Hay una generación de mujeres educada en un mundo que no llega a concretarse. Productividad, exceso de trabajo, un mundo laboral inestable, maternidades prometidas que, o no llegan o no son lo que se espera, presión por el físico…
La idea de ti recorre a través de una historia personal de infertilidad, ese camino que tantas mujeres tienen que transitar.
Yo no sé por qué he publicado este libro: La idea de ti (Bruguera, 2022). Aunque sí sé por qué lo he escrito. Hace seis años tuve un embarazo ectópico, un aborto y una rotura de trompa con una hemorragia interna. En ese orden. A partir de ahí, se han sucedido años de pérdida y de búsqueda. Y este libro me ha servido, palabra a palabra, para recorrer el camino a la inversa y volver a encontrarme.
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La principal búsqueda fue de mí misma. No tener claro si quería ser madre después de habernos educado en que íbamos a serlo sin lugar a dudas. Analizar prioridades y ver cómo otras muchas que daba por hechas, no eran tales me llevó a plantearme mi propia vida.
Los nacidos alrededor de los 80 somos una generación educada sin internet, pero que vivimos pegados a la red ahora y a toda la información que existe. Pero nosotros nos criamos sin nada de educación sexual y muy poca acerca del funcionamiento de nuestros propios cuerpos.
Vivíamos aterradas. Con miedo, no ya a mantener relaciones sexuales, fueran lo que fuesen, sino a darnos un beso. Por si lo de la mala fama, ser 'una fácil', que todo el mundo hablara de ti y que te llamaran 'puta' no fuera suficiente, teníamos además el sida y la posibilidad de quedarnos embarazadas de hombres que no se harían cargo, y quedaríamos marcadas como busconas para el resto de nuestros días.
No estoy hablando de principios de siglo. Eran los años noventa. El hombre hacía tiempo que había llegado a la Luna, yo llevaba lentillas para corregir la miopía, se hacían trasplantes de corazón, las máquinas de los aparcamientos eran capaces de devolverte el importe exacto, pero la manera como nos relacionábamos con una de las funciones básicas humanas, la sexual, seguía entre tinieblas, culpabilizaciones y miedos. ¿Lo peor? Oigo a chicas diez años más jóvenes que yo hablar de los mismos problemas, del mismo oscurantismo.
Y esa falta de información se tradujo en que muchas mujeres descubren asombradas, a los 35 años, que tener hijos no es fácil, ni barato. Y no hablo de criarlos, hablo solo de tenerlos. Somos diez amigas y sumamos diecinueve hijos. Tenemos una media de 1,9 hijos por mujer. En 2019 la media en España fue de 1,24 hijos por mujer. En 2020, de 1,18. Subimos la media, aunque yo la bajo. Todas tenemos hijos. Pero de las diez, cuatro nos pusimos a ello pasados los treinta y cinco. Y de las cuatro, tres hemos pasado por procesos de fertilidad. Estoy jugando a tomar una muestra absurda, lo sé. Pero, en realidad, no tanto.
De todas las mujeres que conozco que han intentado tener su primer hijo después de los treinta y cinco años, todas, excepto tres, han tenido problemas para tenerlos. Otras, han tenido bebés con problemas.
Pero este libro no trata solo del proceso de llegar a tener hijos, ni de lo complicados que son los tratamientos de fertilidad, al tener que enfrentar algunas de esas cosas que daba por supuestas, he tratado también de entender el resto de planes vitales que también creemos que tienen que ser así, como la realización a través del trabajo o la teoría del esfuerzo.
Eso dichoso 'si quieres, puedes'. Resulta que no siempre es así. Como la idea de que si te gusta tu trabajo, no trabajarás ni un solo día en tu vida, o que las grandes ciudades son un paraíso para la realización personal o profesional. Vinimos a Madrid por eso, pero sobre todo, por la promesa de trabajos creativos, carreras profesionales o estudios que eran imposibles en casa.
Construimos nuestras propias familias de amigos. Nos acompañábamos al médico. Nos vigilábamos la espalda. Teníamos poco dinero. Poco espacio. Pero andábamos bien servidos de ganas y tiempo. Todo era nuevo, excitante y a veces peligroso, aunque nuestra receta estrella fuera arroz o pasta con atún de oferta, porque nunca nos llegaba el dinero para nada. Madrid prometía. Pero Madrid no se concretaba para muchos.
La pandemia ha removido muchas de nuestras creencias. O al menos ha sido así para mí. Disponer de tiempo y no dar muchas cosas por sentado ha cambiado también mis prioridades y mi manera de entender la vida, la maternidad o la productividad.
¿Estaría en paz si no hubiera tenido una hija? Habría tenido que aprender a estarlo. Cada una de las palabras de este libro es parte de ese proceso. El éxito no ha sido tener una hija. El éxito sería haber aprendido. Bajar la muralla, asumir el descontrol, mostrarme vulnerable. Ojalá yo sea ese tipo de persona.
No sé por qué he publicado un libro tan personal, pero sí por qué lo he escrito.