Soledad Becerril (Madrid, 1944), trabajadora infatigable, ha dedicado su vida al servicio público con integridad y coherencia ejemplares. Diputada en seis legislaturas -incluyendo la constituyente (77-79)- y senadora en otra, conoce muy bien el sistema. Por ello, habla con cautela y sin juzgar a la ligera. Echa en falta un mayor respeto en la política actual. Para Soledad, detrás de la política está el vecino, la persona para la que se trabaja.
En 2017 se retiró de la vida pública y escribió sus memorias Años de Soledad (Galaxia Gutenberg, 2018). Entre otras ocupaciones actuales, ejerce de abuela y colabora con una ONG para la que empezó dando charlas sobre la Constitución. Otros temas se han sucedido: la UE, la guerra en Ucrania, la OTAN… “A veces llevo varios periódicos y analizamos cómo enfocan las noticias de manera distinta. Y, de cuando en cuando, para cambiar hablamos de literatura”.
Me dice que ella ya no interesa. Contesto que es una figura importante en la historia de la democracia española, que su experiencia es muy valiosa. Ella cambia de tercio mientras busca en su biblioteca: “Te voy a dar un libro que escribí hace mucho sobre Sevilla…”.
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Pregunta: ¿Cómo se ha adaptado a una vida más tranquila?
Respuesta: Salir de la vida pública es un cambio grande, pero también es un descanso mental e intelectual. Ha cambiado mucho desde hace 20 años. La exposición pública es ahora constante y estar todo el día explicando es muy cansado mentalmente.
¿Qué siente cuando pasa por la plaza que lleva su nombre en Sevilla?
Me sonrío y me acuerdo de la corporación que lo aprobó por unanimidad, siendo alcalde Juan Ignacio Zoido. Un gesto verdaderamente generoso.
Ha dedicado gran parte de su vida al servicio público. ¿Qué supone esta vocación?
Para mí es una entrega total, es prestar ayuda, cumplir con las obligaciones del cargo que varían mucho de uno a otro. Por ejemplo, una alcaldesa o un alcalde lo es las 24 horas del día. No hay vacaciones. Si hay un fuego en la ciudad, no puede decir “es que estoy de vacaciones”. La alcaldesa puede estar fuera por trabajo, no por vacaciones. Es una dedicación plena.
¿Y cree que en la clase política actual falta esa vocación de servicio público?
En algunos casos, sí, pero hay muchos alcaldes y alcaldesas de pequeños municipios con sueldos mínimos o sin sueldo porque tienen otra actividad, que cumplen con su trabajo. Yo aprecio mucho a los alcaldes. Siempre hay excepciones de malos comportamientos, pero en general son gente muy dedicada.
¿Y en el Congreso de los Diputados?
Echo de menos mejores relaciones humanas, un mayor respeto entre el Gobierno y la oposición. Utilizan malos modos, no sé si se dice así ahora. Antes eran mejores, había grandes discrepancias, pero había respeto.
¿La educación se ha ido perdiendo paulatinamente?
Sí, poco a poco. Se dicen cosas muy antipáticas. Se hace una pregunta al Gobierno y éste contesta de malas maneras. La oposición responde también con malos modos.
Cuando fui secretaria de la mesa del Congreso, uno de los vicepresidentes era Ignacio Gallego, un diputado del PC que había vivido en el exilio. Siempre recuerdo cuán respetuoso era con todos nosotros. Él me superaba en muchísimas cosas y, sin embargo, qué trato el de Ignacio hacia personas con menos valores, menos experiencia y menos capacitadas…
"Por lo que yo he vivido, he leído y estudiado, la Transición es uno de los mejores periodos de la historia de España"
En la vida pública uno es observado constantemente. ¿Siendo mujer cree que es mayor el examen?
A la mujer se le exige, además de cabeza y entendimiento de su materia, que tenga una magnífica presencia. Al hombre, en ese aspecto, menos.
En su última legislatura como diputada le costaba cumplir con la disciplina de voto. ¿Está a favor de la misma?
En general sí, pero hay muchas ocasiones en que se debe dejar libertad. En algunos casos, tenía opiniones distintas y no podía transmitirlas. Me era imposible llegar a la persona que decidía qué se votaba. Yo era de las personas mayores del grupo parlamentario y esa obediencia siempre, pase lo que pase, dígase lo que se diga, me costaba mucho.
Cuando fue alcaldesa y defensora del pueblo se esforzó mucho en tener un control de gastos.
Sí. Cuando llegué a la alcaldía, tres años antes se había celebrado la Exposición Universal de Sevilla. El endeudamiento era altísimo y no hubo más remedio que recortar gastos. Tacaña me decían mis compañeros, pero no había más remedio.
Cuando fui defensora, arrastrábamos la crisis del 2008. La situación era muy grave. Había muchos desahucios, unos niveles de desempleo muy altos y muchos cierres de empresas. No tenía más remedio que reducir gastos. Quitamos coches, suprimimos viajes que no fueran imprescindibles, no subimos sueldos. Y los funcionarios lo entendieron.
Para usted la transparencia es una obligación.
Es una obligación hacia el público, pero además te obliga a ti misma mucho. Te fuerza a hacer las cosas bien.
¿Cree que en general se cumple?
Sí, aunque no siempre, porque vemos denuncias de corruptelas, malos usos.
En Sevilla, en una ocasión ganó las elecciones municipales, pero sin mayoría para gobernar. El Partido Andalucista le ofreció su apoyo si usted le cedía Urbanismo. Como rechazó la propuesta, perdió la alcaldía.
Nosotros teníamos 5 concejales más que el PA, posible coaligado nuestro, y me exigían la delegación de Urbanismo. Yo no quise ceder porque el urbanismo en una ciudad dibuja su futuro. También diseña y reordena el presente: cómo está creciendo la ciudad, por dónde va a crecer, cuáles van a ser las zonas libres, las que se pueden recalificar, cuáles son los usos... Es fundamental. Puedes delegar otras cosas, pero no Urbanismo. Una alcaldesa no podía ceder.
¿Ha tenido muchos intentos de soborno?
No, ninguno (sin dudar). En el ayuntamiento he estado en todo el escalafón, desde la oposición a primera teniente de alcalde en gobierno de coalición y luego alcaldesa. En mis 12 años, jamás he recibido presión o solicitud de nada.
Pero eso es un caso raro.
No lo sé, quiero pensar que no. Afortunadamente, cuando se sabe que ha habido una mala conducta, se va a los tribunales. Supongo que hay presiones por las actuaciones urbanísticas, por las licencias de obras… Hay que resistir.
¿Cuáles fueron los casos más graves cuando fue defensora del pueblo?
Como arrastrábamos la crisis que duró hasta el 2014 aproximadamente, teníamos muchas situaciones de desahucios o, como se dice, lanzamientos. Personas que no podían pagar las hipotecas. Eran tantos los casos y las quejas, que hice una recopilación en papel y se la llevé a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santa María. El Gobierno reaccionó, hizo un decreto y luego una ley para determinar las circunstancias en que no se podía lanzar a una persona de su vivienda.
"Es muy difícil calificar a Bildu como demócrata porque no defiende los derechos humanos"
La acción del Defensor del Pueblo tuvo repercusión.
Es que el Defensor no tiene capacidad ejecutiva, pero tiene “autoritas”. Y cuando insta a una administración o a un servicio público o de telefonía, de electricidad, de transporte, tiene autoridad. Puede transmitir determinadas situaciones, como se hizo ante el Banco de España con los productos financieros engañosos.
Esta institución que funciona desde el 83 suele obtener respuestas positivas en torno a un noventa y tantos por ciento. Además, la persona que recurre a ella se encuentra muy abandonada porque no suele tener conocimiento legal, ni cuenta con un abogado.
Ha vivido la Transición en primera persona. Ahora hay sectores muy críticos con esa etapa.
Por lo que yo he vivido, he leído y estudiado, es uno de los mejores periodos de la historia de España. Para algunos historiadores el mejor. Yo no me atrevo a decir tanto. Ahí quiero reconocer que el rey Juan Carlos tuvo un papel absolutamente fundamental.
La figura del rey Juan Carlos está ahora sufriendo un acoso enorme.
Sí, parece que hay ensañamiento con él. En cuanto a su periodo de la Transición y después, creo que ha jugado un papel fundamental para España en la consolidación de la democracia y en las relaciones internacionales.
¿Le faltó a la redacción de la Constitución cerrar el capítulo de transferencias de competencias?
Sí. Incluso varios de los autores de la Constitución lo han comentado en varias ocasiones. Confiaron en exceso en Convergencia de Cataluña y el PNV, que a la larga no se han comportado como se esperaba de ellos.
La transferencia de educación ha sido un desastre tanto para el nivel educativo como para la cohesión social.
A mí me parece que sería fundamental que esa Alta Inspección que está establecida en la Constitución funcionara, ejerciera con firmeza y exigiera un porcentaje de conocimientos comunes para todos.
Primero, es lo que da cohesión a la nación. Además, los conocimientos comunes exceden de tu pequeño territorio, de tu población, de tu provincia o de tu comunidad y te abren al exterior. En materia de lengua, lo mismo.
ETA le puso una bomba que no hizo explosión.
Fue un milagro. Siempre he dicho -se sonríe- que fue un milagro de la Virgen de los Reyes, que estaba allí cerca, en la catedral…
Días más tarde, ETA asesinó a un colaborador suyo, Alberto Jiménez-Becerril, y a su mujer, Ascensión García. Dejaron tres hijos huérfanos. 30 de enero de 1998.
La mayor de 9 años.
Usted ha dicho que no debe olvidar.
Y debo hablar de ello para que se recuerden las 864 víctimas de ETA -creo que son los datos de la Audiencia Nacional- a lo largo de 60 años. Me preocupan mucho los más de 300 casos que no han sido juzgados, por no conocer a los autores o porque no se han podido localizar. Esas familias no han tenido el mínimo consuelo de saber que la Justicia ha condenado a los autores.
"Me preocupa la subida de los precios, la inflación. Una situación muy alarmante. El índice de pobreza va a aumentar"
Siendo defensora del pueblo, en 2015 el Gobierno le encargó un estudio sobre la situación de las víctimas.
Una de las cosas que se vio es el trauma que dejaba el atentado en varias generaciones, no solo en los hijos de las víctimas, sino en los nietos.
Hizo una campaña para que en los libros de texto se explicara bien el terrorismo de ETA durante la democracia y se incluyera el testimonio de las víctimas.
Sí, está contemplado dentro de la “Memoria Histórica”, pero no como pieza fundamental. Nos quejamos mucho. Yo me reuní con el gremio de editores y creo que en algo ha sido corregido, pero no totalmente. Son 40 años de la historia democrática de España que merecen una mayor atención. Por eso hay que seguir insistiendo.
¿Y por qué no se le da más atención si es una memoria más reciente que la de la guerra civil?
No lo sé. Se dan datos de la banda terrorista, pero no de las víctimas. En algún libro de texto hay algunas frases de la banda terrorista, pero no hay declaraciones de una víctima o de una asociación de víctimas. Está muy desequilibrado y diluido el padecimiento y la gravedad de los hechos.
Son décadas de una banda perfectamente organizada con ayudas en el exterior y con una sociedad muy silenciosa, una burguesía muy callada en el País Vasco y fuera, y con una iglesia que no condenó de manera suficiente lo que sucedía. Hace un par de años confesó un párroco de un municipio vasco que había guardado silencio. Conocía muchos hechos y autores.
¿Es Bildu un partido demócrata?
Es muy difícil calificarlo como demócrata porque no defiende los derechos humanos, que son derechos fundamentales en nuestra Constitución. Tampoco es una coalición partidaria del Estado de Derecho y la separación de poderes, que son elementos fundamentales para la democracia. Interfieren o quieren interferir en el poder judicial. Es una coalición que da vivas a los autores de los atentados cuando salen de la cárcel y que no pide perdón a las víctimas. Bildu ha tenido mucha relación con la banda terrorista.
¿Sigue la actualidad política?
Sí, con cierta distancia y cautela.
¿Qué temas considera más preocupantes?
Me preocupa mucho la subida de los precios, la inflación. Una situación muy alarmante. El índice de pobreza va a aumentar. En política internacional, la brutal agresión de Rusia a Ucrania. Va contra todo el derecho internacional y tiene unas consecuencias muy graves.
Las imágenes son dramáticas. Hay una que a mí me ha afectado mucho. Es una escuela partida por la mitad y un joven mirando lo que fue una modesta biblioteca. Una se pregunta qué va a ser de estos chicos, dónde van a aprender…
¿Ha seguido las elecciones andaluzas?
Las he seguido con mucho interés. La gestión del gobierno de Moreno Bonilla ha sido refrendada. Al candidato socialista le ha tocado un papel muy difícil porque era muy conocido en Sevilla, pero desconocido en el resto de Andalucía. La alternancia es muy importante. El partido socialista ha gobernado 40 años seguidos en Andalucía.
¿Por qué Moreno Bonilla no ha podido sanear más?
Es muy difícil hacerlo; además, sin traumas. Se ha colocado a muchas personas que no son funcionarios por motivos políticos: asesores, colaboradores... Se han creado muchas empresas y organismos públicos. ¿Cómo desmontas eso? Es muy fácil decirlo, pero luego tienes que ver si esas personas se han quedado fijas o no. No puedes llegar y decir “borrón y cuenta nueva”.
Según muchos expertos, el cambio sociológico más importante que se ha producido en España desde el 78 es el registrado en la condición de la mujer.
Ha sido enorme. De estar sujeta a las decisiones del hombre en materia civil -para viajar, para tener su cuenta, para manejar el dinero, para decidir- a la situación actual. En materia de educación, también. En el mismo Congreso y Senado son casi la mitad. Cuando entré éramos 21 en el Congreso y 6 en el Senado.
Todavía, aunque esté cambiando, son las mujeres las que más se ocupan de los hijos y las que más atienden a las personas mayores de la familia. Falta compatibilizar y unos horarios aceptables para todos, hombres y mujeres.
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Usted se considera una persona liberal. ¿Qué es ser liberal?
No es solo un talante o una manera de comportarse. Es una doctrina basada en los derechos, en las libertades políticas y económicas, que son el anverso y el reverso de la misma moneda. El estado de bienestar, que es un gran logro, ha hecho que el Estado deba actuar en muchas ocasiones prestando determinados servicios elementales y básicos -la salud, la educación- y no dejarlo exclusivamente a la libre competencia.
Yo entré en política junto a un grupo de andaluces convencidos por Joaquín Garrigues Walker. Él hablaba siempre de las libertades pequeñas, las de todos los días.