“Gracias a la guerra, por desgracia, se está poniendo de manifiesto el valor que tenemos como país. La importancia, por ejemplo, de nuestra economía, pero sobre todo también algo que, hasta ahora, pasaba desapercibido: que las mujeres ucranianas tenemos voz y poder”. Esta es la primera reflexión que quiere hacer la periodista ucraniana Skenia Smirnova cuando se le pregunta sobre qué siente tras la invasión que inició Rusia ya hace más de cien días hacia su país.
[Ser mujer en la guerra de Ucrania: de las armas en combate a la violencia sexual y la trata]
La situación sigue siendo complicada y parece que este conflicto va a seguir sumando más días, pero esta periodista de 44 años no quiere perder la oportunidad de reivindicar el papel de la mujer en un país donde, precisamente, todavía ellas están muy lejos de tener las mismas condiciones de igualdad que los hombres.
De hecho, hasta hace tan solo dos días, Ucrania todavía no había ratificado el convenio de Estambul, el tratado internacional más relevante con carácter vinculante contra la violencia machista.
Smirnova responde a las preguntas desde una de las oficinas del conocido como distrito gubernamental de Kiev, donde entre otros edificios, se encuentra el palacio presidencial. Es uno de los sitios más protegidos de la capital, todavía rodeado de muchas barricadas y puestos de control donde diversos militares controlan quien puede cruzar y quien no.
Allí, desde el pasado mes de marzo, trabaja como responsable de prensa del Ministerio de los Asuntos de los Veteranos (encargado de vigilar la situación que hay en los territorios ocupados con grupos de militares ucranianos) y también como portavoz de los voluntarios de las Defensas Territoriales.
Se trata de dos organismos donde la presencia de hombres es mayor que la de las mujeres, tal y como explica la propia entrevistada: “No, no es habitual ver a una mujer liderando este puesto, la verdad. Pero aquí estoy”. Skenia, además, tenía otros planes antes de la guerra, pero el destino la llevó allí y de alguna manera también su lucha y perseverancia en aquello en lo que cree.
De la noche a la mañana también tuvo que cambiar su americana de presentadora de televisión (en los últimos años ha trabajado en hasta tres televisiones ucranianas) por el chaleco antibalas. Ella ha sido una de las tantas mujeres que ha ayudado (y lo sigue haciendo) en la gestión de un país en guerra, aunque en el pasado el síndrome de la impostora también se le imponía.
“Antes de la guerra yo me veía a mí misma como una persona débil. De hecho, durante la primera semana del conflicto no podía casi comer, estaba todo el rato temblando, y necesité muchas medicinas para llevar la situación. En algunos momentos realmente llegué a pensar que era el fin de mi carrera”.
El inicio del horror
Y es que Skenia recuerda como una pesadilla las primeras semanas de guerra. Su casa además, está cerca de uno de las ciudades donde más atrocidades se cometieron durante los dos primeros meses, Irpín.
[Ucrania recupera Irpín, devastada: Rusia ha matado a 300 civiles y destruido el 50% de la ciudad]
Las primeras explosiones, durante la madrugada del 24 de febrero, la despertaron, aunque no fue hasta que unos minutos después le llamó su padre para confirmarle que “la guerra había empezado”, cuando se dio cuenta de la gravedad de los hechos. Tan solo unas horas antes, Skenia había estado presentando el programa para el que entonces trabajaba y recuerda como incluso en ese momento, algunos expertos todavía seguían poniendo en duda los informes de la inteligencia estadounidense.
Con el inicio de la guerra, su televisión cerró y la vida de Skenia, como la de tantas otras personas ucranianas, ya no fue la misma. “En ese momento lo que hice fue mudarme a casa de mis padres en Brovary, otra ciudad que fue atacada. Ellos tenían claro que no iban a dejar su tierra, así que no podía dejarlos solos”, explica.
Durante ese tiempo, Skenia sintió que tenía que hacer algo “por su país” y decidió hacer cada día videos en su canal de Youtube hablando sobre la guerra en inglés para llegar a más personas. Hasta que un mes después el teléfono sonó. “Un contacto de mi anterior trabajo me llamó y me dijo: 'Tenemos una oferta que hacerte. Reúnete con nosotros en el distrito gubernamental'”, detalla.
Desde entonces, asumió aquel puesto y se encarga de organizar las diferentes ruedas de prensa, de coordinar el envío de ambulancias, medicinas y ayuda humanitaria tanto para civiles como para los combatientes que están en el frente, entre otros asuntos.
“Ahora mismo tenemos a muchas mujeres en el ejército, en las defensas territoriales, como voluntarias... Incluso las mujeres que salieron de Ucrania, desde el extranjero han estado coordinando todo tipo de ayuda. Es el momento de las mujeres en Ucrania”, reivindica.
Según las cifras que ha dado a conocer la viceministra de Defensa de Ucrania, más de 50.000 mujeres están alistadas en el ejército, de las cuales más de 30.000 se encuentran ahora mismo en el frente. “Hay que recordar un aspecto importante, el frente está pensando para los hombres. Las mujeres tienen otras necesidades y pese a eso, ellas están allí luchando por nuestro país”, explica Hanna Maliar en una conversación para este periódico.
Esas altas cifras de mujeres en el ejército no habrían sido posible sin la eliminación de una lista donde hasta más de 450 profesiones -muchas de ellas relacionadas con el ejército- estaban prohibidas hasta el año 2018 en Ucrania.
Qué se espera de las mujeres
Skenia es una mujer que rompe con lo que la sociedad ucraniana espera de ella. No le da pudor reconocer que sus ambiciones no van ligadas a las de casarse o tener hijos. Aun así, reconoce que esto siempre en los puestos de trabajo o en conversaciones informales constantemente le es cuestionado.
“No soporto cuando me preguntan, ¿por qué no estás casada? ¿Por qué no tienes hijos? Eso es porque no has encontrado un buen hombre. Yo, no obstante, lo llamo patriarcado”.
Tampoco se siente incómoda con la palabra “feminista”, algo que desde aquí no se ve con los mismos ojos e incluso sabe que todo lo relacionado con el movimiento morado todavía es muy complicado de colarlo entre la agenda mediática ucraniana.
“Nunca lo llegué a plantear en las últimas televisiones donde trabajé, pero estoy segura de que si lo hubiera planteado, inmediatamente hubiera habido mucho odio entre la audiencia. Si dices que eres feminista, muchos empiezan a reírse de ti o creen que eres homosexual. Nos queda mucho por recorrer, no solo en Ucrania, sino en el mundo”, denuncia.
Lo peor que lleva Skenia en muchos casos es tener, como ella misma dice, que “jugar un rol” o “inventarse alguna historia” cuando es preguntada sobre su vida personal. “Si aquí una mujer no está casada, muchas veces resulta sospechosa. Y en esos contextos yo me siento muy incómoda y me hace sentir mal por dentro”, lamenta.
Sobre la diferencia salarial que hay en los medios de comunicación entre hombres y mujeres, esta periodista apunta a que el del otro compañero presentador suyo en una televisión era hasta siete veces más alto que el suyo.
No obstante, esta periodista ucraniana no es de las que se dejan amedrentar o callan ante las injusticias. Ahora incluso no descarta en un futuro dedicarse al mundo de la política. “Parece que sea el siguiente paso que tengo que dar, y si mi historia sirve para inspirar dentro de mi país, es todo un orgullo”, cuenta.