El día 1 de junio pasó algo mágico y yo fui testigo. La psiquiatra Marian Rojas Estapé recibía el Premio de Honor We Leadership Awards 2022. Debía entregárselo la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Agenda Digital. Pocos minutos antes de la ceremonia, Nadia Calviño anunció su positivo en Covid e Isabel Estapé, patrona de la Fundación La Caixa allí presente, fue su sustituta.
Ahí llega la magia. La madre premiando a la hija… La emoción nos embargó. Somos viejas rockeras, la madre y yo, unidas por temas de mujeres; la hija y yo, unidas por nuestra común pasión y actividad contra la prostitución y la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. Allí en el congreso Women Evolution, organizador de los galardones, me emocioné. Una semana después, cuando nos encontramos para esta charla, seguimos recordando la ilusión.
“Me bloqueé tanto, que no pude decir ni una palabra”, asegura Marian Rojas. La que casi se bloquea soy yo que, tras leer sus libros Cómo hacer que te pasen cosas buenas (Espasa, 2018) y Encuentra tu persona vitamina (Espasa, 2021) tengo la sensación de que la psiquiatra no solo observa mis ojos, mi boca o mis movimientos. No. Creo que ve en mí hormonas -oxitocina, cortisol o dopamina- a través de mis poros. Me da la impresión de que investiga mis gestos para averiguar si soy feliz, qué clase de hormona predomina en mi cuerpo y mueve mi mente… o qué tipo de vitamina soy…
Somos química y eso lo sabe muy bien ella, que analiza las conductas de los seres humanos para mejorar su vida. Somos captadores y emisores de amor y también lo sabe y lo practica esta mujer tan joven (39 años), que siéndolo mucho más descubrió su misión de ayudar a las personas a eliminar sufrimiento, que se sensibiliza con quienes la buscan y que sabe lo que está pasando en la sociedad en lo que se refiere a la salud mental.
Maneja las estadísticas, claro. Pero no las necesita porque la suya propia le llena la agenda de consultas. Hace unos días, una amiga me comentaba que había leído sus libros y le había escrito para pedir hora, no por una necesidad de tratamiento, sino para conocerla. No tenía horas. Pero lo que impactó a mi amiga es que le contestó a su mail para comunicárselo. ¡Touché!
Le cuento que siendo yo muy joven y viendo que en las empresas por las que pasaba recibíamos clases de inglés, de alemán… como ventajas sociolaborales, siempre decía “¡que nos pongan psicólogos, que los necesitamos más!”. Y me explica que por eso sus hermanas medianas y ella (“somos cuatro chicas y un chico que está en el cielo, y la pequeña es carmelita descalza”) montaron Ilussio, una compañía para llevar la salud mental a empresas, colegios, universidades, instituciones.
“Porque cuando la gente acude a nuestra consulta ya viene rota, con depresión, ansiedad, trastornos de personalidad, la pareja se ha roto… Si tú puedes llegar a la empresa y hacer esa prevención, explicando cómo funciona el cerebro, la gestión del estrés, la gestión de liderazgo de verdad, con empatía, ya estás previniendo”. Se trata de intentar parar el posible golpe (“yo creo que un 50 por ciento de la población sufrirá un problema neurológico o psiquiátrico”) antes de que se produzca, de dar herramientas para que se reconozca su posible proximidad, y apunto yo también una manera de generar el sentimiento de pertenencia en la empresa.
“Eso es algo maravilloso -corrobora-. Sentirse importante para alguien es fundamental. Dicho al contrario, sentirte solo se ha convertido en el gran veneno del siglo XXI. Y el momento de más conexión de la historia es cuando más solos nos hemos sentido y nos estamos sintiendo. Me preocupa porque yo que busco aliviar el sufrimiento ajeno con todas las fórmulas que conozco, y reconozco que luchar contra el sentimiento de soledad es súper complicado”.
Charo Izquierdo.- Eso en pandemia ha sido más grave.
Marian Rojas Estapé.- Lo que más tranquilidad le da al ser humano es tener las cosas controladas. El siglo XXI es el del control, de lo que me va a pasar, de lo que voy a hacer, el control de las personas, el FOMO (el miedo a perderse algo, de Fear Of Missing Out)... Quiero estar, quiero pertenecer, por internet controlo dónde están mis hijos, dónde está el coche...
Entonces, llega la pandemia y dejas de controlar, no sabías si al día siguiente saldrías a la calle, si ibas a dar positivo, si te podrías casar, viajar de vacaciones, si podrías ver a tus padres, si no los volverías a ver... Yo ya lo decía, que había que abandonarse, a veces hay que soltar y hay que aprender a vivir el momento presente y sabiendo que no lo puedes tener todo bajo control.
Ch.I.- ¿Y tú?
M.R.E.- A mí la pandemia me ha ayudado a soltar, a disfrutar de lo que tienes porque no sabes lo que te va a suceder. Eso es lo primero. Lo segundo es la gestión de la incertidumbre. Y lo tercero es el miedo, a enfermarse, a la muerte... Y en ese estado de miedo, de incertidumbre, de caos y de malas noticias, no había una sola buena noticia, ¡nunca! Nos agarrábamos a las pequeñas cosas buenas que podían ilusionar, como cocinar, aprender un idioma, coser, pintar, leer, llamar a gente que hacía meses o años que no sabías nada de ellos.
Es decir, a pesar de que el macro se estuviera derrumbando, buscábamos que el micro tuviera destellos de ilusión porque era la manera de sobrevivir. Pero, ¿cuál era mi preocupación? Que en el momento de intoxicación de cortisol, que es la hormona del estrés, nos prohibieron la oxitocina, que es la que baja el cortisol y la que repara el sistema inmune, tan necesario en un momento de pandemia.
"Hice un trabajo interior muy fuerte porque no sabía decir que no sin sentirme culpable"
Estaba prohibida porque la oxitocina es abrazos, es te veo sonreír y me río contigo, es ver a las personas y disfrutar. El vínculo, las relaciones humanas estaban prohibidas y todo aquello que yo había investigado siempre y que bajaba el cortisol estaba prohibido, como salir a la calle, la naturaleza, el deporte, todo menos la alimentación... (ríe).
Y ahora nos encontramos en ese punto en el que estamos intentando readaptarnos, pero diciendo: no te fíes. Ha aparecido el tema Ucrania y nadie conoce exactamente sus repercusiones. Sabemos que suben los precios de las cosas, que no es bueno tener a nadie en guerra cerca de nosotros, pero claro, hemos pasado de un virus a unos tanques cuando lo que queríamos era paz.
Replico con la broma de que nos faltan los marcianos, para lo que Marian también tiene su registro, recordándome la tormenta Filomena y asegurándome que entendió que hay que ser conscientes de lo que está sucediendo en cada momento, y con cierto realismo. Y a mi pregunta de si se lo aplica, la respuesta es un Sí mayúsculo. Asegura que desde hace dos años solo lee las noticias una vez al día y ve 20 minutos de telediario por la noche.
"Me protejo porque noto que hay cosas que me hacen sufrir. Hubo un momento en la pandemia y posteriormente en el que yo sufría y decía es que esto no puede estar pasando. Y luego en mi microvida yo me dedico a escuchar todos los días historias dramáticas, dolorosas, y a luchar para sacar a los demás del sufrimiento. Entonces, ¿qué hago cuando salgo de esto? Disfrutar de la familia, lecturas, hobbies, el tiempo que me da la vida y protegerme mucho de la manera en que me vuelven noticias negativas".
"Hubo un momento en que me di cuenta de que no daba más de mí porque intentaba llegar a todo. Mi defecto es que me pedías algo y me lanzaba a hacer todo. Saqué mi primer libro Cómo hacer que te pasen cosas buenas, donde cuento cómo yo creo que hay más o menos que intentar estar en esta vida, en un momento en que tenía un niño enfermo… y durante unos meses intenté aguantar todo, hasta perdí cinco kilos, y me dije ‘oye, se te ha ido de las manos’. Hice un trabajo interior muy fuerte porque no sabía decir que no sin sentirme culpable, porque me encanta ayudar".
Ch.I.- O sea, que para saber decir que no hay que luchar contra el sentimiento de culpa...
M.R.E.- En mi caso tuve que hacerlo y encima empezaba a tener los niños. Me chifla mi labor de madre, pero claro, era difícil y empezó a publicarse el primer libro en otros países y yo ya viajaba, pero la entrega ya no podía ser igual... Aprendí a encontrar micromomentos de reparación entre paciente y paciente a lo largo del día.
Te pongo un ejemplo: en el tiempo que me queda entre que dejo a uno de mis hijos en el cole y al pequeño en la guardería, 20 minutos más o menos, hago un puzle con él o juego a los Playmobil y en ese rato no hago más que eso, que me ayuda a pensar.
Ch.I.- También le ayuda a él, ¿no?
M.R.E.- A mí me gusta que mis hijos noten mi presencia, que sepan que estoy ahí. A pesar de que trabajo mucho, quiero que noten que estoy cuando necesitan contarme algo o en algún momento importante. No siempre es fácil y considero que la conciliación es hacer malabares con la vida y de los asuntos más difíciles de la mujer del siglo XXI.
Cuando apostillo que hay que saber que tenemos que renunciar a cosas, la doctora Rojas saca un papel para dibujar el mismo croquis que hace a las mujeres que le plantean ese problema en la consulta. En él escribe varios apartados: pareja, hijos, padres, o sea, vida social, vida cultural, trabajo, salud, dinero… Y les dice que si pretenden "ser un diez sobre diez en cada uno de estos aspectos se enferman. Es imposible".
"Hay una obsesión por ser pluscuamperfecta. Tienes que ir monísima vestida, tu hijo debe llevar el disfraz perfecto al colegio, ser magnífica profesional, estar estupenda, comer sano, haber hecho mindfulness, deporte o pilates por la mañana, estar al día de las noticias, culturizarte, leer, formarte... Hace unos meses un tipo me escribió que echaba de menos que publicara en revistas científicas inglesas y yo le dije: mira, es que no me da tiempo, aunque me encantaría".
"Hay muchas cosas que me gustaría hacer o proyectos personales o profesionales que me han propuesto, pero he aprendido a renunciar, aunque me ha costado. Siempre digo a las mujeres que, frente a la perfección lo que no puedes es bajar de cinco. Pero no se puede intentar llegar a todo derrapando porque es el principio de las enfermedades físicas y psicológicas, se deteriora el sistema inmune y empieza la ansiedad, la tristeza, los fallos de memoria, el organismo empieza a doler, surgen los problemas de piel, gastrointestinales, musculares, de articulaciones".
"Hay que aceptar que no se llega a todo y que habrá cosas a las que debas renunciar. Pero igual que ocurre cuando una persona oposita, que no va a bodas, ni a viajes, ni a despedidas de soltero. Uso una frase de mi padre: 'Para llegar a donde quieres llegar, tienes que ir por donde no quieres ir'. Lo que ocurre es que el siglo XXI no nos ha enseñado a renunciar; vivimos a base de gratificaciones instantáneas que generan personas intolerantes a la frustración.
"En el aburrimiento nace la creatividad, además del asombro, nacen las ganas de saber"
Ch.I.- Eso es especialmente grave con los niños, ¿no?
M.R.E.- Es uno de los grandes problemas. Estamos viendo las consultas de psiquiatría y psicología infantil desbordadas. El número de intentos de suicidio en adolescentes ha aumentado. ¿Qué pasa? Que por un lado, en mi opinión, hay muchos casos de padres que trabajan mucho y que cuando están con sus hijos no quieren que les falte de nada.
Y punto número dos: ¿Quieres algo? ¡Lo tienes! Y luego está la gratificación instantánea de las pantallas. Ahora ya conocemos muchas de las consecuencias, pero meter las pantallas en los niños está generando estragos en la sociedad. Ya tratamos la adicción a los videojuegos como patología. Es alucinante porque son superadictivos, es una propuesta diseñada para serlo, y contratan neuroinvestigadores que les dicen cómo conseguir que lo sean cada vez más.
Recuerda Marian cómo en su juventud y en la mía, mucho más lejana que la suya, esperábamos una semana para ver un capítulo nuevo de las series. Las disfrutábamos más, consumíamos de otra manera, no acelerada, no compulsiva. "¡A tu niño le tienes que dejar que se aburra! Porque en el aburrimiento nace la creatividad, además del asombro, nacen las ganas de saber. Nadie ha descubierto nada importante en un momento de hiperestimulación frenética. Observando te haces las grandes preguntas, pero si no eres capaz de observar no te planteas ninguna".
"Durante la pandemia, yo decía si no puedes salir fuera, métete dentro, por favor. Por un momento de la vida intentemos meternos en nuestro interior y hacernos las grandes preguntas. Intentemos pensar. Con la pantalla no hay ni un momento de empatía, porque directamente va a la emoción y con la emoción tan potente no empatizas, no piensas, no filtras".
Ch.I.- Me da miedo que todo esto se dispare con el metaverso.
M.R.E.- Me preocupan varias cosas. Para empezar, que nadie pensó en sus consecuencias psicológicas, como tantas veces, con tantas cosas que nos suceden en los últimos 20 años, con el tema digital. Punto número dos, en un momento de enorme vulnerabilidad donde a la gente le cuesta tener identidad propia, conocerse, comprenderse y tener un sentido de vida, le meten la posibilidad de tener una vida paralela en el metaverso.
Lo ves ahora en las redes sociales, que la gente cuando no se siente plena busca otra identidad. Las redes sociales son chispazos de dopamina, son búsquedas de sensaciones, constantes vía de escape... Al final lo que nos llena es el amor de pareja, un amor de familia, que te toquen y que te toquen de verdad. Esa oxitocina real es un trabajo hecho con cariño, ya seas ama de casa, veterinario, periodista o enfermera; necesitamos tener un contacto con la vida real.
Desvincularse de ella y perder la capacidad de conectar con lo real me parece un riesgo enorme para la sociedad. Necesitamos buena corteza prefrontal, que es las que te ayuda a filtrar, entender, tomar la decisión adecuada, gestionar tus emociones. Cuanto más digital, cuanto más metaverso y más dualidad, más te distancias de la corteza prefrontal.
Ch.I.- Con el problema de pérdida de atención que ya tenemos… Por cierto, ¿tú crees que todos somos capaces de alcanzar la felicidad o dosis de felicidad?
M.R.E.- Yo creo que la felicidad es conectar con lo que te pasa cada día y saber gestionar lo negativo. Yo lo definiría como sensación de plenitud, más que felicidad. Esa sensación de plenitud es pensar que hoy he tenido tres momentos muy malos y tres momentos muy buenos, pero los muy buenos los he disfrutado bien y los malos no me han bloqueado. Esto requiere una gestión de uno mismo, un cambio en la valoración de las cosas, cierta flexibilidad.
Ch.I.- El otro día leía un libro sobre técnicas contra el estrés que proponía escribir cada noche las cosas que tienes que agradecer…
M.R.E.- Has dicho dos cosas clave. La primera es escribir y la segunda, agradecer. En mi despacho no hay ordenador. Todas las historias clínicas las escribo en papel porque tenemos mayor capacidad retentiva cuando escribimos y nuestro organismo y nuestro espíritu lo integra de forma mucho más sana. Es sanador. Cuando tú escribes desde la zona de tu cerebro que está sufriendo, esa emoción negativa se va aliviando y la positiva va aumentando. Por eso escribir es maravilloso.
Y la gratitud está demostrado que mejora el flujo de sangre en la corteza prefrontal y el sistema inmune. Por las noches, tengo un pensamiento positivo, pienso en la gente que más quiero, es un pensamiento oxitocínico total, y entras mucho mejor en la fase de sueño. Yo tengo escenas en mi cabeza, recuerdos para los momentos malos. Da igual que sean amorosos, de risa, de alguna escena con hijos, con amigos, viajes, una playa. Y son momentos donde sientes, recuerdas, revives y el organismo se relaja, es capaz de alcanzar un estado de tranquilidad. Y en mi caso, dormirme.
"Parte del problema del siglo XXI es que hay muchísima gente medicada"
Ch.I.- Igual que dices que el cerebro no distingue lo real de lo irreal cuando imaginamos malas situaciones, y generamos cortisol, supongo que la teoría funciona también para las buenas situaciones.
M.R.E.- Según como tú interpretes un mensaje, tu organismo se activa de una manera o de otra. Y esto pasa con todo en la vida. ¿Y si mi madre se contagia de Covid? ¿Y si mi marido me es infiel? ¿Y si no llego a fin de mes? ¿Y si me gustan las drogas? Todo eso genera un batiburrillo hormonal tóxico en el organismo. Pero a veces hay que aprender a decir no, estoy exagerando lo que digo.
Pensar en positivo no significa dejar de tener los pies en la tierra y vivir en un mundo de yupi, de nubes y color. Hay que saber ser realista. Estoy pensando en un paciente con una situación dramática que me pedía un enfoque distinto para no sufrir tanto. Dije: “No, el enfoque es que esto es un drama, pero vamos a intentar que a pesar de que esto sea un drama, el próximo mes, que es dramático, lo vivamos de la forma menos tóxica posible para tu organismo”.
Porque cualquiera está siempre con algún problema. No conozco a nadie que no esté librando una batalla en su vida, sangrienta, con espadas de humo, o de espuma, pero batallas… a no ser una persona que viva anestesiada. Y por eso hay gente que no quiere dejar la medicación, porque anestesia mucho las emociones. Parte del problema del siglo XXI es que hay muchísima gente medicada.
Ch.I.- ¿Habría alguna manera de rebajar tanta medicación?
M.R.E.- La primera cosa es tratarte sin ella y eso requiere muchísimo tiempo. Imagina que acudes al médico por insomnio que te produce mucha ansiedad. Hay dos opciones: que la consulta dure un par de minutos y te dé una pastilla para dormir o para la ansiedad, o que te diga qué te preocupa, qué problema tienes y desde cuándo… Y eso requiere más sesiones, terapia, trabajo. Y no hay tiempo, hay unas listas de espera brutales.
Yo suelo quitar mucha medicación a la gente que viene a mi consulta, enseñarle poquito a poco cómo volver a sentir sin miedo. Siempre conduzco a entender quién eres, cómo funciona tu cerebro ante el miedo, el estrés y la incertidumbre, cuáles son tus factores de estrés, cómo somatizas a nivel físico y psicológico, quién eres y en qué te transformas cuando sufres estrés.
Y lo siguiente es intentar comprender de dónde viene todo esto, porque comprender es aliviar, sin escarbar, sin ir a sitios que son callejón sin retorno, intentar que quien viene a consulta entienda cuatro o cinco cosas sobre sí... Que no se sentía querida o que le hicieron daño. Trabajo muchísimo el abuso sexual y hay una cantidad de gente con abuso sexual que no se lo contó a nadie nunca…
Yo hago siempre una pregunta en la primera sesión -mis primeras sesiones son muy largas porque entro hasta las entrañas- , si alguien te ha hecho daño en la vida. Y hay gente que me dice bueno, es que no quiero hablar… y cuando pasa un tiempo pregunto si ya está preparada o preparado para hablar. Porque los abusos sexuales vuelven, siempre vuelven, hay que ir a las heridas, pero con muchísima delicadeza, no por entrar a buscar. No, no, es un tema de artesanía.
Ch.I.- Te he leído que no te gustaba la típica frase de "ya te llegará cuando tenga que llegar". Y a otras personas les angustia esa otra teoría de que cada uno tiene la responsabilidad de lo que le ocurre. ¿Cómo alcanzar el equilibrio entre ambas posturas?
M.R.E.- Nadie va a venir a buscarte a tu casa para proponerte el plan de tu vida… Yo creo que como transmite Séneca, la suerte favorece a la mente preparada, es decir, hay que prepararse, estudiar, saber lo que quieres. Porque cuando lo sabes, el cerebro hace todo lo posible, neurológicamente hablando, por percibir oportunidades en el entorno que se parezcan a tu sueño, y lo hace en esa zona, el sistema reticular activado, que filtra todo lo que te llega y te enseña lo que está alineado con tus ilusiones.
Ch.I.- Tu famoso rastreador...
M.R.E.- El rastreador del cerebro. El problema es que hay que saber ponerse el GPS, hay que saber decir "yo busco esto en la vida, quiero esto y me formo". A lo largo de mi vida yo me di cuenta de que estudiaba las cosas, las preparaba y me pasaban y yo decía ¡qué suerte tengo! Y en un momento dado descubrí el tema del sistema reticular y me dije, claro, yo apoyo tanto los temas que llega un momento en que algo de todo lo que me podía ocurrir me ocurre, si bien muchas veces no llega exactamente como tú quieres, pero llega algo parecido porque tienes el cerebro puesto de ese modo, ¿no?
Hay que desearlo, hay que prepararse. Y también hay que saber que a veces hay que replantearse la situación. A mí me ocurrió en un momento con un tema en el que busqué y busqué para conseguir una cosa, me empeñé años, y me topé con un muro, hasta que cambié de opción y me pasaron cosas felices… Entre otras, que conocí a mi marido… Pero es muy bueno tener una meta, hacer todo lo posible por que salga y estudiar.
Ch.I.- Parafraseo el título de tu segundo libro, ¿qué vitamina es tu padre, el doctor Enrique Rojas?
M.R.E.- Es súper oxitocínico. Lo he analizado mucho a lo largo de la vida. Escucha, no juzga y te dirige con mucho cariño por donde cree que es bueno para ti o para los pacientes. No tiene miedo a demostrar afecto. Nunca. Él siempre me dijo que la psiquiatría es una rama de la amistad.
Me enseñó mucho (señala hacia algún lugar del edificio del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas en Madrid, cuyo padre es director y donde Marian pasa consulta), sobre todo en los momentos difíciles, duros, porque a lo largo del día hay episodios de muchísima tensión, en esos le digo ¿tienes un minuto? O me llama él y hacemos catarsis los dos y nos reparamos. Y luego la relación con mi madre, con sus cuatro hijas, la forma que ha tenido toda la vida de tratar a la mujer, de potenciarla, a mi madre y a nosotras…
Ch.I.- ¿Y tu madre, qué vitamina es?
M.R.E.- Mi madre es que es fuerza. Es la que me rompe la regla de la pulsión perfeccionista porque es de las que llega bien a casi todo. Es la excepción que confirma la regla. Se forma, cuida muchísimo de mi padre, de nosotras, de los nietos. Me ha ayudado a hacer cosas que yo nunca me hubiera lanzado a hacer. No me habría metido en un libro embarazada, con un hijo, en un tratamiento, en un hospital que estaba malito. Mi madre me decía bueno, inténtalo, organízate; ella nos enseñó a organizar muy bien el tiempo.
Ch.I.- Y tú ¿qué complejo vitamínico eres?
M.R.E.- Yo soy la mayor -dice un poco descolocada y casi al tiempo que define a sus hermanas-. ¿Y yo qué soy? La respuesta es creo que soy una enamorada, que me encanta cuidar a los demás y contar cosas que ayuden a que las personas se sientan mejor.
"Los dos venenos del siglo XXI son la pornografía y la soledad"
Marian, recién licenciada no comienza a ejercer la psiquiatría propiamente dicha. Marian se va a Camboya como voluntaria y trabaja con niñas obligadas a ejercer la prostitución, niñas abusadas sexualmente. Yo sé que cuando inicias una relación con este tema esta sí que es para toda la vida. Lo corrobora. Y eso que este cupido suyo se produjo casi por casualidad, aunque Freud ya dijo que las casualidades no existen.
“Es curioso que yo entro en Camboya de forma tangencial, porque me iba a otro proyecto, al basurero de Phnom Pehn. Pero para entender bien la cultura camboyana y asiática, me compré tropecientos libros y leí el de Somaly Mam (se refiere a El silencio de la inocencia) y me impactó. Yo no conocía nada de la prostitución, tenía veintipocos años. Pero leí el libro y me di cuenta de que ella no había superado su trauma".
"La busqué, la encontré… Me encontré el mundo de la prostitución, las niñas violadas, las mafias, los chulos... Y eso me hizo investigar sobre un mundo brutal y el trauma sexual que genera en las niñas. También cómo el cerebro del ser humano puede llegar a vender niñas, a olvidarse de lo que es como ser humano... Yo hablo siempre de este tema abiertamente para que la persona que necesite ayuda me escriba... Y es que ahí están".
"En la calle, detrás de mi casa…Y luego hay que ver el impacto que tiene ese abuso sexual en el comportamiento, es decir, el inicio de las relaciones sexuales, el impacto que tiene en la afectividad de la mujer, todo eso me parece clave. ¿Cómo reparar esas heridas de un abuso sexual? Cuando la gente se forma conmigo aquí en la consulta el primer día ya le digo que este es un tema superimportante, que está hiperpresente, que destroza emocionalmente a las personas y deteriora relación de pareja, vida sexual, hábitos. Uf, es muy duro. De abusos y prostitución intento hablar siempre que puedo en diferentes ámbitos. Hay que hablarlo…Y, luego, es que hay mucho cliente".
Ch.I.- Perdona, hay oferta porque hay demanda… ¿Y no crees que el porno está haciendo mucho daño?
M.R.M.- Los dos venenos del siglo XXI son la pornografía y la soledad. Hace un año senté aquí a una actriz porno con un hombre enganchado al porno. Tuve una conversación de una hora de esas que hubieras grabado y acabamos llorando los tres cogidos de la mano. Creo que la pornografía deteriora la corteza prefrontal, genera problemas de disfunción sexual en muchísimas personas que lo consumen.
Te hace ver algo con el hombre y la mujer que no es real, que no funciona. Es algo que la sociedad promueve y que luego condena. Debería haber una regulación porque hay ciertas cosas que no se tendrían que ver, que no tienen que llegar al cerebro de un ser humano, porque si llegan existen las neuronas espejo, hay un aprendizaje, se genera hay una tolerancia.
Este es un tema que nos une, uno de esos temas que sabes que cuando te miras poco más tienes que hablar, uno de esos con los que te estarías hablando horas…, como ese día de nuestra charla. Lástima que empieza a sonar el teléfono. Alguien espera. Tal vez una urgencia. Y recibo el abrazo más oxitocínico que me han dado en los últimos meses.