Saioa Hernández, la diva que jugaba al balonmano vuelve al Real: "No podemos ir en chanclas"
Será, a partir del 6 de julio, en Nabucco: “Actuar mientras canto es lo que me ayuda a atenuar los nervios. Me lo enseñó Caballé. Desde que llego al teatro, soy Abigaille, no Saioa”
5 julio, 2022 02:37Saioa Hernández (Madrid, 1983) está muy ilusionada por cantar en su ciudad natal. “Esperemos que el público lo aprecie y lo disfrute. Hace 151 años que no se hace esta ópera en el Teatro Real. En el siglo pasado nadie la ha visto”. Para quienes no vayan al Real, el 15 de julio podremos verla en plazas, centros culturales, auditorios y teatros de toda España. Es el día elegido para retransmitir la función.
Saioa tiene una enorme personalidad. Las cosas le tienen que cuadrar. Buscó y buscó hasta encontrar su vocación. Eligió para estudiar Derecho la facultad Carlos III porque tenía un buen coro. Quería hacer oposiciones a oficial del ejército del aire. Cuando le faltaba una prueba, ingresó en un convento. Salió antes de dos años para estudiar magisterio musical.
Intentó varias veces entrar en la Escuela Superior de Canto, pero no la admitieron. Mientras impartía clases en un colegio, la llamaron para formar parte del coro en una tournée por Francia con La Traviata. “Era la primera vez que hacía ópera. Fue cuando me dije: esto es lo que yo quiero hacer. Lo que estaba buscando”.
En la semifinal del premio Manuel Asensi, la descubrió Carlos Caballé y le propuso debutar. “Yo debuté con Norma en el Teatro de Catania, la ciudad de Bellini, durante el Festival Bellini, con la ópera más grande de Bellini. Encima venía de la mano de Montserrat Caballé, con quien preparé el papel. Luego canté en teatros más pequeños, pero siempre grandes roles. Yo quería hacer roles que no tuvieran tanta presión, pero no me los daban”.
¿Es de Madrid?
Madrileña, madrileña, de tres generaciones.
¿Y el nombre de Saioa?
A los tres hermanos nos pusieron un nombre de origen vasco. Cuando mi padre hizo la mili, se hizo unos amigos vascos que son como de la familia. Hemos veraneado mucho allí y estoy muy ligada al País Vasco.
Montserrat Caballé la presentó como la diva del siglo XXI. ¿Qué supone ser una diva?
Es ser muy consciente de la responsabilidad que tienes ante el público y hacia el trabajo que es un arte. Es alguien que sirve como faro desde el respeto a los demás, trabajando en equipo por un mejor espectáculo. Refleja el respeto, incluso el cómo vamos vestidos al teatro. No podemos ir con chanclas… Igual por eso dicen que soy un poco anticuada.
¿Qué es la ópera?
El teatro en su máxima expresión. El cúmulo de todas las artes y de muchos oficios también: maquillador, caracterizador, peluquería, sastre, técnicos muy diversos. Hay teatro, danza, música, literatura, pintura. Cuando uno ve la ópera por primera vez con esos ojos es cuando te enamora, y ya no la sueltas.
Cuando debutó en la Scala, la crítica destacó la inmediata conexión entre usted y el público italiano.
Yo siempre me he sentido muy querida por el público italiano, aunque también he tenido mis críticas menos buenas como cualquier cantante y las seguimos teniendo. No puedes gustar a todo el mundo. Es un arte y por eso es subjetivo.
Lo que creo que gusta y responde a ese idilio es el canto “sur la parola”. Dicen que se entiende muy bien lo que canto, más allá de la pronunciación. En los años dorados, las cantantes -Callas, Muzio…- tenían homogeneidad en los registros. Desde hace unos años, sobre todo las voces femeninas la han perdido un poco debido a nuevas técnicas de canto. Por ello no están dentro de lo que corresponde al estilo italiano.
¿A qué se refiere con homogeneidad de registros?
Me refiero a que deberías de ser capaz de que sonata de manera homogénea toda la extensión de la voz, desde la parte más grave a la aguda y, sobre todo, el registro central, el pecho, que es desde donde cantamos la mayor parte de la ópera. No tiene que parecer que tienes tres voces diferentes.
Verdi e Italia.
Nabucco es la ópera que generó ese idilio entre Verdi e Italia. Justo esta producción nos muestra cómo lo vieron en su tiempo. No está ambientada en la época de los babilonios, sino en el Resurgimiento.
Verdi y Saioa.
Aunque no he cantado tantísimos roles verdianos, mucha gente califica mi voz de verdiana. Cantar Verdi es siempre muy difícil. Un reto. Sus roles requieren de voces que tengan estos saltos de los que hablábamos bien seguros y que luego en el centro tengan potencia. Potencia siempre he tenido. Es lo que más me ha costado controlar, plegar la voz a esos momentos más dulces. Ahora consigo hacerlo, por eso me encuentro cada vez más cómoda en los roles verdianos.
Es la segunda vez que canta en el Teatro Real.
Este tenía que ser mi debut oficial, pero el año pasado hice un jumping (una sustitución) en Un ballo in maschera, a causa de la Covid. Ese debut fue accidentado y triste. Hubo que cancelar la función por la protesta de unos pocos, pero hubo otras funciones. Estoy muy feliz de volver. Cuando me pidió Joan Matabosch debutar con Nabucco hace cinco años, nunca había hecho el rol. Lo hice por vez primera en 2019.
En Nabucco interpreta a Abigaille, un rol muy arriesgado por la dificultad musical.
Un cantante siempre está arriesgando. Nunca sabes cómo puedes tener el día y, aun sintiéndote el rey del universo ese día, todo puede pasar. No es una ciencia exacta. Pero sí es verdad que estos roles ponen al límite el instrumento con saltos muy complicados. Yo he jugado al balonmano y soy muy competitiva, también conmigo misma. Me gustan mucho los retos.
¿Quién es Abigaille?
No creo que sea mala. Busca el reconocimiento de su padre. Es la “recta”, hace todo lo que el padre quiere, pero el padre siempre elige a su hermana Fenena, aunque se haga hebrea. Cuando Abigaille descubre que no es hija suya, que la hija es Fenena, se desata la lucha por la corona. Si Nabucco muere, piensa, ¿a quién irá la corona?
El amor por el hebreo Ismaele es secundario, pero es la gota que colma el vaso. Abigaille está enamorada de él, pero este elige también a Fenena. El amor y el reconocimiento recaen sobre Fenena, que es recta de otro modo. Es quien tiene el sentido común. No es tanto envidia lo que siente Abigaille, cuanto falta de reconocimiento y complejo de inferioridad.
¿Cómo interpreta el personaje?
En esta producción de Andreas Homoki me divierto muchísimo. Es la primera vez que hago una Abigaille en la que se entiende el argumento, porque está todo el tiempo en escena. Es un rol que siempre se había quedado un poco cojo. Ahora se entiende por qué se redime con un tiro de pistola. Me encanta interpretar, sacar la parte de actriz. No canta tantísimo, pero canta dificilísimo.
Debe ser complicado cantar ese papel tan difícil y a la vez interpretar.
Me encanta. Actuar mientras canto es lo que me ha ayudado a atenuar los nervios. Hace que me olvide de que soy yo la que está cantando. Me lo enseñó Caballé. Desde el momento en que llego al teatro, soy Abigaille no Saioa. Me desinhibe.
¿Pasa nervios?
Yo he pasado muchos nervios. Ahora no. Creo que he aprendido que también se puede disfrutar estando nerviosa. Después de la pandemia, con los parones que habíamos tenido, los nervios me volvieron a jugar una mala pasada en varias ocasiones. Aunque uno ya tiene una experiencia y controla más la voz, el cuerpo y la cabeza, que es lo más importante en esta profesión y en muchas otras.
¿Tiene tiempo para ver otras óperas?
Durante la pandemia hemos venido al Teatro Real a casi todo, y a la Zarzuela. Era un modo también de apoyar que siguieran abiertos los teatros en Madrid. Mantener el teatro abierto y con tantísimas funciones ha sido un logro inmenso.
¿Ha habido algún momento en que se haya planteado dejarlo?
Muchos. El año pasado estaba agotada, no vocalmente, sino física y mentalmente. En esos momentos te preguntas si merece la pena tanto esfuerzo. Es verdad que es una profesión maravillosa, que te da muchas cosas buenas, pero los sacrificios que hacemos muchas veces no se ven.
Ahora, por ejemplo, tengo posibilidades de vivir mejor, de permitirme ciertas cosas, pero es que no puedo, no tengo tiempo y, cuando lo tengo, lo único que quiero es estar en casa tirada sin hacer nada. Hace 17 años que no sé qué son las vacaciones. Los hijos mismamente. Mi pareja y yo hemos tomado decisiones que nos han llevado a vivir solos. Es verdad que casi nunca me he arrepentido de mis decisiones, pero implica sacrificios.
¿Cuántos días pasa en su casa al mes?
Mejor si me preguntas al año. A lo mejor no llego al mes. Estos dos últimos años han sido muy cansados, con mucha actividad.
¿Dónde vive?
En Aranjuez. Yo he vivido siempre por el centro, soy del barrio de Delicias/Embajadores. Cuando empezamos a trabajar y a viajar mucho, pensamos que estar en la naturaleza era lo mejor para el poco tiempo que teníamos para descansar. Ahora estamos buscando por aquí.
Tiene por delante grandes citas. Va a debutar con Tosca en la apertura de la temporada de la Ópera de París. ¿Qué gran teatro le falta?
Tosca es un rol que siento en la piel. Me falta hacer las Américas. Tengo muy claro cómo quiero que sea mi carrera. Yo he preferido la calidad a la cantidad siempre. Hay cosas que a veces aceptas porque convienen económicamente, pero tienes que ser muy consciente de que lo haces por ese motivo. Luego la experiencia no es tan buena. No me importa cantar en teatros más pequeños si me gusta el director, la dirección de escena, la producción o los colegas que intervienen.