tenido personas de 92 años volando, una mujer concretamente hace poco, que venía como parte de una residencia. Ella decía: ¿a mí miedo?, si a mí solo me queda morirme, miedo ninguno’”.
Esta actividad recreativa y de entrenamiento tiene dos públicos, “los clientes principiantes, entre los que no hay más chicos que chicas, y el deportivo, en el que hay más paracaidistas hombres”. En relación a este deporte, señala cómo “aunque el deporte no sesga, porque físicamente los hombres no tienen más actitudes, físicamente un hombre y una mujer son iguales para volar, en realidad las mujeres tenemos más aptitudes para volar, somos más flexibles, tenemos más plasticidad en nuestro cuerpo”.
Esta amante de los animales y las plantas aún recuerda la época “en la que me iba los viernes a la zona de salto y regresaba el lunes”. La virtualidad le interesa poco (“el poco tiempo libre que tengo no lo uso para la imagen virtual, cada día me interesa menos”).
Cinco preguntas
¿A qué huelen las nubes?, seguro que se lo han preguntado alguna vez…
En realidad no huelen a nada [se ríe], están fresquitas, son en realidad microgotitas de lluvia, no huelen pero se sienten en la cara, es muy agradable.
Más específicamente, ¿qué se siente al volar?
Lo más importante de cuando vuelas, en cielo y túnel, es que todo desaparece: tú estás volando, tu cabeza está solo en volar, tus problemas desaparecen. El nivel de concentración es máximo al volar, eres tú y la propiocepción de tu cuerpo, todos los problemas desaparecen, es la máxima concentración posible.
¿Y su hermana y su familia? ¿Cómo llevaron su aventura de los saltos al vacío?
[sonríe de nuevo] Mi hermana… vino, pero ella no se enganchó como yo… Lo que decía mi padre es que no todo el mundo puede ser paracaidista, pero no por atrevimiento sino por prudencia. Yo soy muy prudente y muy segura practicándolo, no corro riesgos que me puedan llevar a un desenlace malo, no soy despistada… y luego es un desembolso económico importante.
Ante el avance de la virtualidad, ¿cuál es su experiencia comparativa entre experiencias como el vuelo de caída real y las simulaciones 3D?
Nunca se puede comparar la experiencia virtual con la real, incluyendo en real el túnel de viento. Las redes sociales desde que salieron a hoy han cambiado mucho: antes eran una forma de conectar con gente, ahora de demostrar al mundo lo 'guay' que eres. No las uso mucho. Tengo un perfil secreto para acuarelas que también hago. Y el 3D aún tiene mucho que desarrollarse, no hay comparación posible.
¿Qué queda después de un salto?
La adrenalina dura poco, a no ser que hagas un salto memorable. Por ejemplo, hace dos años hicimos un récord de chicas, eso te dura más; un récord de mujeres, ese sabor dura más… si no, un salto lo que te da, es ganas de otro nuevo salto, y ese a su vez de otros muchos más.