“No me ha bajado la regla”, así comienza Valeria Ros (Getxo, 1986) su libro Ponerme a Parir (Planeta, 2022). La locutora y cómica cuenta sin ataduras su experiencia en el parto de su hija Federica. Sin miedo a ser juzgada y con una gran capacidad para sacar el lado bueno de las cosas, Ros presenta a lo largo de 187 páginas un relato —casi— kafkiano. Y es que, como ella misma señala, este libro “podría ser ficción totalmente”. Pero no, no lo es.
La presentadora, cuya trayectoria está marcada por la radio y la televisión, está lejos de ser la madre perfecta. “No soy perfecta en ningún rol, así que como madre tampoco”, aclara. Para ella, quizás, lo que más se acerque a la madre ideal es que su hija sea feliz, “y que sienta el cariño de todo lo que tiene alrededor”.
La maternidad, como cuenta en el libro, le llegó por sorpresa. Todo ocurrió en plena pandemia. Mientras la gente esperaba en la cola del súper para comprar papel higiénico, ella esperaba en una farmacia para comprar su test de embarazo. No le dio miedo sentirse completamente perdida, pues su embarazo fue una montaña rusa de emociones. Ahora, con Federica en los brazos, lo tiene claro: “El momento en que me dieron a mi bebé será el más importante de mi vida”.
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Pregunta: Después de su experiencia, ¿cree que la salud mental de las madres tiene la importancia que se merece?
Respuesta: Se habla poco de ello. Todas las madres, en algún momento, han necesitado ayuda psicológica o simplemente una amiga con la que contar. Pero hay que dar ayuda no sólo a las madres, también a los padres para que sepan cómo volcarse. Al final, por supuesto que ellos sienten apego, pero es una cuestión de convivencia. Esto no es sólo un tema de la madre, hay que plantear que los hombres se vinculen más con todo el proceso y que dejen de pensar que no va tanto con ellos.
Una hija en plena pandemia
Ros no se imagina los meses de embarazo sin la Covid-19. De principio a fin ha estado ligada a la pandemia. La situación, por lo tanto, se complicó, pero para ella no fue el fin del mundo. Con el test de embarazo en la mano supo que quería seguir adelante, y según describe en su libro: “Como mujer feminista, estoy a favor del derecho al aborto, pero a mí ni se me ha pasado por la cabeza”.
Lo que parecía ser un camino de rosas, pronto se convirtió para ella en algo parecido a la comedia Padres Forzosos (Jeff Franklin, 1987). Eso sí, siempre intentó hacer las cosas lo mejor que pudo. Cuando llegó el día del parto, que fue por cesárea, por cierto, Ros tuvo el miedo muy presente. Le tuvieron que pinchar la epidural cinco veces porque, según narra, “la anestesista decía que con el embarazo se me había encorvado la columna”. Entre el agobio, la tos y las ganas de vomitar, por fin, dio a luz a su hija.
P.- ¿Esperabas que el parto fuera así?
R.- La verdad es que estaba delgadísima con lo que te ponen. Al final tampoco te creas que te enteras mucho. Y como dicen, el cuerpo ya te obliga a que te olvides de todo para seguir teniendo hijos. Lo viví bien. Mi pareja estuvo conmigo en ese momento. Lo peor de la cesárea fue el después, que te dejan no sé cuánto tiempo sola y yo quería estar con mi bebé en la habitación. En general, tenía mucho miedo al parto y no fue para tanto.
Con su relato, Ros pretende desmitificar el parto. Se ha consagrado la idea de que es un momento idílico, un espacio de tiempo en el que todo saldrá bien. No más lejos de la realidad, al igual que le pasó a ella, hay factores que son completamente naturales y no son para nada ideales.
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Cuando le pusieron a parir
Tras dar a luz a Federica, Ros sintió la necesidad de retomar su vida laboral, pues como cuenta: “Me estaba olvidando de quién soy”. En este momento los haters comenzaron a ponerla a parir.
P.- ¿Te sentiste mal por volver tan rápido al trabajo?
R.- Hay una culpabilidad intrínseca por el hecho de ser madre que es inevitable. Volver al trabajo supone, al final, dejar a tu hija en manos de un desconocido. Intentaba que mi familia estuviera presente. Siempre he tirado de nanis, sobre todo en los momentos en los que la niña tenía reflujo que a mí me preocupaba mucho. Me desbordé por buscar a niñeras especializadas en enfermería. Era la única manera de quedarme tranquila en el trabajo.
Ante su intranquilidad en el trabajo, mientras pensaba si su hija estaría o no bien, la lluvia de críticas en redes sociales no paró. A Ros, esto le hizo cuestionarse en algún momento si lo estaba haciendo bien. Pero desde el día uno tuvo claro que “no quería tomarlo en serio”. Es contundente: “La gente que no me conoce y a la que le divierte opinar negativamente en redes no son el perfil de personas que quiero cerca, entonces no hay que dar explicaciones”.
Ahora, la presentadora se encuentra un uno de los mejores momentos de su trayectoria profesional. Y destaca: “Tengo mucho trabajo, igual demasiado”. No obstante, confiesa tener un poco síndrome de la impostora y a menudo piensa: "Igual de repente se dan cuenta de que no soy tan buena". Lo que está claro es que siempre ha hecho lo que realmente ha querido. Vive su maternidad con el objetivo de disfrutarla.
Compagina el cuidado de su hija con su trabajo en Zapeando y Vodafone yu. Pero tiene claro que no todas las mujeres pueden tener esa facilidad. Cuenta que conciliar es muy complicado, pero puede con ello gracias a su situación económica. “Ahora tengo dinero, pero sin él no sé cómo podría conciliar. La gente lo pasa muy mal para poder hacerlo”, cuenta. Y añade: “Tengo la suerte de poder contar con una niñera que me ayuda”.
Reconoce que su vida ha cambiado, ahora no puede hacer todos los planes que le gustaría, igual que cualquier otra madre. Sin embargo, aunque no pueda “darlo todo en el trabajo”, lo tiene claro: “Ser madre, aunque no duermo, es lo más bonito que me ha pasado”.